sábado, 17 de marzo de 2018

Jack London ● La llamada de la vida (1 de 2)


Jack London en 1903

John Griffith Chaney, el escritor al que conocemos como Jack London, nació en San Francisco, el 12 de enero de 1876, en una casa que quedó destruida por el terremoto que arrasó la ciudad en 1906 y que destruyó asimismo buena parte de los registros, por lo que, si bien, se sabe que su madre se llamaba Flora Wellman, no hay seguridad acerca del nombre de su padre, aunque se propone el astrólogo William Chaney

En realidad, John fue educado por una antigua esclava, llamada Virginia Alenzo Prentiss, pues la madre, abandonada por su marido, sufrió una doble enfermedad, física y mental, como consecuencia del embarazo y el alumbramiento.

Flora Wellman y su segundo marido, John London

Flora volvería a casarse pronto con un antiguo combatiente de la Guerra de Secesión, viudo, al que todos conocían como Jack, nombre por el que pasó a ser igualmente conocido el futuro escritor, que más tarde decidiría adoptar también el alias paterno, London.

London es especialmente conocido por su novela titulada La llamada de la Selva, pero escribió más de cincuenta obras, muchas de ellas, basadas en sus experiencias, o en otras lecturas, pero siempre bajo el prisma de una visión personal, cuando no eran de carácter estrictamente autobiográfico, como Martin Eden.

John London, el mayor, tenía dos hijas de su primer matrimonio, Ida y Eliza, que estuvieron en un orfanato hasta la segunda boda de su padre, momento en que este optó por llevarlas consigo, a principios del año 1877, a su nuevo hogar, que, no obstante, pronto tuvieron que abandonar, ante una epidemia de difteria, que afectó a Jack y a Eliza. 

A partir de entonces, cambiaron de domicilio con relativa frecuencia, hasta que Jack padre, decidió comprar una granja en el Valle de Livermore -en el lado oriental de la Bahía de San Francisco, tierra adentro-, en 1885. Jack, el pequeño, tenía entonces 9 años y parece que permaneció allí, a su pesar, hasta los 15, momento en que cambió de vida, convirtiéndose en un personaje errante.

Jack London a los 9 años, con su perro, Rollo, en 1885

Antes de abandonar el hogar familiar, había acumulado sorprendentes conocimientos e impresiones a través de la lectura. Más tarde, declaró haber guardado una profunda huella del libro de Washington Irving, Cuentos de la Alhambra, publicado en 1832, lo que ya implica una notable capacidad receptiva, tratándose de una obra tan alejada de sus raíces vitales y sabiendo que, para entonces, el lector tenía 9 años, o quizás, menos.


Por sus declaraciones, sabemos también del impacto que le causó la novela titulada Signa, de la escritora inglesa Marie Louise de la Ramé, que firmaba como Ouida. Se trata de la historia de un niño del campo, que, sin haber recibido preparación alguna, se convirtió en un famoso compositor. 

National Portrait Gallery, London

Lecturas como las citadas contribuyeron a forjar una gran vocación literaria en el pequeño London.

A partir de entonces viviría múltiples experiencias en diversos oficios, como barrendero de jardines públicos, carpintero, agricultor, criador de pollos, cazador de focas, pescador furtivo de ostras, patrullero marítimo, o buscador de oro en Klondike.

Pero el verdadero giro se produjo en su vida cuando la familia se fue a vivir a Oakland –California-, donde muy pronto, Jack descubrió la biblioteca pública, como un verdadero mundo nuevo, y a su bibliotecaria, Ina Coolbrith, considerada como la primera poetisa en aquel Estado y un importante personaje del mundo literario de San Francisco. Ina fue quien guió los primeros pasos de Jack London en el terreno de los libros.

Más o menos, al mismo tiempo que descubría la literatura, London descubrió también el mar, cuando su padre lo llevó a navegar por la Bahía de San Francisco.

En 1887, entró en el Oakland Cole Grammar School, pero siguió trabajando, y el año siguiente había reunido el dinero suficiente para comprarse una pequeña embarcación.

En 1890, su padrastro resultó herido por un tren cuando trabajaba en las vías y Jack se vio obligado a aceptar un empleo en una conservera de salmón, en la que trabajó entre doce y dieciocho horas diarias, por diez centavos la hora; algo que no hizo sino convertir su sentimiento de libertad en una verdadera necesidad; un tema que tratará en obras como: Tortugas de Tasmania.

