lunes, 13 de mayo de 2024

“temprano madrugó la madrugada,”

Miguel Hernández y Ramón Sijé

Miguel Hernández. 29 años.

Después de la Guerra Civil, Hernández fue condenado a muerte, aunque la pena fue conmutada por cadena perpetua. Durante el encarcelamiento, su salud se deterioró por la falta de atención médica adecuada. 

La Elegía a su amigo Ramón Sijé es estremecedora:


(En Orihuela, su pueblo y el mío, se 

me ha muerto como del rayo Ramón Sijé, 

con quien tanto quería.)


Yo quiero ser llorando el hortelano

de la tierra que ocupas y estercolas,

compañero del alma, tan temprano.


Alimentando lluvias, caracolas

y órganos mi dolor sin instrumento,

a las desalentadas amapolas


daré tu corazón por alimento.

Tanto dolor se agrupa en mi costado,

que por doler me duele hasta el aliento.


Un manotazo duro, un golpe helado,

un hachazo invisible y homicida,

un empujón brutal te ha derribado.


No hay extensión más grande que mi herida,

lloro mi desventura y sus conjuntos

y siento más tu muerte que mi vida.


Ando sobre rastrojos de difuntos,

y sin calor de nadie y sin consuelo

voy de mi corazón a mis asuntos.


Temprano levantó la muerte el vuelo,

temprano madrugó la madrugada,

temprano estás rodando por el suelo.


No perdono a la muerte enamorada,

no perdono a la vida desatenta,

no perdono a la tierra ni a la nada.


En mis manos levanto una tormenta

de piedras, rayos y hachas estridentes

sedienta de catástrofes y hambrienta.


Quiero escarbar la tierra con los dientes,

quiero apartar la tierra parte a parte

a dentelladas secas y calientes.


Quiero minar la tierra hasta encontrarte

y besarte la noble calavera

y desamordazarte y regresarte.


Volverás a mi huerto y a mi higuera:

por los altos andamios de las flores

pajareará tu alma colmenera


de angelicales ceras y labores.

Volverás al arrullo de las rejas

de los enamorados labradores.


Alegrarás la sombra de mis cejas,

y tu sangre se irán a cada lado

disputando tu novia y las abejas.


Tu corazón, ya terciopelo ajado,

llama a un campo de almendras espumosas

mi avariciosa voz de enamorado.


A las aladas almas de las rosas

del almendro de nata te requiero,

que tenemos que hablar de muchas cosas,

compañero del alma, compañero.


Elegía a Ramón Sijé (BVMC)

Ramón Sijé era el seudónimo de José Ramón Marín Gutiérrez. Nació en Orihuela el 16 de noviembre de 1913, a las 6 de la tarde, tuvo dos hermanos Justino (Gabriel Sijé) y Mariola. Estudió Derecho en Murcia, fue Premio Extraordinario de Licenciatura. Aunque Miguel Hernández y Ramón debían conocerse de vista, su relación se estrechó con la presentación de la revista Voluntad, el 15 de marzo de 1930. Fundó y dirigió la revista neocatólica El Gallo Crisis, que duró un año. Escribió La decadencia de la flauta y el reinado de los fantasmas (1935), inédito hasta 1973, editado por el Instituto de Estudios Alicantinos.

Esta elegía la compuso precipitadamente a la muerte de su amigo ocurrida el 24 de diciembre 1935, cuando tenía 22 años, a causa de altas fiebres por una peritonitis. La elegía fue considerada por los más afamados poetas de su tiempo. Miguel se hallaba en Madrid cuando se enteró por Vicente Aleixandre del luctuoso hecho, y escribió su famosa elegía, una de las más conmovedoras de la lengua española. A raíz de su publicación en el número de diciembre de la Revista Occidente junto a seis sonetos más a petición de José Ortega y Gasset, antes de ser incluido en el libro definitivo. Estos poemas publicados en tan prestigiosa revista, llamaron la atención del dulcísimo Juan Ramón Jiménez que escribió en su «encasillada torre» -expresión de Arturo del Hoyo- «Con la inmensa mayoría» del diario El Sol, febrero del 1936:

[...] En el último número de la Revista de Occidente, publica Miguel Hernández, el extraordinario muchacho de Orihuela, una loca elejía [g] a la muerte de su Ramón Sijé y 6 sonetos desconcertantes. Todos los amigos de la «poesía pura» deben buscar y leer estos poemas [...].

El rayo que no cesa, se encontraba en la imprenta de Altolaguirre cuando Miguel pidió que se incluyera en el libro, y es la antepenúltima composición, la número 29 del libro, queda antes del soneto final, puesto que sabemos que el libro salió el 24 de enero de 36. Tomando las notas de Agustín Sánchez Vidal, en estudio y prólogo del libro Perito en lunas. El rayo que no cesa, (pág. 180) nos dice:

Seguimos la primera edición (al igual que Losada). Cossío, sin embargo, sigue la aparecida en Revista Occidente, agrupando, en consecuencia, los tercetos 12 y 13 en una sola estrofa, e igualmente los tercetos 14 y 15 en otra; también, pone coma al final del verso 26, que suprimo siguiendo la primera edición.

El rayo recibió buenas críticas de Juan Ramón Jiménez que escribía en El Sol y Poeta a la vista. Miguel cabalga sobre el surrealismo.

Hemos de detenernos en la dedicatoria. En la edición de Losada con prólogo de José María Ballcels, escribe: «[...] a quien tanto quería». En la de Agustín Sánchez Vidal y otras sucesivas aparece «con quien tanto quería» Que en el original aparece con la preposición «con», y el significado, a pesar de que lo han explicado otros autores, que no son imprescindibles citar, por ser obvio, que cuando el poeta escribe «con quien tanto quería» nos hace una bisemia o juego de dos significados entre: «con quien tanto compartía»; «tanto quería». Recursos estilísticos o juegos que ya había empleado Miguel en la octava real III, o acertijo del toro, de Perito en lunas, con «luna y cuarto de la tarde». Entre cuarto de hora y cuarto de luna.

Simbología.- La cosmovisión poética de Miguel, es la de un mundo rural, donde se había criado y educado, un pueblo en la huerta del río Segura, un pueblo de luz mediterránea y católico. Influido por el mundo literario de Gabriel Miró a quien organizaron un homenaje.

La elegía está compuesta por 15 tercetos en endecasílabos y un serventesio final, en los que se aprecian diferentes estados de ánimo del poeta que evoluciona hacia una locura o éxtasis místico momentáneo.

Por ello empieza: «Yo quiero ser llorando el hortelano [...]». El poeta quiere ser el eterno hortelano de la parcela donde está enterrado su amigo. Y no quiere ser el hortelano por unas horas, sino eterno, ya que dice «y estercolas», evidentemente, hasta que su cuerpo se descomponga como el estiércol, elementos de los corrales de las cabras, sometido a cambios de temperatura y estados, porque el estiércol es un órgano vivo.

La segunda estrofa: «Alimentando lluvias, caracolas / y órganos mi dolor sin instrumento [...]». Se refiere a que el cadáver de su amigo sepultado será objeto de las tormentas que caigan sobre su tierra-tumba, la caracola es una concha marina que de antaño se usaba para llamar a los peones del campo a la comida, de hecho García Lorca usa este nombre muy frecuente, «ni nardos ni caracolas tienen el cutis tan fino». De una estrofa de «La casada infiel». En «órganos mi dolor sin instrumento», se refiere, creemos, a instrumentos musicales de una iglesia, como música religiosa que nos elevan a un estado celestial. Quiere decir que ya no habrá órganos celestiales, de iglesias que le resuciten. 

«A las desalentadas amapolas», es evidente que las flores silvestres de los cementerios son las amapolas que se comerán a través de la savia el corazón de su amigo: «daré tu corazón por alimento». Aquí encontramos cómo el corazón del amigo servirá de alimento-estiércol para las raíces de las amapolas del cementerio.

Para recitarla la hemos agrupado por contenidos, es decir, no dividida necesariamente en tercetos. Como sucede en el segundo terceto, al cual le he unido el verso 7, y por lo tanto se convierte en un cuarteto abab. Y el siguiente terceto queda como un pareado, que es en realidad lo que es. Miguel estaba muy preocupado por el metro en sus poemas, quería la perfección y prefirió sacrificar el contenido ante lo estético, muy discutido hoy por los poetas actuales, que hemos abandonado la rima y los metros a favor del contenido.

Alimentando lluvias [...]

En el terceto quinto, he agregado una coma tras la «y» del último verso, y nos queda «[y, siento más tu muerte que mi vida]».

Con el terceto 12 y 13 he hecho lo mismo que con el anterior convertido en un cuarteto y en un pareado... queda así: Volverás a mi huerto [...]

El terceto 11, que acaba con el verso «y desamordazarte y regresarte», ha dado origen a comentarios sobre la locura de Miguel, puesto que está decidido a desenterrar el cuerpo del amigo fallecido para besarle la noble calavera, parece ser que habían jurado que el primero que muriera recibiría un beso en la frente del que quedara vivo.

Más adelante hay una ensoñación o un recuerdo de cuando ambos meditaban en su huerto bajo la famosa higuera que todavía se puede ver en la casa de la calle de Arriba. El terceto 15 lo resumo como que el recuerdo alegrará sus ojos y tu sangre dulce será disputada entre él (el poeta) contra su novia que habrán acudido sobre tu tumba a llorar y las abejas a libar el néctar de las amapolas a las que, ya el poeta dio «su corazón por alimento».

El serventesio final, creo entender que cita o requiere al alma de su amigo en las flores-rosas del almendro de nata-florecido, para hablar de muchas cosas de las que debieron hablar y no hablaron. Firma con la fecha 10 de enero de 1936, fecha en que debió darlo por acabado.

La ilustración representa a unas grandes amapolas alimentándose del corazón de Ramón Sijé, y las raíces de éstas abrazan la cruz iluminada de su tumba, que siempre estará encendida en la inmortalidad de esta incomparable elegía, hija de la inspiración y no del trabajo ni de la arquitectura poética.

