miércoles, 19 de abril de 2017

MEMORABLES FUNERALES Y FASTUOSO ENTIERRO DE EDUARDO VII DE INGLATERRA. 1 de 3



El funeral del rey Eduardo VII del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda y Emperador de la India, fallecido el día 6 de mayo de 1910, se celebró el día 20, dos semanas después. Fue uno de los más numerosos encuentros de la realeza europea producidos hasta la fecha, y también uno de los últimos, pues muchos de los reales asistentes fueron depuestos en el curso de la Primera Guerra Mundial o sus secuelas. El Rey Manuel II de Portugal, por ejemplo, perdería su trono en octubre de aquel mismo año.

“Procesión de Nueve Reyes”. Londres, 20 de Mayo de 1910

El cortejo, con el perro favorito de Eduardo VII, Caesar.
National Geographic Magazine

El Guadalete. Biblioteca Virtual de Andalucía

La muerte de Eduardo VII
Y LA PRENSA EUROPEA
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A continuación copiamos la opinión de los más importantes periódicos europeos, acerca de la personalidad del Rey de Inglaterra y los cuales con motivo de su muerte, están unánimes en considerar su muerte como pérdida de gran valor para la marcha de los negocios políticos del Continente y soberanos como los emperadores de Austria y Alemania, han hecho expresivas manifestaciones de su dolor.

«Le Temps» dice: «Es un gran vacío el que deja, al desaparecer, quien con tan preponderante influencia y eficacia colaboró por la conciliación general.» 

«Le Journal des Debats» recuerda la labor pacificadora de Eduardo VII en los conflictos internacionales.

La Liberté» declara «que pierde Inglaterra una incomparable situación de grandeza, y Europa un inapreciable elemento de seguridad.» 

En Alemania, son también muy sentidas las manifestaciones de duelo por la muerte del soberano inglés.

El emperador Guillermo, que se hallaba en Wiesbadem, al conocer la triste noticia acordó regresar a Postdam, adonde llegara mañana. Es probable que asista á los funerales de Eduardo VII. 

El canciller del Imperio ha dado el pésame en la embajada inglesa, y en la sesión de la Cámara de Diputados de Prusia, el presidente ha comunicado la muerte del Rey, tributando á su memoria un caluroso homenaje.

La Prensa consagra gran espacio á la muerte de Eduardo VII, haciendo justicia a sus virtudes como soberano. 

El «Berliner Tageblat» dice que el Rey Eduardo, trabajando exclusivamente en interés de los ingleses, trató no obstante, de evitar la ruptura con Alemania.

Y luego añade:

«Sinceramente, de todo corazón expresamos nuestro sentimiento por el hombre que, aunque frecuentemente dedicado á los placeres, no dejó de ser para su patria, en la edad madura, un soberano capaz, y cuyo elevado rango no le impidió nunca mostrarse un hombre amable, un perfecto ·gentlemen”.

La «Gaceta de Voss» dice que el Rey Eduardo fue el primer diplomático de su país, habiendo ejercido siempre una considerable influencia en la política mundial.

En Viena, la noticia de la muerte del Rey Eduardo ha causado gran impresión, aun cuando la opinión austriaca ha considerado siempre al Rey difunto como hostil á aquella nación, habiendo fortificado esta creencia la enérgica intervención de Inglaterra cuando Austria se anexionó Bosnia y la Herzegovina. Unido esto a la circunstancia de que el Rey Eduardo dejó de hacer el año pasado la acostumbrada visita a Francisco José durante su estancia en Marienbad, la excitación en Austria había adquirido gran intensidad, así es que aquellos periódicos, en su mayoría, se limitan a dar la noticia de la muerte, añadiendo algunas frases amables.

El «Extrablatt» dice que el Rey Eduardo fue una personalidad simpática y de muy salientes rasgos.

Casi todos los periódicos ponen de manifiesto los grandes servicios que prestó á la paz.

El emperador Francisco José fue personalmente esta mañana á la embajada inglesa á dar el pésame. Además, el emperador ha suspendido la ceremonia oficial que debía celebrarse para inaugurar la Exposición cinegética.

La Prensa rusa no es la menos expresiva en estas circunstancias.