Intentando escapar de aquel trabajo agotador, decide, en 1891, pedir dinero prestado para adquirir la embarcación de un ladrón de ostras, para dedicarse él al mismo menester, al mismo tiempo se fue convirtiendo en un bebedor noctámbulo. Sólo unos meses después, ardió su pequeño navío, y naufragó, estando a punto de morir ahogado. Esto le llevó a pasarse al lado legal de la navegación, pasando a ser miembro de la California Fish Patrol, dedicada, precisamente, a limpiar de ostreros furtivos la Bahía de San Francisco.

En 1893, se alistó en la goleta Sophia Sutherland destinada a la caza de focas, una experiencia que le llevó hasta el Mar de Bering y a Japón y cuyo capitán le contó docenas de historias reales sucedidas en el mar, de las que después se serviría London en sus relatos.

Cuando volvió a casa, supo que su familia se hallaba en la más completa ruina, lo que le obligó a aceptar un nuevo trabajo en una fábrica de yute, hasta que consiguió publicar en el diario San Francisco Morning Call, gracias al premio conseguido por un relato en el que contaba parte sus aventuras a bordo de Sophía Southerland.

Después trabajó acarreando carbón en una central eléctrica, pero lo abandonó cuando supo que realizaba el trabajo de dos hombres, por menos del salario de uno, y que uno de los trabajadores despedidos, se había suicidado por ello.

De nuevo en casa, encuentra California arruinada tras el pánico provocado por la Bolsa de Nueva York, y Oakland, hundida en una grave crisis de empleo, que, lógicamente, también le afectaba a él, por lo que decidió unirse al Ejército de Kelly, compuesto por cien mil parados, que marchaban hacia Washington, ciudad a la que él llegó justo para asistir a la trágica manifestación del 1º de mayo de 1894.
* * *

Los años 1893-94 estuvieron marcados por la crisis económica. En las calles y en los periódicos se hablaba mucho de las ideas de Jacob Coxey para reducir la inflación. Proponía poner en circulación quinientos millones de dólares para construir carreteras y con ello procurar trabajo inmediato a los parados, víctimas de la crisis. 

El proyecto, considerado demasiado radical, fue rechazado por el Secretario del Tesoro Público y Coxey replicó organizando una marcha de protesta hasta Washington. 

Los “ejércitos industriales de trabajadores” se pusieron en marcha a través de varios estados, sostenidos por buena parte de las compañías ferroviarias, que les ofrecieron transporte, sobre todo, en el Oeste. 

En marzo de 1894, el general Lewis C. Fry montó un ejército industrial en Los Ángeles y una semana después, detrás de la bahía de San Francisco, el coronel William Baker reunió un segundo ejército. En medio de la batalla surgió Charles Kelly, autoproclamado general a los 32 años, que se puso a la cabeza. El grupo fue desde entonces conocido como “El Ejército de Kelly”.

Jacques London pensó en unirse a ellos. Había conocido suficientemente la desigualdad social de la que aquellos hablaban, como para poder ofrecer un testimonio veraz al respecto. 

Los rumores decían que el ejército emprendería la marcha a las 7 de la mañana siguiente. Jack no supo que, mientras dormía, el ejército había sido desalojado a las dos de la madrugada por una alarma de fuego; que Kelly fue detenido, para ser liberado unas horas después, y que sus seguidores fueron amontonados en vagones, y enviados a Sacramento, antes de amanecer.
Jennifer Lesieur: Jack London

El Ejército de Coxey en 1894. Una marcha pionera de reivindicación social sobre Washington

El ejército de Coxey en Washington, DC, mayo de 1894.
Biblioteca del Congreso, Washington, DC

Por la prensa, se sabía que, el 1 de mayo, iba a haber un enfrentamiento en el Capitolio, porque se habían establecido unos límites acerca del modo en que los trabajadores podían solicitar al gobierno una reparación de agravios. Mientras los de Coxey marchaban, la policía metropolitana, y unidades del ejército y de los marines estaban alertadas para la ocasión. Además, los funcionarios de la capital habían dejado claro que tenían la intención de aplicar la “Ley de Tierras” del Capitolio, de 1882 que prohibía las marchas políticas y la exhibición de banderas y pancartas en las propiedades del Capitolio; exactamente lo que Coxey y Browne pretendían hacer el primero de mayo. Entre los manifestantes había Agentes del Servicio Secreto buscando signos de influencia anarquista, y en la capital había rumores de conspiraciones.