♦♦♦

Miguel Hernández Gilabert. Orihuela, 30 de octubre de 1910-Alicante, 28 de marzo de 1942) fue un poeta y dramaturgo de especial relevancia en la literatura española del siglo XX. Aunque tradicionalmente se le ha encuadrado en la generación del 36, aunque mantuvo una mayor proximidad con la generación anterior hasta el punto de ser considerado por Dámaso Alonso como «genial epígono» de la generación del 27. Actualmente —y tras las interesantes aportaciones de A. Sánchez Vidal— se le asocia a la Escuela de Vallecas. 

Recordar a Miguel Hernández es un deber de España, un deber de amor. Pocos poetas tan generosos y luminosos como el muchachón de Orihuela cuya estatua se levantará algún día entre los azahares de su dormida tierra. No tenía Miguel la luz cenital del Sur como los poetas rectilíneos de Andalucía sino una luz de tierra, de mañana pedregosa, luz espesa de panal despertando. Con esta materia dura como el oro, viva como la sangre, trazó su poesía duradera. ¡Y éste fue el hombre que aquel momento de España desterró a la sombra! ¡Nos toca ahora y siempre sacarlo de su cárcel mortal, iluminarlo con su valentía y su martirio, enseñarlo como ejemplo de corazón purísimo! ¡Darle la luz! ¡Dársela a golpes de recuerdo, a paletadas de claridad que lo revelen, arcángel de una gloria terrestre que cayó en la noche armado con la espada de la luz! 

Pablo Neruda

Miguel Hernández era el tercer hijo de los cuatro que tuvieron Miguel Hernández Sánchez y Concepción Gilabert, y el segundo varón. Su familia se dedicaba a la cría de ganado caprino, lo que motivó que se trasladaran de la casa donde Miguel nació (calle San Juan, n.º 82) a una más grande y acorde con el negocio familiar (calle de Arriba, n.º 73), ubicada en las afueras y convertida en casa museo. Su padre aspiraba a ascender socialmente, logrando ser nombrado «alcalde de barrio»; su madre, por su parte, era una mujer enfermiza (padecía bronquitis crónica) y a menudo debía guardar cama.

Miguel fue pastor de cabras desde muy temprana edad. Fue escolarizado desde 1915 hasta 1916 en el centro de enseñanza «Nuestra Señora de Monserrat» y de 1918 a 1923 recibió educación primaria en las escuelas del Amor de Dios. En 1923 pasa a estudiar el bachillerato en el colegio de Santo Domingo de Orihuela, regentado por los jesuitas, que le proponen para una beca con la que continuar sus estudios, que su padre rechaza. 

En 1925 abandonó los estudios por orden paterna para dedicarse en exclusiva al pastoreo. Mientras cuidaba el rebaño, Hernández leía con avidez y escribía sus primeros poemas.

Por entonces, el canónigo Luis Almarcha Hernández inició una amistad con Hernández y puso a disposición del joven poeta libros de San Juan de la Cruz, Gabriel Miró, Paul Verlaine y Virgilio entre otros. Sus visitas a la biblioteca pública eran cada vez más frecuentes y empezó a formar un improvisado grupo literario junto a otros jóvenes de Orihuela en torno a la tahona de su amigo Carlos Fenoll. Los principales participantes en aquellas reuniones eran, además de Hernández y del propio Carlos Fenoll, su hermano Efrén Fenoll, Manuel Molina y José Marín Gutiérrez, futuro abogado y ensayista que posteriormente adoptaría el seudónimo de «Ramón Sijé» y a quien Hernández dedicó su célebre Elegía. Desde ese momento, Ramón Sijé se convirtió no solo en su amigo, sino también en su compañero de inquietudes literarias.

Los libros fueron su principal fuente de educación lírica, convirtiéndose en una persona totalmente autodidacta en este aspecto. Los grandes autores del Siglo de Oro: Miguel de Cervantes, Lope de Vega, Pedro Calderón de la Barca, Garcilaso de la Vega y, sobre todo, Luis de Góngora, oficiaron como sus principales maestros.

Su pasión creciente por la escritura le lleva a pensar en comprar una máquina de escribir y dejar de molestar así al vicario, que era quien le pasaba a limpio sus versos. Eladio Belda, administrador del semanario social y agrario El Pueblo de Orihuela, le aconseja comprar una de segunda mano, portátil, de la marca Corona, cuyo precio es de 300 pesetas. Miguel Hernández estrena su máquina de escribir el 20 de marzo de 1931. A partir de entonces, subirá cada mañana al monte, hasta la Cruz de la Muela, con el hatillo al hombro y la máquina de escribir para componer poemas hasta altas horas de la tarde. 

El 25 de marzo de 1931, con tan solo veinte años, obtuvo el primer y único premio literario de su vida concedido por la Sociedad Artística del Orfeón Ilicitano con un poema de 138 versos llamado Canto a Valencia, bajo el lema Luz..., Pájaros..., Sol.. El tema principal del poema era el paisaje y las gentes del litoral levantino, en el que destacaba el mar Mediterráneo, el río Segura y las ciudades de Valencia, Alicante y Murcia. Cuando Hernández recibió la notificación de la consecución del premio, se apresuró a viajar a la ciudad ilicitana creyendo que recibiría un premio económico, pero fue acreedor tan solo de una escribanía de plata. 

Debido a la reputación que logró gracias a las publicaciones en varias revistas y diarios, el 31 de diciembre de 1931 viajó a Madrid, buscando consolidarse en la escena, acompañado de unos pocos poemas y recomendaciones. Introducido por Francisco Martínez Corbalán, las revistas literarias La Gaceta Literaria y Estampa lo ayudaron a buscar empleo, pero el intento no fructificó y se vio obligado a volver a Orihuela el 15 de mayo de 1932. No obstante, dicho viaje tuvo gran importancia, al permitirle conocer de primera mano la obra de la generación del 27, así como la teoría necesaria para la composición de su obra Perito en lunas.

Según Carlos Rodríguez Eguía, Miguel Hernández vivió pobremente desde mediados de diciembre de 1931 hasta mediados de mayo de 1932, en el número 4 de la calle Francisco Navacerrada del barrio de La Guindalera, en la zona más próxima a la calle Cartagena. Allí se encontraba la Academia Morante, donde Miguel Hernández ocupó una habitación, gestionada por su amigo oriolano Alfredo Serna García, profesor de la Academia. A cambio de la habitación sin derecho a comida, el poeta ejercía tareas de conserje.

En 1933 se publicó Perito en Lunas, su primer libro. Hernández fue invitado a hacer lecturas de su obra en la Universidad de Cartagena y en el Ateneo de Alicante el 29 de abril de 1933.

Tras aquel prometedor comienzo, marchó a Madrid por segunda vez para obtener trabajo, esa vez con mejor fortuna, pues logró ser nombrado colaborador en las Misiones Pedagógicas. Más tarde le escogió como secretario y redactor de la enciclopedia Los toros su director y principal redactor, José María de Cossío, que se convirtió en su protector y más ferviente sostenedor de su obra. 

Colaboró además con asiduidad en Revista de Occidente. Le dice a Josefina Manresa el 12 de febrero de 1936 que le ha dedicado El rayo que no cesa y que todos los versos son de amor, pensando en ella menos uno dedicado por la muerte de su amigo. Se presentó a Vicente Aleixandre e hizo amistad con él y con Pablo Neruda; este fue el origen de su breve etapa dentro del surrealismo, con aliento torrencial e inspiración telúrica. Su poesía por entonces se hace más social y manifestó a las claras un compromiso político con los más pobres y desheredados. 

En diciembre de 1935, como sabemos, murió su fraternal amigo de toda la vida, Ramón Sijé, y Hernández le dedicó su extraordinaria Elegía, que provocó el difícil entusiasmo de Juan Ramón Jiménez en una crónica del diario El Sol.

Al estallar la Guerra Civil, Miguel Hernández estaba en Orihuela. A su amigo José María de Cossío, con el que tenía tanto trato en Espasa-Calpe, le pide en carta del 25 de agosto que le gestione el poder cobrar la mitad de su sueldo mensual al ser asesinado el padre de su novia, Josefina Manresa, en Elda, por ser guardia civil. Es "enorme desgracia, por equivocación", y dejar a su mujer y a varios hijos, le afirma en esa carta. Hernández se alistó por entonces en el bando republicano. En el verano de 1936 también se afilió al Partido Comunista de España y desde comienzos de 1937 es comisario político militar. Hernández figuró en el 5º Regimiento, ejerciendo en él de comisario político y pasó a otras unidades en los frentes de la Batalla de Teruel, Andalucía y Extremadura. 

Su actividad de comisario político comunista en el Ejército le valdría la pena capital tras la guerra, luego conmutada. 

En plena guerra, logró escapar brevemente a Orihuela para casarse el 9 de marzo de 1937 con Josefina Manresa. A los pocos días tuvo que marchar al frente de Jaén. En el verano de 1937 asistió al II Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura, celebrado en Madrid y Valencia, donde conoció al peruano César Vallejo.

II Congreso internacional de escritores para la defensa de la cultura.

Viajó en 1937 en representación del gobierno de la república a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, donde permaneció del 1 de septiembre al 5 de octubre, y donde escribió tres poemas: “España en ausencia”, “Rusia” y “La Fábrica-Ciudad”, escrito este último en Járkov y semejante a la obra de Vladímir Mayakovski, el poeta leninista. Regresó en octubre para escribir el drama Pastor de la muerte y numerosos poemas recogidos más tarde en su obra El hombre acecha. 

El 19 de diciembre de 1937 nació su primer hijo, Manuel Ramón, que murió a los pocos meses de nacer, el 19 de octubre de 1938, y a quien dedicó el poema Hijo de la luz y de la sombra y otros recogidos en el Cancionero y romancero de ausencias. 

El 4 de enero de 1939 nació su segundo hijo, Manuel Miguel, a quien dedicó las famosas Nanas de la cebolla. 

Escribió un nuevo libro: Viento del pueblo. Destinado a la 6.ª división, pasó a Madrid.

En abril de 1939, recién concluida la guerra, se había terminado de imprimir en Valencia El hombre acecha. Aún sin encuadernar, una comisión depuradora franquista presidida por el filólogo Joaquín de Entrambasaguas, ordenó la destrucción completa de la edición. Sin embargo, dos ejemplares que se salvaron permitieron reeditar el libro en 1981.