La «Novoie Vremia» de San Petersburgo, dice: «El día de la muerte del más fiel amigo de Rusia, será un día de luto en todo el imperio.»

Nuestro ilustrado colega El Correo de Madrid, también dedica los siguientes párrafos á lamentar la muerte del monarca inglés: «El corto reinado de Eduardo VII figurará en la historia como uno de los más importantes y beneficiosos al progreso y á la paz general.

Elevado al trono en momentos difíciles para su país, por hallarse aun abierta la herida del Transvaal, supo orientar la política guerrera é imperialista á términos de justicia, que ha podido ver consolidada antes de morir con la gran Confederación de las colonias británicas del Sur de África.

Sus sentimientos, favorables á la paz preponderaron é influyeron con todo éxito en la política de Inglaterra y á su acción personal, principalmente, son debidos acuerdos é inteligencias concertados con diferentes naciones, que solucionaron cuestiones delicadas y peligrosas y abrieron camino á normas de paz consideradas antes imposibles ó muy difíciles.

Eduardo. VII se había conquistado grandes simpatías y respeto en España, tanto por la amistad sincera que sentía hacia nuestro país, como por la admiración que producían sus relevantes cualidades de gobernante y de monarca constitucional. […].

Las grandes condiciones que adornan al príncipe de Gales, su hijo, que ha de sucederle en el trono, y el sentimiento ciudadano de los ingleses, permiten suponer que las graves cuestiones del presente serán también salvadas sin quebranto para la noble nación inglesa.». 

Firma la información José Mª. de Arévalo y, a continuación, bajo el epígrafe “CRÓNICA” aparece la siguiente reseña:

Una tenaz bronquitis que padecía, hízose tan aguda recientemente, que le produjo la muerte. Y ese hombre, cuya juventud mundana y alegre, frívola y galante le dio loca celebridad mundial, haciendo prejuzgar entonces á muchos que su reinado sería poco beneficioso para Inglaterra y que luego quedaron chasqueados; ese inteligente cerebro, que supo dirigir tan cuerda como dignamente los destinos de una nación, manteniéndola con su táctica y su talento sobresaliente, entre las demás, durante su dominio; ese enamorado de la vida, en fin, arbitro de las elegancias, que tanto gustó de las cosas de la tierra y tanto viajó por ella, pronunció antes de partir para ese último viaje del que no se vuelve jamás, las siguientes palabras cuyo final encerraba una frase satisfactoria para su alma: «Noto que la vida se me escapa; pero creo haber cumplido con mi deber.”

Y en efecto, había cumplido con su deber de monarca constitucional el prestigioso rey que supo mantener la buena tradición de los Hannover: su creencia era lógica, era  cierta y no se equivocaba pensando así…

…Y acude a la mente del cronista ante el ejemplo de Eduardo VII, joven distraído y frívolo y hombre maduro sereno y sabio, esa tan corriente como lamentable equivocación que solemos padecer generalmente, al pensar que de los hombres de juventud inquieta y alegre, poco o nada se puede esperar. ¿Y por qué?... No tiene fundamento esa “duda”.

C. Ruiz, en Jerez, Mayo de 1910

Continúa la siguiente información en páginas interiores:

Los nuevos Soberanos de Inglaterra
El casi repentino fallecimiento de Eduardo VII, eleva al trono de Inglaterra al príncipe Jorge Federico, hasta el día 6 del corriente, príncipe de Gales, duque de Comvall, de Yor y de Rotlcesay, conde de Chester, de Carrik y de Inverness, etc., etc.

El nuevo rey de Inglaterra tiene en la actualidad 45 años, pues nació en Malborongh Honse el 3 de Junio de 1865.

En 6 de Julio de 1893 casó con la princesa Victoria María, de Teck, de cuyo enlace han nacido seis hijos, cinco varones y una hembra.

De carácter serio y grave, acaso debido á su constitución enfermiza, no obstante su robustez, siempre fue el príncipe Jorge Federico poco aficionado á las fiestas cortesanas. Pásase grandes temporadas entregado á los afectos de su esposa é hijos en Malbourgh Honse, y en determinadas épocas consagra algunos días á visitar los puertos, fábricas y talleres, para estudiar la vida del obrero, el desarrollo fabril y comercial de la nación y la actividad industrial de sus súbditos.