Y se produjo el enfrentamiento. Precedidos por la hija de Coxey, Mamie, de 17 años, montada sobre un caballo blanco como Diosa de la Paz, unos 600 hombres marcharon por la calle Catorce y luego por la Avenida Pennsylvania hacia el Capitolio. Miles de espectadores, así como cientos de hombres uniformados, observaron la marcha durante todo el recorrido. 

Cuando el “Commonweal” llegó a los terrenos del Capitolio, se produjo un enfrentamiento cuerpo a cuerpo. Algunos espectadores que se acercaron demasiado a la policía fueron golpeados con palos. Browne, después de intentar eludir a la policía, fue derribado al suelo, golpeado y arrestado, junto con un líder de Filadelfia, Christopher Columbus Jones. Coxey, aunque no fue arrestado ese día, fue bloqueado al subir los escalones del Capitolio para leer su discurso y después sentenciado junto con Browne y Jones a un mes de cárcel por violar la Ley del Capitolio.

Si bien el proyecto de ley de “Buenas Carreteras” de Coxey no tuvo un debate serio en el pleno del Congreso, el grupo de los peticionarios sí lo hizo y algunos legisladores fueron muy elocuentes en sus objeciones a la acción policial:

-La áspera mano que se le tendió al Sr. Coxey, -declaró el Senador William V. Allen de Nebraska en el Senado-, cayó sobre los derechos de setenta millones de ciudadanos estadounidenses.

Allen también cuestionó si Coxey era menos digno de acceder a los escalones del Capitolio que todos los hombres acomodados que disfrutaban de una fácil entrada para presionar en favor de intereses económicos corporativos.

Hubo otros que no estuvieron de acuerdo; el senador John Sherman del mismo estado que Coxey, opinó que la ley de 1882 y su aplicación en aquel momento, era completamente necesaria y adecuada para proteger a las instituciones del gobierno de ser invadidas por las masas.

No fue hasta 1972, en un caso relacionado con una protesta contra la Guerra de Vietnam, cuando la Corte Suprema dictaminó que la “Ley de Tierras” del Capitolio, de 1882 era inconstitucional.

Pero en aquel momento, Coxey y algunos de sus seguidores fueron arrestados por tratar de hablar desde los escalones del Capitolio y encarcelados por traspasar los jardines del mismo.

* * *

Hacia finales de mes, London abandonó la marcha y anduvo errante por varios estados, convertido en un vagabundo y a finales de junio de 1894, fue detenido por vagabundeo y encerrado treinta días en la Penitenciaría del Condado de Erie en Búfalo, en el Estado de Nueva York. Contó aquellas experiencias en su compendio de historias, The Road. 

En Los Vagabundos, escribió:

La forma en que son tratados los hombres es sencillamente uno de los menores horrores impublicables de la Penitenciaría del Condado de Erie. Y digo “impublicables”, pero más bien debería decir “impensables”. Eran impensables para mí, hasta que los vi, a pesar de que yo no era nuevo y ya conocía los horribles abismos de la decadencia humana. Se necesitaría una bola de plomo muy pesada para llegar al fondo del océano del condado de Erie, y yo no he hecho sino rozar suavemente la superficie de las cosas que vi allí.

En el otoño de aquel año, abandonó su vida de vagabundeo y volvió a Oakland para integrarse en el Liceo en 1895. Deseaba estudiar las obras de Karl Marx y de Herbert Spencer y escribió algunos artículos en el periódico del Liceo, The Aegis. Su primer relato de carácter social se publicó en marzo de 1895.

Participó también en los debates del Henry Clay Club, donde coincidió, yendo con Edward Appelgarth, a su hermana, Mabel, de la que London se enamoró, inspirándole esta el personaje de Ruth Morse en la novela Martin Eden.

En 1896 se matriculó en la Universidad de Alameda, donde completó, en cuatro meses, el programa de dos años. Se unió entonces al Socialist Labor Party de Oakland y, militando en las calles, fue detenido y condenado a un mes de prisión, por “agitación”, hasta que, en septiembre, fue admitido en la Universidad de Berkeley, que, sin embargo, tuvo que abandonar unos meses después, en 1897, por falta de fondos para continuar. No escribió nada mientras estudiaba, pero después redactó una breve autobiografía: Lo que la vida significa para mí, publicada en 1906, en la que explicaba las razones que le habían hecho acercarse al socialismo.