Su gran amigo Cossío se ofreció a acoger al poeta en Tudanca, pero este decidió volver a Orihuela. Pero en Orihuela corría mucho riesgo, por lo que decidió irse a Sevilla pasando por Córdoba, con la intención de cruzar la frontera de Portugal por Rosal de la Frontera (Huelva). 

En Portugal, intentó vender un reloj de oro que le había regalado Vicente Alexaindre para costearse su viaje a América, pero fue delatado por el joyero a la policía de fronteras. La policía de Salazar, dictador portugués, lo arrestó en Moura el 30 de abril por cruzar sin autorización y lo entregó al Cuerpo de Investigación y Vigilancia, encargado de vigilar las fronteras. 

Fue llevado a una celda del puesto de Rosal de la Frontera el 3 de mayo. El 9 de mayo fue trasladado a la prisión provincial de Huelva. 

Cuando estaba en prisión, su mujer Josefina Manresa le envió una carta en la que mencionaba que solo tenían pan y cebolla para comer; el poeta compuso en respuesta las Nanas de la cebolla. Durante los nueve días que estuvo en la cárcel de Huelva fue sacado varias veces de ella por grupos de falangistas y «gente de orden» que lo golpearon brutalmente. Querían que confesara que él había matado a José Antonio Primo de Rivera, líder de Falange.

Desde la cárcel de Huelva lo trasladaron a Sevilla y posteriormente al penal de la calle Torrijos, en Madrid, hoy calle del Conde de Peñalver, de donde, gracias a las gestiones que realizó Pablo Neruda ante un cardenal, salió en libertad inesperadamente, sin ser procesado, en septiembre de 1939, aunque asimismo influyeron las gestiones paralelas de Cossío. 

Estando preso en la prisión de la calle Torrijos le escribe una dramática tarjeta postal: «Querido primo José María: [...] tú puedes ayudarme a salir rápidamente y no debes dejar de hacerlo. No llevaba la documentación necesaria y me detuvieron en Portugal, y me condujeron aquí». Al recto de la postal, sobre la dirección de Cossío, consciente de la extrema gravedad personal de su situación, llega a poner incluso, de su mano: «¡Arriba España!¡Viva Franco!» (reproducción fotográfica de la postal en Ignacio de Cossío, Cossío y los toros. [S.l.], Consejería de Cultura de Cantabria, 2008, entre pp. 232-233).

Pero vuelto a Orihuela, fue delatado y detenido y ya en la prisión de la plaza del Conde de Toreno en Madrid, allí convivió con Buero Vallejo y este realizó el famoso retrato a lápiz del poeta, icono durante la Dictadura, fue juzgado y condenado a muerte en marzo de 1940 por un consejo de guerra presidido por el juez Manuel Martínez Gargallo y en el que actuó como secretario el alférez Antonio Luis Baena Tocón. José María de Cossío y otros intelectuales amigos, entre ellos Luis Almarcha Hernández, amigo de la juventud y vicario general de la diócesis de Orihuela y posteriormente obispo de León en 1944, intercedieron por él y se le conmutó la pena de muerte por la de treinta años de cárcel. También entonces influyó mucho la gestión del propio Cossío, que acude al secretario de la Junta Política de FET y de las JONS, Carlos Sentís, y a Rafael Sánchez Mazas, vicesecretario de la misma, pero que tenía relación con el general José Enrique Varela, ministro del Ejército, que en carta le contestó a Sánchez Mazas a mitad de 1940: "Tengo el gusto de participarle que la pena capital que pesaba sobre Don Miguel Hernández Gilabert, por quien se interesa, ha sido conmutada por la inmediata inferior, esperando que este acto de generosidad del Caudillo, obligará al agraciado a seguir una conducta que sea rectificación del pasado" (estos documentos se reproducen fotográficamente en Ignacio de Cossío, op. cit., entre pp. 232-233).

Pasó luego por la prisión de Palencia (llegó el 23 de septiembre de 1940, tras un trayecto de dieciséis horas realizado en vagones de mercancías junto con otros 244 presos), donde decía que no podía llorar porque las lágrimas se congelaban por el frío; también por la cárcel de Yeserías, y en noviembre al penal de Ocaña, en Toledo. En junio de 1941, fue trasladado al Reformatorio de Adultos de Alicante. Allí enfermó: padeció primero bronquitis y luego tifus, que se le complicó con tuberculosis. La intervención del pintor Miguel Abad Miró, amigo desde antes de la prisión, fue decisiva para recibir una atención médica especializada del director del Dispensario Antituberculoso de Alicante, Antonio Barbero Carnicero, quien pudo mejorar la situación del poeta con dos intervenciones, pero desgraciadamente el permiso de traslado al Hospital Antituberculoso «Porta Coeli» de la provincia de Valencia llegó demasiado tarde. En los últimos momentos y a su pesar, Miguel accedió a contraer matrimonio eclesiástico con Josefina en la enfermería de la prisión, con el fin de facilitar las cosas a su esposa dado que su anterior unión civil no tenía validez legal para el nuevo régimen.

Falleció en la enfermería de la prisión alicantina a las 5:32 de la mañana del 28 de marzo de 1942, con solo treinta y un años de edad. Se cuenta que no pudieron cerrarle los ojos, hecho sobre el que su amigo Vicente Aleixandre compuso un poema. Abad Miró formó parte del reducido séquito fúnebre que, con la viuda, acompañó los restos mortales del poeta hasta el cementerio y corrió con los gastos del enterramiento. Fue enterrado el 30 de marzo, en el nicho número mil nueve del cementerio de Nuestra Señora del Remedio de Alicante.

Vicente Aleixandre: En la muerte de Miguel Hernández


«Elegía en la muerte de Miguel Hernández»

I

No lo sé. Fue sin música.

Tus grandes ojos azules

abiertos se quedaron bajo el vacío ignorante,

cielo de losa oscura,

masa total que lenta desciende y te aboveda,

cuerpo tú solo, inmenso,

único hoy en la Tierra,

que contigo apretado por los soles escapa.


Tumba estelar que los espacios ruedas

con sólo él, con su cuerpo acabado.

Tierra caliente que con sus solos huesos

vuelas así, desdeñando a los hombres.

¡Huye! ¡Escapa! No hay nadie;


sólo hoy su inmensa pesantez de sentido,

Tierra, a tu giro por los astros amantes.

Solo esa Luna que en la noche aún insiste

contemplará la montaña de vida.

Loca, amorosa, en tu seno le llevas,

Tierra, oh Piedad, que sin mantos le ofreces.

Oh soledad de los cielos. Las luces

sólo su cuerpo funeral hoy alumbran.

II

No, ni una sola mirada de un hombre

ponga su vidrio sobre el mármol celeste.

No le toquéis. No podríais. El supo,

sólo él supo. Hombre tú, solo tú, padre todo

de dolor. Carne sólo para amor. Vida solo

por amor. Sí. Que los ríos

apresuren su curso: que el agua

se haga sangre: que la orilla

su verdor acumule: que el empuje

hacia el mar sea hacia ti, cuerpo augusto,

cuerpo noble de luz que te diste crujiendo

con amor, como tierra, como roca, cual grito

de fusión, como rayo repentino que a un pecho

total único del vivir acertase.


Nadie, nadie. Ni un hombre. Esas manos

apretaron día a día su garganta estelar. Sofocaron

ese caño de luz que a los hombres bañaba.

Esa gloria rompiente, generosa que un día

revelara a los hombres su destino; que habló

como flor, como mar, como pluma, cual astro.

Sí, esconded, esconded la cabeza. Ahora hundidla

entre tierra, una tumba para el negro pensamiento

cavaos,

y morded entre tierra las manos, las uñas, los dedos

con que todos ahogasteis su fragante vivir.

III

Nadie gemirá nunca bastante.

Tu hermoso corazón nacido para amar

murió, fue muerto, muerto, acabado, cruelmente acuchillado de odio..

¡Ah! ¿Quién dijo que el hombre ama?

¿Quién hizo esperar un día amor sobre la tierra?

¿Quién dijo que las almas esperan el amor y a su sombra florecen?

¿Que su melodioso canto existe para los oídos de los hombres?

Tierra ligera, ¡vuela!

Vuela tú sola y huye.

Huye así de los hombres, despeñados, perdidos,

ciegos restos del odio, catarata de cuerpos

crueles que tú, bella, desdeñando hoy arrojas.

Huye. hermosa, lograda,

por el celeste espacio con tu tesoro a solas.

Su pesantez, al seno de tu vivir sidéreo

da sentido, y sus bellos miembros lúcidos para siempre

inmortales sostienes para la luz sin hombres.

Vicente Aleixandre

En: Nacimiento último – 1953 Recogido en: Vicente Aleixandre – Poesías completas. *Vicente Aleixandre escribió esta elegía el 28 de marzo de 1942, en la enfermería de la prisión alicantina, en la que acababa de morir Miguel Hernández, eran las 5.32. Se dice que no pudieron cerrarle los ojos …

Vicente Aleixandre y Merlo nació en Sevilla, el 26 de abril de 1898. Poeta perteneciente a la Generación del 27′. Académico de la Real Academia de la Lengua desde 1950, con el sillón de la letra O. Premio Nacional de Literatura en 1933 por “La destrucción o el amor Premio de la Crítica en 1963 por: “En un vasto dominio”, y en 1969, por: “Poemas de la consumación”. Le fue concedido el Premio Nobel de Literatura, en 1977.

Murió en Madrid, el 14 de diciembre de 1984.

Los restos de Miguel Hernández fueron exhumados en 1984 debido a la muerte de su hijo Manuel Miguel Hernández Manresa aquel año. La exhumación causó gran revuelo entre un grupo reducido de seguidores de Hernández, que se agolparon el día del entierro del hijo, llegando a besar su calavera o intentar robar un hueso. El ataúd fue preservado para exponerlo en la Casa-Museo de Miguel Hernández de Orihuela.