Las marinas de guerra y mercante son igualmente para él motivos de detenidas observaciones y estudio, como también la política, viéndosele asistir con frecuencia á las sesiones de la Cámara de los Comunes.

En su lejana juventud fue como su padre, un viajero incansable, y también como este ha visitado la India, habiendo realizado además un largo viaje por el Extremo Oriente y Egipto, y prolongados cruceros por los mares de todos los países, pues ama la vida de abordo como la del hogar.

Sin embargo de carecer de la jovialidad del autor de sus días y de ser excesivamente grave su carácter, disfruta generales simpatías entre sus súbditos, quienes ven en él un espíritu observador y estudioso, nada superficial y amante del engrandecimiento de su país.

Su esposa la princesa Victoria, María Luisa Olga, es hija de los príncipes de Teck, pertenecientes á una de las ramas de la casa Holrenstein.

Desde su casamiento con el príncipe de Gales, tuvo en él la reina Alejandra una valiosa ayuda para sus obras de beneficencia y caridad. Su nombre figura á la cabeza de casi todas las fundaciones humanitarias que existen en Inglaterra, y no es en ella cosa extraña acudir personalmente, y guardando riguroso incógnito, á llevar sus consuelos á los desgraciados.

TELEGRAMAS (De nuestro servicio particular)

El Rey a Londres
S.M. el Rey –Alfonso XIII- marchará a Londres el día 14 para asistir a los funerales del Rey Eduardo. Es probable que acompañe al Rey en su viaje á Londres el Ministro de Estado. La comisión nombrada para asistir con D. Alfonso a los funerales del Rey de Inglaterra, marchará el próximo Sábado.

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Eduardo VII del Reino Unido – Albert Edward of Saxe-Coburg and Gotha

Lo cierto, es que la Corona le llegó a Eduardo, quizás demasiado tarde, y para entonces, carecía de verdadera experiencia de gobierno, en parte, debido a su desinterés, y, en parte, a causa de las barreras que le interponía su propia madre y que hacían que él, si quería intervenir en el quehacer político, tuviera que hacerlo a hurtadillas. Se comprende mal, que la sesuda Victoria diera lugar a semejante situación, siendo tan previsible que Eduardo la sucediera.

No había sido, sin embargo, tan previsible, el ascenso al trono de la propia Victoria, sino que se produjo como consecuencia de la suma de un cúmulo de circunstancias adversas para la familia. Victoria reinó desde la muerte de su tío, Guillermo IV, al que habría sucedido su hermano Eduardo, Duque de Kent, el padre de victoria, cuarto hijo de Jorge III, pero murió el mismo año que el rey; 1820, por lo que la Corona recayó en su hija, la pequeña Victoria de Sajonia–Coburgo–Saafeld, que fue coronada a los 18 años.

Retrato de la Reina Victoria vestida para la coronación. De George Hayter, 1838. RC

Victoria se casó con su primo Alberto –de Sajonia-Coburgo–Gotha–, en 1840, tras el célebre flechazo que condujo a ambos a un profundo enamoramiento de por vida. Tuvieron nueve hijos y 42 nietos; 26 de los cuales, casaron con otros miembros de la realeza europea. Victoria reinó durante más de 63 años.

Alberto falleció en 1861, dejando una viuda inconsolable, que desde entonces vistió siempre de luto, convirtiéndose su imagen en el icono de la época, a la que, como se sabe, conocemos como Victoriana, con sus luces y sus sombras.

Heinrich von Angeli: Victoria a los 80 años

Victoria había nacido en Londres, el 24 de mayo de 1819, y falleció en la Isla de Wight, el 22 de enero de 1901, habiendo inaugurado el siglo XX. Estuvo casada durante 21 años y después reinó en solitario 40 años más.

Eduardo, cuyo entierro nos ocupa, fue su segundo hijo, primer varón, nacido el 9 de noviembre de 1841 en el Palacio de Buckingham. Fue el primer monarca británico de la casa de Sajonia-Coburgo-Gotha, que, bajo el reinado de su hijo, Jorge V,  pasó a llamarse casa de Windsor.