Jack London y el escritor Alexander Irvine en Yale, 1906

El 7 de julio de 1897, el vapor Excelsior, de vuelta del puerto de Saint-Michel, en Alaska, llegaba a la bahía de San Francisco, llevando en sus bodegas una tonelada de oro. Quince prospectores confiaban en haber descubierto una gran mina de oro en Klondike; un auténtico Eldorado.


El día 25, London se embarcó en el SS Umatilla, con destino al Gran Norte, en compañía de su cuñado de 60 años, que hipotecó su casa para financiar la expedición. Cada uno llevaba una tonelada de víveres para resistir un año, pero el cuñado abandonó la aventura a las pocas semanas, desanimado por el temible ascenso del Chilcoot Pass.


Llegado a Whitehorse, Jack finalmente apenas hizo prospecciones; pasó mucho tiempo en los saloons y cabarets en los que los buscadores se contaban sus historias. Finalmente, afectado por el escorbuto, fue repatriado por el río Yukon, por el que descendió unos mil kilómetros hasta el mar, donde se embarcó en junio de 1898, para volver a San Francisco.


En Klondike, London, no encontró oro, pero sí un gran material literario, y en enero de 1899, el magazine The Overland Monthly publicaba su primera novela, To the man on the trail – Al hombre en el camino. 


London siguió escribiendo y alcanzó el éxito con El hijo del lobo, pero el reconocimiento definitivo llegaría con La llamada de la selva, en 1903.

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En 1902, viajó a Europa para informar sobre la Guerra de los Boers, como corresponsal para el grupo Hearst, pero cuando llegó a Inglaterra la guerra había terminado. Entonces decidió quedarse en Londres, viviendo durante seis meses en el humilde barrio de East End. Allí reunió material para el libro The People of the Abyss - El pueblo del abismo-, publicada en 1903.

Una de las fotografías tomadas por Jack London en Londres, en 1902, publicada en 1903, en su libro, The People of the Abyss: "Solo se veían policías, mostrando sus oscuras linternas en puertas y callejones"

En 1904, cubrió la información sobre la guerra ruso-japonesa. En unos reportajes no exentos de prejuicios racistas sobre los coreanos, destaca, sobre todo, su sorpresa ante la evidencia de la industrialización de la guerra.

Detenido por el ejército japonés, fue pronto liberado, pero expulsado de Corea. Describirá su experiencia en la novela Corea en Fuego.

Jack London detenido por oficiales japoneses en Corea, 1904.

Inició después una vuelta al mundo a bordo de su navío el Snark, pero, en Australia, tuvo que recibir cuidados médicos y, finalmente, fue devuelto a California.

En 1907 publicaba su novela sobre la travesía de los Estados Unidos siguiendo al General Coxey: Los Vagabundos del rail.

Fotografías de Jack London

Jack London se casó con Elizabeth Maddern, Bessie, el 7 de abril de 1900, el mismo día en que se publicaba su novela El hijo del lobo. Bessie formaba parte de su grupo de amigos desde hacía varios años. De acuerdo con la biografía de Stasz, los dos reconocieron públicamente que no se casaban por amor, sino por amistad y por la convicción de que tendrían hijos fuertes, 

Bessie Maddern London y sus hijas, Joan and Becky

Estaban bien juntos. Jack había dicho claramente a Bessie que no la amaba, pero que le gustaba lo suficiente, como para formar un buen matrimonio. 
Kingman.

Mommy Girl y Daddy Boy, como se llamaban entre sí, tuvieron dos hijas: Joan, nacida en 1901, y Bess, en 1902. La tranquilidad duró hasta 1903, y se divorciaron en 1905.

El hecho es, que hasta el momento en que las niñas requirieron toda su atención, Bess fue una excelente secretaria que llevaba a cabo un trabajo anónimo, pero indispensable, con los escritos de Jack, pero aquello terminó con la llegada de las niñas. Si añadimos a esto el hecho de que cuando London volvía de viaje, Bess le negaba la posibilidad de compartir su cama, por temor a posibles infecciones, resulta claro que la convivencia como pareja se había hecho insostenible.