En diciembre de 1986, los restos de ambos fueron trasladados a un terreno cedido por el Ayuntamiento de Alicante ubicado en el mismo cementerio y en febrero de 1987 fue enterrada junto a ellos la que fuera esposa de Miguel Hernández, Josefina Manresa.

La fundación que lleva el nombre del poeta se creó el 13 de julio de 1994, para preservar y difundir el patrimonio y memoria del poeta. La conformaron Lucía Izquierdo, nuera del poeta y seis personas (5 patronos y el director) nombradas por los Herederos del poeta, la Generalidad Valenciana, la Diputación Provincial de Alicante, los Ayuntamientos de Alicante, Elche y Orihuela. Posteriormente, al Ayuntamiento de Elche le sustituyó el Ayuntamiento de Cox, y se le sumó Caja Mediterráneo, y las universidades de Alicante y la Miguel Hernández.

En febrero de 2011, la Sala de lo Militar del Tribunal Supremo denegó la posibilidad de un recurso extraordinario de revisión de la condena solicitado por la familia, al considerar que la misma fue impuesta por motivos ideológicos o políticos y que ya quedó anulada con la ley de Memoria Histórica, aprobada durante el Gobierno de J. L. Rodríguez Zapatero, que declaró este tipo de condenas como radicalmente injustas e ilegítimas.

En 2018, coincidiendo con la conmemoración de los setenta y cinco años de la muerte de poeta, se celebraron varias actividades. Entre otras la celebración en Orihuela, Alicante y Elche del IV Congreso Internacional “Miguel Hernández, poeta del mundo” los días 15, 16, 17 y 18 de noviembre. El segundo eje temático del congreso aborda la obra de Miguel Hernández en otros idiomas. Así como una exposición para dar a conocer la experiencia vivida por el poeta en la cárcel de Alicante.

En junio de 2019, a solicitud del hijo de Antonio Luis Baena Tocón, que se basaba en la Ley de Protección de Datos y el denominado derecho al olvido digital, la Universidad de Alicante borró de sus archivos digitales las referencias que el profesor Juan A. Ríos Carratalá había incluido en algunos de sus estudios referidos a la actuación de Baena Tocón como secretario judicial en los juicios contra el poeta. Un mes después, la Universidad de Alicante anunció su decisión de restaurar los artículos académicos al considerar de interés público el papel de Baena Tocón.

El legado de Miguel Hernández llegó a la provincia de Jaén después de que, tras unas intensas negociaciones de parte de los herederos del poeta con el Ayuntamiento de Elche (Alicante), este, por cuestiones ideológicas, decidiera finalmente rechazar la custodia y puesta en valor del legado. En 2012, tras la negativa del mencionado ayuntamiento y la orden del súbito desalojo de todos los documentos del archivo municipal de Elche, la Diputación Provincial de Jaén estaba en contacto con los herederos ofreciendo la posibilidad de acordar la custodia y puesta en valor y posteriormente ofrecer la propuesta de adquisición del legado del poeta de Orihuela. Pronto las negociaciones dieron sus frutos, llegando el legado en agosto de ese año al Instituto de Estudios Giennenses y comenzando los trabajos de catalogación, digitalización, difusión y conservación.

Ese mismo año, 2012, se aprueba por unanimidad en Pleno de la Diputación Provincial de Jaén la propuesta de Himno Oficial de la provincia, que recoge como letra el poema Aceituneros, también conocido como Andaluces de Jaén, de Miguel Hernández, muchas veces musicalizado por artistas como Paco Ibáñez, Carmen Linares, o Juan Valderrama aunque la música oficial es del compositor Santiago José Báez Cervantes, siendo presentado oficialmente el día 27 de noviembre de 2012, interpretado por Carmen Linares.´

El legado, conformado por más de 5.600 registros, está custodiado en el Instituto de Estudios Giennenses (IEG), organismo autónomo de la Diputación Provincial de Jaén, donde se realizó una minuciosa labor de conservación, digitalización, difusión y puesta en valor del legado. Esto dio como resultado un enorme catálogo de libre acceso a través de la web de la Diputación de Jaén, que tiene como objetivo poner a disposición de los investigadores toda la documentación, obras literarias, fotografías y demás archivos del legado para su estudio.

Mientras tanto, en la planta baja del Museo Zabaleta de Quesada (Jaén), se construía el Museo Miguel Hernández/Josefina Manresa, que abriría sus puertas en marzo de 2015 para acoger una exposición permanente del legado del poeta en la localidad que vio nacer a su esposa, Josefina. Dicho museo se constituye como un espacio para conocer y profundizar en la vida y obra del poeta oriolano, desde su infancia como cabrero hasta su muerte en prisión, destacando también su alcance como poeta universal.

Aparte de la creación y puesta en marcha del museo, la Diputación Provincial de Jaén junto al Instituto Cervantes, quienes firmaron acuerdo de colaboración para con el legado hernandiano en 2017, prorrogándose por cuatro años más en 2021, y en cooperación con diversas instituciones públicas, llevaron a cabo una magna exposición itinerante sobre el autor y su legado, en conmemoración del 75 aniversario de la muerte del poeta, que se exhibió por primera vez en el Centro Cultural Baños Árabes de Jaén de 4 de diciembre de 2017 a 4 de marzo de 2018, y que se tituló Miguel Hernández. A plena luz. Esta exposición, compuesta por medio centenar de originales procedentes del legado, incluyendo manuscritos, primeras ediciones, cartas y fotografías entre otros, tendría un largo recorrido, pasando por doce ciudades de tres continentes distintos, y extendiéndose hasta las postrimerías del año 2021.

Al mismo tiempo, y a propósito de la citada exposición, el Centro Cultural Baños Árabes de Jaén dedicó uno de sus espacios al autor, llamado precisamente Sala Miguel Hernández, con objeto de “difundir la memoria y obra del poeta”. La sala, el Museo Miguel Hernández de Quesada y la propia Fundación Legado Miguel Hernández, conforman una triada ineludible en la provincia de Jaén para conocer más a fondo al poeta oriolano y su legado personal y literario.

La Fundación Legado Miguel Hernández fue creada en 2018 para reforzar la importante labor de divulgación y difusión del legado del poeta que la Diputación Provincial de Jaén venía realizando desde de 2012. Esta fundación dirige sus funciones a la preservación y a la difusión de la obra poética y literaria del autor oriolano, así como al desarrollo de las investigaciones sobre su vida, obras, y entorno social y cultural, promocionando también actividades educativas y culturales en torno al mismo. La sede de la Fundación Legado Miguel Hernández se halla en el Antiguo Hospital San Juan de Dios de Jaén.

De entre los proyectos desarrollados desde la Fundación Legado Miguel Hernández, destaca el de Llamo a los poetas, ideado y organizado por el educador, creativo y editor Pedro Molino Jiménez. A través del mismo, se pretende generar, en una sala del Museo Miguel Hernández/Josefina Manresa de Quesada, un Fondo Bibliopoético de poesía contemporánea en castellano, catalán, gallego y euskera, que llegue a convertirse en un referente como biblioteca de poesía, rindiendo a su vez homenaje a Miguel Hernández y su obra. El proyecto fue apadrinado simbólicamente por el cantautor Paco Ibáñez, iniciándose el día 1 de abril de 2023 con las primeras donaciones de parte de un nutrido grupo de poetas. Es, en definitiva, un proyecto a largo plazo que está abierto a toda persona que quiera acercarse a engrosar dicho fondo o, sencillamente, a disfrutar del espacio.

El Supremo rechazó revisar la condena a muerte de Miguel Hernández pero reconoció su injusticia. El alto tribunal estimó que la ley de Memoria Histórica ya declara la ilegitimidad de las condenas producidas por motivos políticos e ideológicos.




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sábado, 11 de mayo de 2024

El Greco: "despreciable y ridículo pintor".

 TRATADO DE “LOCO” DURANTE MÁS DE DOS SIGLOS 

Sólo cuando los escritores y pintores franceses románticos descubrieron al artista griego, los historiadores españoles dejaron de insultarle.

Un detalle de la parte inferior de 'La resurrección de Cristo', de 1597, del Greco.

El Greco nació hace poco más de un siglo y lo parieron las vanguardias. Los pintores del cambio de siglo le ofrecieron la gloria y la consagración cuando le hicieron referencia protocubista y expresionista. Se interesaban por este extraño artista al que apenas un cuarto de siglo antes todavía era acreditado como “luz de Toledo, desconocido más allá de la vieja ciudad”. Las influencias del griego arraigaban en Picasso; aparecían las primeras exposiciones que atendían a sus obras. “Suscitaban cada vez mayor atención y comenzaron a entrar masivamente en los grandes museos europeos y americanos”, dejó escrito el mayor experto en la vida y obra que ha tenido Theotocopuli, José Álvarez Lopera (1950-2008).

No fue consagrado como emblema de las artes hasta la primera retrospectiva del Museo del Prado, en 1902, la biografía publicada en 1908 de Manuel Cossío (1857-1935) y la inauguración, en 1910, del Museo del Greco, que se convirtió en destino turístico. Sin embargo, continuaba la leyenda de la locura, enalteciéndola. Como la virtud de un individuo que se salta la narración para adelantarse tres siglos a la historia del arte. Todavía habría en 1914 un historiador que escribiría que el maestro era un “loco, desequilibrado mental, mal dibujante, mal caricaturista, pintor de los espectros, de crueles borrones, tétrico de los atormentados por la Inquisición, de torpes manos…”

A las puertas de la apoteosis cretense-toledana, que en 2014 celebró el cuarto centenario de su muerte, la imagen y consideración de Domenico en estos siglos ha sido funesta. Fue el traspiés más sonado del sacerdote y tratadista Antonio Palomino (1655-1726) –consulta esencial del Siglo de Oro español- lo que arrastró al Greco (1541-1614) a las catacumbas de las patrañas tras escribir en 1724: “Él viendo que sus pinturas se equivocaban con las de Tiziano, trató de mudar manera, con tal extravagancia, que llegó a hacer despreciable y ridícula su pintura, así en lo descoyuntado del dibujo como en lo desabrido del color”.