Alberto Eduardo, príncipe de Gales en 1846. Royal Collection, Palacio de St. James

Eduardo nació el 9 de noviembre de 1841 en el Palacio de Buckingham.

Como príncipe de Gales, heredero, pasó más tiempo que todos sus predecesores: más de 59 años, durante los cuales reinó su madre, Victoria, que le mantuvo alejado del poder, circunstancia que hizo de él el paradigma del aristócrata ocioso.

Su coronación coincidió con la llegada del nuevo siglo -1902- un momento en el que se producían importantes cambios, tanto tecnológicos –vuelo con motor-, como sociales –aparición del socialismo-. Eduardo impulsó las relaciones amistosas entre Gran Bretaña y varios países europeos, especialmente Francia, por lo que fue conocido como  el Pacificador.

Edward con su hermano Alfred

En 1860, siendo aún heredero en espera, realizó una gira pionera por América del Norte, que, con su carácter campechano y amistoso convirtió en un éxito, resultando muy simpático al pueblo americano, que siempre lo recibió bien. Durante el recorrido, conoció a los escritores Henry Wadsworth Longfellow, Ralph Waldo Emerson y Oliver Wendell Holmes.

Cuando volvió a Inglaterra se propuso ingresar en el ejército, pero se le negó tal posibilidad, por considerarla incompatible con su rango de heredero, que ya le confería los grados militares con carácter honorífico.

En el otoño de 1861, Victoria y Alberto le enviaron a Alemania, en apariencia, para asistir a unas maniobras militares, pero, en realidad, para que conociera a la princesa Alejandra de Dinamarca, la hija mayor del príncipe Christian de Dinamarca, y de su esposa Luisa, con la que sus padres se habían propuesto casarle.

Eduardo y Alejandra se conocieron en Espira el 24 de septiembre y simpatizaron desde el principio, por lo que el proyecto de matrimonio empezó muy bien. Sin embargo, fue por entonces cuando Eduardo se dispuso a ejercer la carrera más intensa de su vida, la de playboy empedernido

Durante unas maniobras del ejército en Irlanda, algunos oficiales, introdujeron a una actriz en su tienda. Alberto, su padre, escandalizado al saberlo, se presentó en el campamento a pesar de encontrarse enfermo; murió dos semanas después, y la reina responsabilizó a Eduardo por su desaparición. Por aquellas fechas, escribió en una carta a su hija mayor: No puedo, ni podré, mirarlo sin estremecerme.

Eduardo y Alejandra el día de su boda en 1863

Eduardo y Alejandra se casaron en la capilla de St. George, en el Castillo de Windsor, el 10 de marzo de 1863. Eduardo tenía veintiún años y Alejandra, dieciocho. Se establecieron en Marlborough House, en Londres, y en Sandringham House, en Norfolk, como casa de campo.

No todo el mundo estuvo de acuerdo con esta boda, ya que, la mayoría de los familiares de la reina Victoria eran alemanes, y Alemania estaba entonces inmersa en una disputa con Dinamarca, a causa del asunto de Schleswig-Holstein. De hecho, poco después de la boda, cuando el padre de Alejandra heredó el trono de Dinamarca en noviembre de 1863, la Confederación Alemana aprovechó la oportunidad para invadir y anexionarse aquellos territorios.

Victoria siempre intentó influir en las decisiones de su hijo, tanto sociales y políticas, como personales. En este último aspecto, se dice que fue ella quien eligió los nombres de sus nietos; se dijo que todos ellos nacieron prematuros, pero, al parecer, no se trataba sino de una ingenua trampa de la madre al informar sobre las fechas previstas, para evitar que la reina estuviera presente en los sucesivos alumbramientos.

Edward, Alexandra y Albert

Y ese hombre, cuya juventud mundana y alegre, frívola y galante le dio loca celebridad mundial –como decía el diario “El Guadalete”, tuvo muchas amantes, no sólo antes, sino también, durante su matrimonio, entre las que destacaremos dos solamente; Alice Kappel, bisabuela de Camilla Parker Bowles, a cuya abuela Sonia Kappel, se considera hija de Eduardo y otra, que sería la madre de Sir Winston Churchill, lady Randolph Churchill.