Jack London con sus hijas Beckie y Joan

Jack se casaría de nuevo con la escritora Charmian Kittredge, en Chicago, el 19 de noviembre del mismo año de su separación.

Jack y Charmian London, una semana antes del fallecimiento de Jack en 1916

El 8 de agosto de 1904, London se presentó con su buen amigo, el poeta George Sterling, en el Summer High Jinks organizado por el exquisito Bohemian Club en el Bohemian Grove, situado a pocas millas del Rancho London.

En el Bohemian Club, c. 1900: Porter Garnett, George Sterling y Jack London.

London, a la derecha, con sus amigos, en el Bohemian Grove Camp.

El escritor fue nombrado miembro honorario del Club y participó en numerosas actividades. Otros miembros eran entonces: Ambrose Bierce, John Muir, Gelett Burgess et Frank Norris

El club mantiene actualmente sus actividades, si bien, sobre todo, con personajes de la élite política.


Su experiencia obrera y sus lecturas aportaron a London una orientación política de carácter socialista, entendida entonces como extrema izquierda. Se unió al Socialist Labor Party en abril de 1896 y siguió militando hasta 1901, para afiliarse al Partido Socialista de América. En El Talón de Hierro expuso su concepción de la Historia, en la que, como un verdadero visionario, describe una revolución de carácter socialista en los Estados Unidos y su represión durante 300 años por una sociedad de tipo fascista, en la que la dictadura se alía a los capitalistas, llegados al último estadio posible de su evolución. 


London se presentó a las elecciones municipales de Oakland en 1905, y prestó ayuda económica y apoyo con sus libros, colaborando también en algunos periódicos socialistas, junto con Eugenio Víctor Debs, quien lideró la fundación del Sindicato Ferroviario Americano -American Railway Union, ARU-; del Industrial Workers of the World (IWW) y del Partido Socialista de América. El nombre de aquel amigo sirvió de título a la novela El sueño de Debs.

1905

Cuando se produjo la Revolución Mexicana, desde el principio apoyó la causa de los insurgentes y los textos que publicó en su favor fueron reunidos en: Con vosotros por la revolución, pero en marzo de 1916 dimitió del partido socialista, reprochándole haber abandonado la doctrina revolucionaria en favor de una reforma social negociada.

El cottage en el que murió Jack London, en Glen Ellen, el 22 de noviembre de 1916.

El uso de morfina y la lectura previa de su novela Martin Eden, hicieron pensar erróneamente en la hipótesis del suicidio, teoría que expuso el escritor, poeta y cantante, Yves Simon, en su biografía: Jack London, el vagabundo magnífico:

En cuanto a su muerte, parece más un suicidio que un accidente. Este hombre había escrito demasiado, vivido demasiado. En la cumbre de la gloria, se impuso nuevos desafíos: una vuelta al mundo con su propio navío, el Snark y reportajes todo terreno. Su corazón, su cabeza, estaban demasiado llenos, y su cuerpo enfermo. La máquina humana llegó al final de su resistencia y sus posibilidades. El genio, cansado de la vida, desaparece antes de tener la idea de envejecer: “No perderé el tiempo tratando de prolongar mi vida, quiero quemar todo mi tiempo”.

Pero esta hipótesis ha sido rechazada por la mayoría de los biógrafos. Su certificado de defunción indica muerte por uremia, confirmada por uno de sus médicos, Alan Thompson, que se halló presente en aquel momento.

¡Prefiero ser cenizas que polvo!
Preferiría que mi chispa ardiera en un brillante resplandor, mejor que algo que debe pudrirse.
Prefiero ser un soberbio meteoro; cada átomo de mí en un magnífico resplandor, mejor que un planeta dormido y duradero.
La función del hombre es vivir, no existir.
No voy a perder mis días tratando de prolongarlos.
Agotaré mi tiempo.

El ejecutor literario de London, Irving Shepard, le atribuyó estas palabras en la introducción a una colección de sus historias, de 1956; no se ha demostrado que sean suyas, excepto la primera línea, ya que se conserva una carta autógrafa que dice así:

Querida Miss Goldstein:
Hace siete años le escribí que prefiero ser cenizas que polvo. Todavía suscribo este sentimiento.
Sinceramente suyo,


Jack London.
13 de enero de 1909



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