Un sambenito es para siempre

Este cliché le fue aplicado sin remilgos por considerarlo de segunda. Palomino se convirtió en la única fuente, junto con Pacheco, que durante más de un siglo contó para el conocimiento del Greco y su equivocación y veneno se inoculó por aquí y por allá, mandando de un plumazo al olvido la labor de quien tuvo que tragarse el rechazo de Felipe II.

“No hubo tal mudanza de manera, sino que siguiendo siempre una manera árida y confusa, le salieron buenos los cuadros que hizo con mucho estudio y consideración, y malos y aun abominables los que hizo solo para salir del día”, trataba de reconducir con más voluntarismo que solvencia Eugenio Llaguno en las mismas fechas. Sus equivocadas palabras insistían en una leyenda que empezaba a armarse: Así parece que El Greco tuvo lúcidos intervalos y que alternaban en él la razón y el delirio. La locura del pintor era la respuesta al desinterés por su obra.

Explicaciones fáciles destinadas a aliviar la perplejidad que suscitaba –y suscita- una manera única, capaz de desorientar el gusto de una época y de equivocar de por vida a uno de sus grandes prescriptores: “Lo que hizo bien, ninguno lo hizo mejor; y lo que hizo mal, ninguno lo hizo peor”, Palomino cómo no. Theotocopuli siguió siendo muchos años después un pintor extravagante, de estilo “caprichoso y original”, muy mal conocido, parcialmente representado en las colecciones reales y en las de la aristocracia (por el sambenito de Felipe II).

Con historiadores como Juan Agustín Ceán Bermúdez (1749-1829) la sospecha de genialidad hizo desviar algo el disparo. “Sus extravagancias en la tintura de sus tintas cenicientas y en la dureza de su estilo se estiman sus lienzos, porque describen un gran fondo de saber, de maestría y de libertad”. El Greco empezó a relacionarse con la obra de Goya, por compartir rasgos como el capricho, la búsqueda de originalidad a ultranza, la extravagancia y el poco respeto por las reglas.

Francia al rescate (cultural)

Pero las ideas sobre nuestro malogrado póstumo cambiaron gracias a los viajeros europeos y, sobre todo, al medio cultural francés. La obra se revaloriza por un núcleo muy reducido pero muy influyentes artistas y literatos franceses: Gautier, Delacroix, y Baudelaire, que lo conocieron en 1838, con la inauguración en el Museo del Louvre de la Galería Española de Luis Felipe. Estuvo abierta durante 10 años y mostró un panorama completo de nuestra pintura, que el barón Tylor compró por encargo de Luis Felipe, con tiempo y dinero abundante.

Tylor mandó a París más de 400 pinturas de 85 artistas. Había 8 de Murillo, 19 de Velázquez, 28 de Ribera, 23 de Alonso Cano, 80 de Zurbarán y 9 del Greco, entre otras. De ellas Cristo Crucificado con donantes acabó en el Louvre, y Alegoría de la Liga Santa, en la National Gallery de Londres. Ninguna regresó, por supuesto. La sangría sin control como leitmotiv del patrimonio español.

Cristo Crucificado con donantes

Alegoría de la Santa Liga, o Adoración del nombre de Jesús, o El sueño de Felipe II

Con la inversión de valores del gusto fruto de la revolución romántica, El Greco empezó a ser valorado por todo lo que antes fue criticado: ansia de libertad frente a las reglas, afán de originalidad a ultranza, espíritu de rebeldía, su condición de genio incomprendido y, claro está, la misma escasez de noticias sobre su vida. La imaginación siguió volando sin pudor y una leyenda se sustituyó por otra: el loco dio paso al genio incomprendido.

Federico de Madrazo se quejó de los Grecos “por no poder arrojar del Museo caricaturas tan absurdas”, bajo su dirección del Prado

A pesar de todo, los prejuicios castraban al pintor: sus rarezas seguían siendo producto del misterio. Se avanzaba en su aprecio pero no en la comprensión de su pintura. En España poco cambaba, se le reconocían algunos cuadros soberbios mientras se pensaba en él como un pintor malogrado. “El desdichado Greco”. En el catálogo del Prado de 1843, Pedro de Madrazo lo incluye entre los venecianos.

Esas caricaturas tan absurdas

En 1874, Francisco Mateos Gago escribe –al más puro estilo tertulia- para negarle todo influjo en nuestra pintura: “Si se hubiera quedado en Grecia, donde dicen que nació o en Italia, donde cuentan que se educó, maldita la falta que hubieran hecho aquí sus extravagancias para la fundación y prosperidad de la escuela española”. Parece imposible superar tanta majadería, pero en 1881 Federico de Madrazo, siendo director del Prado, superó todas las expectativas cuando se quejó de los Grecos “por no poder arrojar del Museo caricaturas tan absurdas”.

Ni siquiera Benito Pérez Galdós esquivó la farsa y en un artículo de 1870 dejó para la posteridad una recreación de lo más garbancera: “El Greco fue un artista de genio, en quien los terribles efectos de una enajenación mental oscurecieron las prendas de un Tiziano o un Rubens”. Después de valorar su inventiva inagotable, su facilidad para componer o el empleo acertado del color, incide en la leyenda del cambio brusco de estilo por efecto de alguna alucinación mental: “Padeciendo la más lamentable aberración, El Greco se dio a pintar con un falso color y una expresión imaginaria que marca su obra con un sello indeleble. Todos han visto sus figuras escuálidas, terroríficas, sin sangre, flacas y amarillas, con las cabezas sepultadas en enormes gorgueras de encaje rizado…”

¿Dos siglos de “estrabismo estético” y una pila de sandeces incendiarias más tarde, sabemos mirar al Greco? 

El poeta Salvador Rueda dejó pintado en el poema La paleta (1899) el duelo por un jeroglífico: “Según quien supo tu idioma/ fuiste vario en tus aspectos;/ en Murillo, has sido místico;/ en Velázquez, noble y regio;/ franco y sublime en Rosales; /enigmático en El Greco”.

Modigliani y El Greco

(EL CONFIDENCIAL)

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Ludwig van Beethoven. La trágica sinfonía vital de un genio único

Retrato de Beethoven cuando tenía trece años.

Retrato de un joven Ludwig van Beethoven, realizado por Carl Traugott Riedel

Retrato de Beethoven (hacia 1804), en la época de la Sonata Appassionata y de Fidelio. Decidido a «agarrar el destino por el cuello», compuso en el periodo de 1802 a 1812 una serie de obras brillantes y enérgicas características de su estilo «heroico».

Escultura basada en una máscara de Beethovn en vida.

Bonn, Arzobispado de Colonia; 16 de diciembre de 1770 -Viena, 26 de marzo de 1827. Compositor, Director de Orquesta, Pianista y profesor de piano. Su legado musical abarca, cronológicamente, desde el Clasicismo hasta los inicios del Romanticismo. Es considerado uno de los compositores más importantes de la historia de la música y su legado ha influido de forma decisiva en la evolución posterior de este arte.

Siendo el último gran representante del Clasicismo vienés, después de Christoph Willibald Gluck, Joseph Haydn y Wolfgang Amadeus Mozart, Beethoven consiguió hacer trascender la música del Romanticismo, influyendo en diversidad de obras musicales del siglo XIX. Su arte se expresó en numerosos géneros y aunque las sinfonías fueron la fuente principal de su popularidad internacional, su impacto resultó ser principalmente significativo en sus obras para piano y música de cámara.

Su producción incluye los géneros pianístico; treinta y dos sonatas para piano, de cámara -incluyendo numerosas obras para conjuntos instrumentales de entre dos y ocho miembros, concertante, conciertos para piano, violín y triple. Sacra; dos misas, un oratorio- Lieder, Música Incidental; la ópera Fidelio, un ballet, músicas para obras teatrales, y Orquestal, en la que ocupan lugar preponderante, las Nueve Sinfonías.

La familia de Beethoven vivía bajo condiciones modestas. Su abuelo paterno, llamado también Ludwig, (Malinas, 1712-1773), era descendiente de una familia de campesinos y granjeros originarios de Brabante, en la región de Flandes, Bélgica, que se trasladaron a Bonn en el siglo XVIII. La partícula van de su nombre, contrario a lo que pudiera creerse, no proviene de orígenes nobles.

En marzo de 1733 su abuelo emigró a Bonn, donde trabajó como director y maestro de capilla de la orquesta del Príncipe Elector de Colonia. El 17 de septiembre de ese mismo año contrajo matrimonio con Maria Josepha Ball, cuyos testigos fueron el organista Gilles van den Aeden y Johann Riechler. Tuvieron tres hijos: 

Maria Bernarda Ludovica bautizada el 28 de agosto de 1734, y muerta el 17 de octubre de 1735- 

Marcus Josephus bautizado el 25 de abril de 1736, y muerto poco después en una fecha indeterminada.

Johann, de cuyo nacimiento o bautismo no se conserva registro; se supone que nació a finales de 1739 o comienzos de 1740. Fue el único que sobrevivió a la infancia y sería el padre de Beethoven. Johann fue músico y tenor de la corte electoral.

Johann van Beethoven (1740-1792) y Maria Magdalena Keverich (1746-1787), padres de Ludwig van Beethoven.

El 12 de noviembre de 1767 se casó en la iglesia de San Remigio en Bonn con Maria Magdalena Keverich, -19 de diciembre de 1746 a 17 de julio de 1787-, una joven viuda, hija de un cocinero de Tréveris. Por ese motivo, el matrimonio de sus padres sufrió la oposición de su abuelo, que por entonces ya era el prestigioso maestro de capilla de la corte y consideraba a la joven de una clase social inferior a la de su hijo, lo cual no era cierto.

El matrimonio se trasladó al nº 515 de la Bonngasse y dos años después, en 1769, nació su primer hijo, bautizado como Ludwig Maria van Beethoven. Desgraciadamente, apenas seis días después de su bautizo, el niño falleció. 

El 17 de diciembre de 1770 fue bautizado su segundo hijo, en la iglesia de San Remigio de Bonn, con el nombre de «Ludovicus van Beethoven» (Ludwig van Beethoven) según se describe en el acta de bautismo. Su fecha de nacimiento, generalmente aceptada como el 16 de diciembre de 1770, no cuenta con documentación histórica que pueda respaldarla. 