A pesar de ser ya viuda, la reina siguió evitando continuamente que Eduardo interviniera directamente en cualquier asunto de Estado, por principio, por rechazo y por diferencias ideológicas. Por ejemplo, Victoria, que era declaradamente pro germánica, desaprobaba el hecho de que su hijo apoyara a Dinamarca en asunto de Schleswig-Holstein, en 1864. Se dice también que el famoso primer ministro Gladstone, del partido liberal, apoyaba secretamente a Eduardo frente a la reina.

Edward a la derecha. Su madre, la reina, en el centro. El Zar Nicolás II y la Emperatriz Alexandra, que tiene en brazos a su hija, la Gran Duquesa Olga Nikolaevna. Castillo de Balmoral, Escocia, 1896

En 1870, el republicanismo británico recibió un impulso cuando el emperador Napoleón III fue derrotado en la Guerra Franco-Prusiana y se instituyó la Tercera República Francesa. Por otra parte, en el invierno de 1871, se produjo una mejora en la popularidad de Eduardo y en su relación con la reina madre, cuando de contrajo las mismas fiebres, que al parecer, habían causado la muerte a su padre.

En 1875, Eduardo viajó a la India para realizar una gira de ocho meses. Se hablaba mucho de su novedosa costumbre de tratar a todas las personas por igual, independientemente de su clase social o del color de piel. De hecho, en cartas a su casa, se quejaba del trato que los funcionarios británicos daban a los nativos: Porque un hombre tenga la cara negra y una religión diferente a la nuestra, no hay razón por la que deba ser tratado como un bruto. Su madre recibió del Parlamento el título de Emperatriz de la India, en buena parte, debido al éxito de Eduardo.

Eduardo fue mecenas de las artes y las ciencias, aficionado a los deportes y los juegos de azar y cazador. También se aficionó a las carreras de caballos y siempre fue considerado como un árbitro de la moda masculina. También se le debe la costumbre de comer rosbif con patatas al horno, salsa de rábano y Yorkshire pudding, que sigue siendo uno de los platos favoritos británicos para los domingos. También una marca de cigarros recuerda al empedernido fumador.

Los conocidos cigarros King Edward Imperial

En diciembre de 1891, su hijo, el príncipe Alberto Víctor, se comprometió con la princesa Victoria María de Teck, pero poco después del compromiso, murió de neumonía. Perder nuestro hijo mayor –escribió Eduardo-, es una de esas calamidades que uno nunca puede superar. Y le dijo a su madre: Podría haber dado mi vida por la suya, ya que no le doy ningún valor a la mía.

El 4 de abril de 1900, durante un viaje a Dinamarca, a través de Bélgica, Eduardo sufrió un intento de asesinato; Jean-Baptiste Sipido le disparó en protesta por la Guerra Bóer. Sipido pudo escapar a Francia a causa del retraso de las autoridades belgas en conceder su extradición. Este desinterés se unió al malestar británico por las atrocidades llevadas a cabo por los belgas en el Congo, y distanció a Gran Bretaña de otros países, pero en los años siguientes, la afabilidad y la popularidad de Eduardo, sirvieron de buena manera para la reconstrucción de alianzas europeas. 

La reina Victoria murió el 22 de enero de 1901, antes de cumplir los 82 años y Eduardo se convirtió automáticamente en monarca del Reino Unido. Escribió J. B. Pristley: Era sólo un niño cuando sucedió a Victoria en 1901 –tenía 60 años-, pero puedo atestiguar su extraordinaria popularidad. Era de hecho el rey más popular que Inglaterra había conocido desde principios de la década de 1660.

La familia de Eduardo y él mismo, en una ilustración de 1891, a partir de una fotografía de 1889.  De izq. a derecha: el príncipe Alberto Víctor, la princesa Maud, la princesa de Gales, su esposa;  Eduardo, la princesa Luisa, el príncipe Jorge y la princesa Victoria.

Cuatro reyes: Eduardo VII, a la derecha; su hijo y sucesor Jorge V, a la izquierda, y sus nietos, que serían, Eduardo VIII y Jorge VI

Eduardo VII y Alejandra fueron coronados en la abadía de Westminster el 9 de agosto de 1902. 