Maria Magdalena tuvo aún cinco hijos más, de los que solo sobrevivieron dos: Kaspar Anton Karl van Beethoven, bautizado el 8 de abril de 1774, y Nikolaus Johann van Beethoven, bautizado el 2 de octubre de 1776. Los biógrafos no tienen claras las fechas de nacimiento exactas de ninguno de los hijos de Maria Magdalena Keverich.

El padre de Beethoven estaba muy gratamente impresionado por el hecho de que Wolfgang Amadeus Mozart diese conciertos a los siete años y quería que su hijo siguiera sus pasos. Con la intención de hacer de Ludwig un nuevo niño prodigio, empezó a enseñarle piano, órgano y clarinete, aún muy pequeño. Sin embargo, el estudio musical coartó el desarrollo afectivo del joven, que apenas se relacionaba con otros niños. En mitad de la noche, Ludwig era sacado de la cama y era obligado a tocar el piano para los conocidos de Johann, a quienes quería impresionar; esto causaba que estuviera cansado en la escuela. Era habitual que dejara de asistir a clases y se quedara en casa para practicar música.

El padre era, además, alcohólico, lo que le supuso perder el puesto de director de la orquesta de Bonn —heredado del abuelo Ludwig—, y la madre estaba frecuentemente enferma. Aunque la relación con Johann era distante, Ludwig amaba mucho a su madre, a la que denominaba su «mejor amiga».

El 26 de marzo de 1778, cuando tenía siete años, Beethoven realizó su primera actuación en público en Colonia. Su padre afirmó que la edad de Ludwig era de seis años, para destacar, de esta manera, la precocidad del niño; por ello, siempre se creyó que Beethoven era más joven de lo que era en realidad. Debido a que el talento musical y pedagógico de su padre era limitado, Ludwig comenzó a recibir clases de otros profesores. Sus avances fueron significativos, sobre todo en la interpretación del órgano y la composición, guiado por músicos experimentados como Christian Gottlob Neefe. Neefe fue un profesor muy importante e influyente en su instrucción y supo valorar inmediatamente el nivel excepcional de Ludwig. Además de transmitirle conocimientos musicales, Neefe dio a conocer a Beethoven las obras de los pensadores más importantes, tanto antiguos como contemporáneos.

En 1782, a los once años, publicó su primera composición, titulada Nueve variaciones sobre una marcha de Ernst Christoph Dressler (WoO 63). 

Un año después, Neefe escribió en la Revista de Música acerca de su alumno: «Si continúa así, como ha empezado, se convertirá seguramente en un segundo Wolfgang Amadeus Mozart». En junio del siguiente año, Ludwig fue contratado como intérprete de viola en la orquesta de la corte del Príncipe Elector de Colonia, Maximiliano Francisco, por recomendación de Neefe. Este puesto le permitió frecuentar la música de los viejos maestros de capilla, además de facilitarle la entrada en nuevos círculos sociales, en los que se encontraban algunos de los que serían amigos suyos durante toda su vida, como la familia Ries, los von Breuning -en cuya casa conoció a los clásicos y aprendió a amar la poesía y la literatura- o el doctor Franz Gerhard Wegeler, con quien años después volvería a encontrar en Viena.

Beethoven encontró una vía de escape de la presión familiar en 1787 cuando, con 16 años, marchó a la capital austriaca apoyado por su mecenas, el Conde Ferdinand von Waldstein, quien sufragó los gastos del viaje y, lo más importante, lo convenció de sus posibilidades de éxito. Parece que durante este viaje a Viena tuvo lugar un fugaz encuentro con Mozart, en relación con el cual, solo existen textos de discutible autenticidad. De cualquier modo, la leyenda dice que Mozart habría dicho: «Recuerden su nombre, este joven hará hablar al mundo».

Al poco tiempo, su madre enfermó gravemente de tuberculosis y su padre le pidió por carta que regresara a Bonn inmediatamente. La madre murió el 17 de julio de 1787. Tras este hecho, su padre entró en una depresión y su alcoholismo se agravó, llegando a ser detenido y encarcelado por ello. 

A partir de entonces, Ludwig tuvo que responsabilizarse de sus jóvenes hermanos y se vio obligado a mantenerlos, tocando el violín en una orquesta y dando clases de piano durante cinco años, mientras su padre seguía preso. 

Su padre falleció finalmente el 18 de diciembre de 1792.

En 1792 el príncipe elector de Bonn volvió a financiarle un viaje a Viena, ciudad en la que permaneció el resto de su vida componiendo, tratando de alcanzar un reconocimiento social a su persona por medio del arte y sufriendo un mal particularmente terrible para él: la sordera. Allí, Beethoven recibió clases de composición con Joseph Haydn, de contrapunto con Johann Georg Albrechtsberger y Johann Baptist Schenk y de lírica con Antonio Salieri.

Durante este período, Beethoven tuvo varios duelos musicales con otros pianistas. El primero fue en 1792 ―a los 21 años―, durante un viaje con la orquesta de la corte, en el cual tocó con Franz Sterkel, ejecutando obras de dicho compositor. En 1800 tuvo lugar el famoso duelo en el Palacio de Lobkowitz, en el que el pianista y compositor Daniel Steibelt lo retó a que tocasen juntos. En dicha ocasión, Beethoven tomó partituras de una obra de este, modificándolas al mismo tiempo que las iba tocando, con tanta gracia que Steibelt declaró que no volvería a Viena mientras Beethoven viviera allí y abandonó la ciudad, radicándose en París.

A los 24 años publicó su primera obra importante: Tres Tríos para Piano, Violín y Violonchelo (Opus 1), y el año siguiente, en 1795, realizó su primer concierto público en Viena como compositor profesional, en el que interpretó sus propias obras. 

Ese año, 1795, propuso matrimonio a Magdalena Willman, pero ella se negó. Después, realizó una gira por Praga, Dresde, Leipzig, Berlín y Budapest. 

En 1796 publicó tres Sonatas para Piano (Opus 2). 

La corte, la nobleza y la Iglesia vienesas acogieron la música de Beethoven y se convirtieron en mecenas y protectores del joven músico. Eran frecuentes las disputas entre estos estamentos y el compositor, debido al carácter fuerte e impulsivo del mismo, pero este hecho le hizo granjearse un gran respeto en la ciudad. Entre sus mecenas se encontraban personalidades como el Príncipe Karl von Lichnowsky y el barón Gottfried van Swieten. Por esa época se desligó de Haydn, con el que no coincidía musicalmente pero a quien, a pesar de esto, le dedicó los tres tríos.

En 1800, Beethoven organizó un nuevo concierto en Viena en el que realizó la presentación de su Primera Sinfonía. Su actividad musical iba en aumento y también impartió clases de piano entre las jóvenes aristócratas, con las que mantuvo romances esporádicos. E

El año siguiente, Beethoven se confesó preocupado por su creciente sordera, a su amigo Wegeler. En Heiligenstadt, el año siguiente, escribió el conocido Testamento de Heiligenstadt, en el que expresa su desesperación y disgusto ante la injusticia de que un músico pudiera volverse sordo, algo que no podía concebir ni soportar. Incluso llegó a plantearse el suicidio, pero la música y su fuerte convicción de que podía hacer una gran aportación al género hicieron que siguiera adelante. En dicho testamento escribió que sabía que todavía tenía mucha música por descubrir, explorar y concretar.

Beethoven en 1803, pintado por Christian Horneman.

Su música inicial, fresca y ligera, cambió para convertirse en épica y turbulenta, acorde con los tiempos revolucionarios que vivía Europa, cuando las potencias monárquicas se habían aliado para derrotar a la Francia Revolucionaria. En una deslumbrante campaña en el norte de Italia, en la que el ejército austríaco fue derrotado, adquirió notoriedad Napoleón Bonaparte, que se convirtió en un ídolo entre los sectores progresistas. De esta época son la Sonata para piano n.º 8, llamada Patética, y la Sonata para Piano n.º 14, llamada Claro de Luna. 

Su Tercera Sinfonía, llamada La Heroica, estaba escrita en un principio en «memoria de un gran hombre», Napoleón, que era visto en ese momento como un liberador de su pueblo, pero cuando se declaró a sí mismo Emperador, Beethoven se enfureció y borró violentamente el nombre de Napoleón de la primera página de la partitura. La Heroica se estrenó finalmente el 7 de abril de 1805.

Muy pronto, Beethoven dejó de necesitar los conciertos y recitales en los salones de la corte para sobrevivir. Los editores se disputaban sus obras; además, la aristocracia austriaca, quizás avergonzada por la muerte de Wolfgang Amadeus Mozart en la pobreza, le asignó una pensión anual. 

Debido a la pérdida de sus capacidades auditivas, se entregó a una febril actividad creadora, y, a la par, sufrió penalidades personales producidas por dos desengaños amorosos. No llegó a casarse nunca, pero se le atribuyen varios romances, sobre todo entre damas de la nobleza. Antonie von Birkenstock, casada con el banquero alemán Franz Brentano, fue uno de los grandes amores de su vida. 

Entre 1804 y 1807, estuvo enamorado de la joven y bella condesa Josephine Brunswick, viuda de Joseph Graf Deym. Su amor era correspondido por parte de la condesa, pero este no pudo concretarse debido a las rígidas restricciones sociales de la época y a la estricta separación entre la nobleza y el vulgo, por lo que la relación cesó. 

Durante este período, Beethoven había terminado Leonore, su única ópera. 

Compuso cuatro Oberturas diferentes y finalmente cambió el nombre de su ópera a Fidelio, en contra de sus deseos. 

El 20 de noviembre de 1805 fue la fecha de la primera representación, que tuvo poca afluencia de público, ya que esa misma semana las tropas de Napoleón habían entrado por primera vez en Viena. 

En los años siguientes, Beethoven incrementó su actividad creadora y compuso muchas obras, entre ellas, la Quinta Sinfonía, la Sexta Sinfonía o Sinfonía Pastoral, la Obertura Coriolano y la bagatela para piano, Para Elisa.

Sus apariciones en público eran cada vez más infrecuentes. El 22 de diciembre de 1808 Beethoven dio uno de sus últimos conciertos en vivo, en una larga jornada que incluyó el estreno de la Fantasía para Piano, Orquesta y Coro Op. 80, las Sinfonías Quinta y Sexta, el Concierto para Piano n.º 4 Op. 58, el Aria, Ah perfido! y tres movimientos de la Misa en Do Mayor Op. 86. 

Tuvo como alumno al Archiduque Johann Joseph Rainer Rudolph, hermano del Emperador, que eventualmente se convirtió también en su más grande benefactor. En 1809 Beethoven no estaba conforme con su situación en Viena, especialmente bajo el aspecto económico. Entonces se planteó la invitación de Jerónimo Bonaparte, para dejar Viena y trasladarse a Westfalia. Su vieja amiga la condesa Anna Marie Erdödy logró convencer a Beethoven para que se mantuviera en Viena con la ayuda de sus más ricos admiradores, entre los que se encontraban el archiduque Rudolf, el príncipe Lobkowitz y el príncipe Kinsky, que le ofrecieron una pensión anual de 4000 florines, lo que le permitió vivir sin preocupaciones económicas. La única condición que le pusieron fue no abandonar la ciudad de Viena, condición aceptada por el compositor. Dicha pensión lo convirtió en el primer artista y compositor independiente de la historia, ya que anteriormente la mayoría de los músicos y compositores -Haydn y Mozart incluidos-, eran sirvientes en las casas de la aristocracia, formando parte de su personal doméstico y componiendo e interpretando según sus amos les pedían. En cambio, las condiciones del arreglo al que llegó Beethoven con sus benefactores daban libertad al compositor de componer lo que él quisiera, y cuando él quisiera. 

En 1812, Beethoven se trasladó al Balneario de Teplitz (Teplice) y durante su estancia escribió la carta a su «Amada Inmortal», que provocó multitud de especulaciones sobre su destinataria aunque nunca se ha podido averiguar con exactitud. En 1977, el musicólogo estadounidense Maynard Solomon afirmó que la carta iba dirigida a Antonie Brentano, la esposa de un mercader de Fráncfort del Meno y madre de cuatro hijos. Debido a su sentido ético y su miedo al matrimonio, Beethoven abandonó esta relación, a pesar de los conflictos emocionales que le causó. 

En julio de ese año, Bettina von Arnim organizó un encuentro entre el compositor y Johann Wolfgang von Goethe. Más tarde, la condesa publicó su correspondencia con Goethe y en una de sus cartas al conde Hermann von Pückler-Muskau relató cierto suceso que al parecer habría ocurrido en dicho balneario ese mismo verano, cuando Beethoven y Goethe se encontraron por primera vez. Ambos paseaban por la alameda del balneario y de pronto apareció frente a ellos la emperatriz María Luisa de Austria-Este con su familia y la corte. Goethe, al verlos, se hizo a un lado y se quitó el sombrero. En cambio, el compositor se lo caló todavía más y siguió su camino sin reducir el paso, haciendo que los nobles se hicieran a un lado para saludar. Cuando estuvieron a cierta distancia se detuvo para esperar a Goethe y decirle lo que pensaba de su comportamiento «de lacayo».


Según Elisabeth von Arnim, el mismo Beethoven le habría contado esta anécdota. Sin embargo, su veracidad es muy discutida y hoy existe un cierto acuerdo en considerarla, si no por completo al menos en buena parte, invento de Elisabeth. En su carta a von Pückler-Muskau, le pregunta si le gusta la historia, Kannst du sie brauchen? («¿Puedes utilizarla?»). Von Arnim, sin embargo, decidió utilizarla ella misma, y en 1839 publicó en la revista Athenäum una carta, supuestamente de Beethoven, en la que este contaba la anécdota. El original de esta carta no apareció nunca; solo la copia y algunos detalles (como la fecha) indican que Beethoven no la escribió nunca, o al menos no tal como fue transcrita. Independientemente de su autenticidad, el incidente encantó a la sociedad vienesa, que lo creyó verdadero durante mucho tiempo.

La obra orquestal La victoria de Wellington fue compuesta como homenaje a la victoria sobre los ejércitos napoleónicos en la Batalla de Vitoria por parte del Duque de Wellington y alcanzó gran popularidad.

Beethoven había entablado contacto con el inventor Johann Mäzel, que le construyó varios instrumentos para ayudarlo con sus dificultades auditivas, como cornetas acústicas o un sistema para escuchar el piano. Su obra orquestal La Victoria de Wellington fue compuesta en 1813 para ser interpretada con un anarmónico, otro de los inventos de Mäzel. Esta obra era un homenaje a la victoria sobre los ejércitos napoleónicos en la  Batalla de Vitoria por parte del Duque de Wellington y alcanzó gran popularidad, además de volver verdaderamente famoso al compositor, lo que le procuró grandes ingresos. Sin embargo, él mismo la calificó como «basura» (algo que no dijo de ninguna otra obra suya) y hoy está completamente olvidada. 

El invento de Mäzel que más impresionó al compositor fue el metrónomo, y escribió cartas de recomendación a editores y comenzó a realizar anotaciones en las partituras con los tiempos del metrónomo para que sus obras se interpretaran al tempo que él había concebido. 

En esa época empezaron los problemas económicos del compositor, ya que uno de sus mecenas, el príncipe Lobkowitz, sufrió una quiebra económica y el príncipe Kinsky falleció al caerse de su caballo, tras de lo cual sus herederos decidieron no pagar las obligaciones financieras que el príncipe había contraído con el músico.

Retrato de Beethoven realizado por Louis-René L'étronne en 1814

En 1814, acabó las Sinfonías Séptima y Octava y reformó la Ópera Fidelio, que fue un gran éxito, tanto de afluencia de público como económico, al igual que el resto de conciertos que realizó en esa época. Ese mismo año tuvo lugar el Congreso de Viena, que reunió en la ciudad a numerosos mandatarios que decidían el futuro de Europa después de la derrota de Napoleón. Fue uno de los momentos de gloria de Beethoven, ya que fue invitado en muchas ocasiones a participar en los múltiples conciertos que se dieron en las celebraciones y fue recibido con admiración y reconocimiento.

Algunas fuentes apuntan a que el último concierto público de Beethoven tuvo lugar el 11 de abril de ese mismo año, 1814 y consistió en el estreno del Trío op. 97, con el violinista Ignaz Schuppanzigh y el violonchelista Joseph Lincke.

Tras la muerte de su hermano Kaspar Karl el 15 de noviembre de 1815, tomó la decisión de acoger a su sobrino Karl, de nueve años de edad, en contra de la voluntad de su cuñada. En los años comprendidos entre 1815 y 1820, dedicó gran parte de sus energías y su tiempo a la batalla legal para ganar la custodia de su sobrino Karl. Este esfuerzo le supuso dejar prácticamente de componer -lo que no le impidió escribir seis ciclos de Lieder y la Sonata Hammerklavier. 

En el testamento del hermano se le establecía a él como tutor de Karl, pero en el lecho de muerte, a petición de la cuñada, se estableció una tutoría conjunta. Ludwig, que aborrecía a su cuñada, tuvo que llevar su causa ante la justicia. Los tribunales ordinarios no lo conocían y le costaba hacer valer sus influencias, aunque finalmente ganó el caso, y desde entonces se dedicó a la formación musical de Karl con falsas esperanzas, ya que el chico no tenía dotes musicales. Uno de los profesores con los que contó su sobrino fue Carl Czerny, que posteriormente fue profesor de Franz Liszt y antes había sido alumno del propio Beethoven. 

Además, la relación con su hijo adoptivo no era excelente; constantemente tenía que encontrarle nuevos tutores, ya que tenía conflictos con ellos, y este escapaba con su madre y peleaba constantemente con el tío. La preocupación por el dinero, que acompañó a Beethoven desde los días de la infancia en que tuvo que proveer para la familia, lo ocupó en este periodo como nunca. Los editores no confiaban en él, pues no cumplía sus promesas de exclusividad y pedía constantemente más dinero por sus obras. Según su biógrafo, Emil Ludwig, de este periodo no hay ni una sola carta en la que no se traten, al menos tangencialmente, problemas de dinero. 

Después de 1815, Napoleón fue definitivamente derrotado y el canciller austriaco Klemens von Metternich instauró un régimen policial para impedir rebrotes revolucionarios. Beethoven fue una voz crítica del régimen

En esa época, su nombre era muy respetado en el Imperio y en Europa Occidental, sobre todo en Inglaterra, en parte gracias al éxito de La victoria de Wellington. Pero el ascenso de Gioachino Rossini y la ópera italiana, que Beethoven consideraba poco seria, lo colocó en segundo plano.

En 1816, realizó el primer esbozo de la Novena Sinfonía, y dos años después, su antiguo alumno y benefactor, el archiduque Rudolf, fue nombrado cardenal, motivo por el cual Beethoven comenzó a componer la Misa en re, aunque no estuvo terminada antes de la ceremonia de entronización. 

En 1822, Beethoven tuvo un encuentro con Rossini en Viena, ciudad en la que este estaba cosechando grandes éxitos. Debido a las dificultades con el idioma y la sordera de Beethoven, el encuentro fue breve.

Beethoven en 1823, año en que terminó su Novena Sinfonía. Retrato por Ferdinand Georg Waldmüller.

Beethoven pasó los últimos años de su vida casi totalmente aislado por la sordera, relacionándose solamente con algunos de sus amigos a través de los «cuadernos de conversación», que le sirvieron como medio de comunicación. Su último gran éxito fue la Novena Sinfonía, terminada en 1823. 

En los tres años finales, se dedicó a componer Cuartetos de Cuerda y la Missa Solemnis. El 13 de abril de ese año conoció a Franz Liszt, que entonces tenía once años, durante un concierto del compositor húngaro y lo felicitó por su interpretación. Años después, Liszt transcribió todas las Sinfonías de Beethoven para piano y fue un destacado intérprete de su obra. 

El estreno de la Novena Sinfonía tuvo lugar el 7 de mayo de 1824 y fue un rotundo éxito a pesar de las dificultades técnicas que entrañaba la obra. Este éxito no se tradujo en una ganancia financiera y los problemas económicos continuaron acuciando al compositor, que aunque tenía el dinero que estaba ahorrando, no lo podía utilizar ya que estaba destinado como herencia para su sobrino.

La salud del maestro decayó inexorablemente durante su estancia en la casa de su hermano en Gneixendorf, a pesar de los cuidados de su familia. Su hermano Nikolaus Johann recordaba: «Al almuerzo comía únicamente huevos pasados por agua, pero después bebía más vino, y así a menudo padecía diarrea, de modo que se le agrandó cada vez más el vientre, y durante mucho tiempo lo llevó vendado». Tenía edemas en los pies y se quejaba continuamente de sed, dolores de vientre y pérdida de apetito. En esa época, comenzó la composición de la Décima Sinfonía.

El 1 de diciembre de 1826, Beethoven y Karl volvieron a Viena. La premura de la decisión determinó que carecieran de un transporte adecuado y solamente pudieron conseguir un viejo carromato descubierto. El viaje resulta catastrófico para una persona en el estado en que se encontraba Beethoven, quien llevaba ropa de verano y se vio obligado a pasar la noche en una taberna de la aldea, donde la habitación no tenía calefacción ni persianas que lo protegieran del frío. Hacia la medianoche sufrió un escalofrío febril y empezó una tos seca acompañada de sed intensa y fuertes dolores en los costados. Estando así, el maestro bebió grandes cantidades de agua helada que solo agravaron su condición. Sin embargo, logró recuperarse de su crisis gracias a la atención del doctor Wawruch y consiguió llegar a la capital. El 20 de diciembre, se le extrajeron fluidos abdominales. Karl permaneció durante todo el mes a su lado hasta su incorporación, en enero, a su regimiento. El joven se había reconciliado totalmente con su tío tras el lamentable episodio del suicidio: «Mi querido padre: vivo satisfecho y solo me pesa verme separado de ti».

Casi en la miseria, a pesar de tener una gran fortuna en acciones financieras, escribió a sus amigos en Londres para pedir algún dinero. La respuesta llegó de inmediato, junto con cien libras esterlinas prestadas incondicionalmente. Cuando se difundió en Viena el estado terminal de Beethoven, todos sus antiguos amigos que aún vivían acudieron a su domicilio de la Schwarzspanierhau para expresarle sus deseos de una pronta recuperación, aunque en realidad su propósito era despedirse del envejecido compositor.

A pesar de los cuidados de su médico y el cariño de sus amigos, la maltrecha salud del músico, que había padecido problemas hepáticos durante toda su vida, empeoró. Esos últimos días le acompañaron Franz Schubert, quien en realidad no se atrevió a visitar al maestro, pero un amigo de ambos le mostró al moribundo las partituras de sus Lieder, que Beethoven tuvo oportunidad de admirar y se le atribuye la frase: «Es verdad que en este Schubert se encuentra una chispa divina», recordando el comentario que sobre él hiciera Mozart y haciendo el cumplido que no hiciera a ningún otro músico.

El 20 de marzo escribió: «Estoy seguro de que me iré muy pronto». Y el día 23, entre los estertores del moribundo, algunas fuentes indican que exclamó: «Aplaudid amigos, comedia finita est» («La comedia ha terminado»), un final típico de la Comedia del Arte, aunque en 1860 Anselm Hüttenbrenner negó la posibilidad de que Beethoven hubiera pronunciado tales palabras. 

Esa misma tarde, tomó la pluma para designar a su sobrino Karl legatario de todos sus bienes.

El 29 de marzo de 1827 se ofició el Funeral de Beethoven, al que acudieron más de 20.000 personas.

Tumba de Beethoven en el cementerio Zentralfriedhof de Viena

Al día siguiente, 24 de marzo de 1827, Beethoven recibió la extremaunción y la comunión según el rito católico. Cabe señalar que las creencias personales de Beethoven fueron muy poco ortodoxas. 

Esa misma tarde entró en coma para no volver a despertar hasta dos días después. Su hermano Nikolaus Johann, su cuñada y su admirador incondicional Anselm Hüttenbrenner lo acompañaron al final, ya que sus pocos amigos habían salido a buscar una tumba. 

Sus últimas palabras fueron dirigidas al vino del Rin, que llegó después de mucho esperar el encargo, y que se esperaba surtiera buenos efectos sobre la salud del músico: «Demasiado tarde, demasiado tarde...». Hüttenbrenner relató los últimos momentos del compositor el 27 de marzo de 1827 de la siguiente forma:

Permaneció tumbado, sin conocimiento, desde las 3 de la tarde hasta las 5 pasadas. De repente hubo un relámpago, acompañado de un violento trueno, y la habitación del moribundo quedó iluminada por una luz cegadora. Tras ese repentino fenómeno, Beethoven abrió los ojos, levantó la mano derecha, con el puño cerrado, y una expresión amenazadora, como si tratara de decir: «¡Potencias hostiles, os desafío!, ¡Marchaos! ¡Dios está conmigo!» o como si estuviera dispuesto a gritar, cual un jefe valeroso a sus tropas «¡Valor, soldados! ¡Confianza! ¡La victoria es nuestra!». Cuando dejó caer de nuevo la mano sobre la cama, los ojos estaban ya cerrados. Yo le sostenía la cabeza con mi mano derecha, mientras mi izquierda reposaba sobre su pecho. Ya no pude sentir el hálito de su respiración; el corazón había dejado de latir.

Anselm Hüttenbrenner.

Tres días después de su fallecimiento, el 29 de marzo, tuvo lugar el funeral. Se celebró en la iglesia de la Santa Trinidad, distante un par de manzanas del domicilio de Beethoven, y en él se interpretó el Réquiem en re menor de Wolfgang Amadeus Mozart. Al mismo asistieron más de 20.000 personas, entre las que se encontraba Schubert, gran admirador suyo. El actor Heinrich Anschütz leyó la oración fúnebre, que fue escrita por el poeta Franz Grillparzer, a las puertas del cementerio de Währing, ahora Schubert Park.

En su escritorio de trabajo se encontró el Testamento de Heiligenstadt, redactado en 1802, en donde explica a sus hermanos el porqué de su profunda amargura. También se encontró la mencionada desgarradora carta de amor dirigida a su «Amada inmortal», a la que llama «mi ángel, mi todo, mi mismo yo». 

A lo largo de su vida, Beethoven visitó gran cantidad de médicos para curar sus diversas dolencias físicas, como mala digestión, dolor abdominal crónico, cirrosis hepática, nefropatía, pancreatitis crónica, irritabilidad, depresión, así como otros síndromes sin etiología demostrada, tales como alteraciones gastrointestinales, bronquiales, articulares y oculares. En una carta a un amigo, expresó su deseo de que, después de su muerte, sus restos fueran usados para determinar la causa de su enfermedad y evitar que otros padecieran su mismo sufrimiento. 

Desde su fallecimiento, a los 56 años, en 1827, han existido muchas especulaciones y estudios sobre las causas de sus múltiples dolencias y su muerte, pero no han conseguido determinar una patología sistémica para explicar al menos gran parte de sus síndromes. 

Estudios realizados en el Centro de Tratamiento Pfeiffer en Warrenville (Illinois) en 2005 han revelado algunos datos sobre las causas de su muerte. Los análisis de un mechón de su cabello y de un fragmento de su cráneo, dieron como resultado la existencia de altas concentraciones de plomo, lo que indica que el compositor podría haber padecido saturnismo. Aparentemente, Beethoven ingería agua contaminada con plomo, que se obtenía de un arroyo campestre creyendo que tenía propiedades curativas. Las últimas investigaciones señalan que fue por el plomo de los vasos que usaba para beber. A raíz de dichos estudios, se pudo saber que el compositor padecía problemas estomacales desde los veinte años y que, en ocasiones, sufría crisis depresivas. Los problemas estomacales y el cambio de personalidad que sufrió a los veinte años concuerdan con el diagnóstico de envenenamiento por plomo. En estos estudios, también se destaca la ausencia de niveles perceptibles de cadmio o mercurio en el mechón y el hueso, elementos a los que previamente se había identificado como causantes de la enfermedad de Beethoven. La presencia de plomo en el cráneo confirmó que la exposición del músico a dicho elemento no fue un hecho puntual en su vida, sino que tuvo que estar sometido a él durante muchos años. Aunque existen algunos extraños casos de sordera provocados por envenenamiento por plomo, no hay ninguna evidencia sólida que sustente que fuese esta la causa de la que padeció Beethoven.

Otro estudio afirma que Beethoven falleció a causa de una insuficiencia hepática que desencadenó un coma hepático. Además, puede que con probabilidad padeciera una septicemia final, con el antecedente de una ascitis fistulizada e infectada. No se puede afirmar con certeza si una insuficiencia renal y una diabetes descompensada fueron motivo de su fallecimiento. En la medicina moderna, la causa de su muerte sería catalogada como un fallo multisistémico, originado por su insuficiencia hepática.

Facsímil del Testamento de Heiligenstadt

La vida personal de Beethoven fue problemática debido a su creciente sordera, que lo llevó a plantearse el suicidio, según afirmó en los documentos encontrados en el Testamento de Heiligenstadt. A menudo, Beethoven era irascible y puede que sufriera trastorno bipolar. Sin embargo, tuvo un círculo íntimo de amigos fieles durante toda su vida, quizás atraídos por la fortaleza de su reputada personalidad. Hacia el final de su vida, los amigos de Beethoven compitieron en sus esfuerzos para ayudar al compositor a paliar sus incapacidades físicas.

Paseo de Beethoven en la naturaleza, Julius Schmid

Hay numerosas evidencias del desdén que sentía Beethoven hacia la autoridad y el sistema de clases sociales. Detenía su interpretación al piano si su audiencia comenzaba a hablar entre sí o si dejaban de prestarle total atención. En los eventos sociales, se negaba a interpretar si le invitaban a hacerlo sin previo aviso. Finalmente, y después de muchas confrontaciones, el Archiduque Rudolf decretó unas normas básicas de etiqueta en la corte que no afectaban a Beethoven. 

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