Su secretario privado, declaró que Eduardo era el primer heredero al trono con saldo positivo en sus cuentas. Sus finanzas habían sido muy bien administradas por un contralor, que aprendió de amigos financieros judíos del nuevo rey, como Ernest Cassel, Maurice de Hirsch y la familia Rothschild. Era, sin embargo, un momento de antisemitismo generalizado, y Eduardo se atrajo acerbas críticas por ello.

En las relaciones internacionales, Eduardo intentó contrarrestar el predominio creciente del Imperio alemán y su aliado, el Imperio austrohúngaro. Le disgustaba su sobrino, el emperador Guillermo II, que agravó las tensiones entre Alemania y Gran Bretaña.

Retrato realizado por Luke Fildes

Eduardo había tenido siempre buenas relaciones con W. E. Gladstone, que se llevaba muy mal con la reina madre, pero chocó con Herbert Gladstone, hijo del anterior y ministro también, porque quería permitir a los sacerdotes católicos llevar la eucaristía por las calles de Londres usando sus indumentarias eclesiásticas. Pero lo que más le disgustó de él, fue que nombrara a dos mujeres para una comisión real para la reforma de la ley de divorcio; Eduardo, el gran mujeriego, decía que no se podía hablar del divorcio con delicadeza o incluso con decencia, si intervenían mujeres. Gladstone fue cesado en la remodelación ministerial del año siguiente. Eduardo tampoco apoyó el sufragio femenino.

Aunque llevaba una vida de lujo, ostensiblemente por encima de la que vivían la mayoría de sus súbditos, su trato amable con personas de todas clases y su conocida condena de los prejuicios, contribuyeron a apaciguar las tensiones raciales y republicanas crecientes durante su vida.

Eduardo y cuatro de sus nietos en 1902

El 6 de mayo de 1910, Eduardo, que estaba enfermo de bronquitis, se fumó un cigarro al mediodía y sufrió un infarto, muriendo poco antes de la media noche en el Palacio de Buckingham.

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Tras una espera tan extremadamente prolongada, había llegado al trono con una edad ya notable, y habida cuenta de que la política siempre le interesó poco, tuvo también poco tiempo para dedicarse de pleno a su ejercicio, pero se ocupó de que su hijo y heredero, Jorge, estuviera bien preparado para ascender al trono, sin soportar las cortapisas que su madre le había puesto a él. Los contemporáneos describen la relación entre ellos, como de hermanos, más que de padre e hijo. A la muerte de Eduardo, Jorge escribió en su diario:  He perdido a mi mejor amigo y el mejor de los padres [...] Nunca tuve una sola palabra de enfado con él. Estoy abrumado por el dolor y tengo el corazón roto [...] 

Eduardo recibió críticas por su incesante persecución del placer, pero recibió grandes elogios por sus amables modales y por su habilidad diplomática. Su nieto escribió: Su lado más ligero [...] oscurece el hecho de que tuvo conocimiento e influencia. J. B. Priestley, al que ya hemos citado, añadió: Tuvo un enorme entusiasmo por el placer, pero también tenía un verdadero sentido del deber. Lord Esher, escribió a su vez,  que Eduardo era amable, elegante y desenvuelto y no indecoroso —pero demasiado humano—.

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Su funeral marcó el mayor conjunto de realeza y rango jamás reunido en un solo lugar y, de esta clase, el último-, escribió la historiadora Barbara Tuchman en The Guns of August
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Monarcas asistentes a los funerales de Eduardo VII de Inglaterra. 20 de mayo de 1910 y su parentesco con Eduardo VII:


1. Haakon VII de Noruega. Sobrino y yerno
2. Fernando de Bulgaria. Primo segundo.
3. Manuel II de Portugal. Primo cuarto.
4. K. Guillermo de Alemania. Sobrino.
5. Jorge I de Grecia. Cuñado.
6. Alberto I de Bélgica. Primo segundo.
7. Alfonso XIII de España. Casado con una hija de su hermana menor.
8. Jorge V de Inglaterra. Su hijo.
9. Federico VIII de Dinamarca. Cuñado.

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MEMORABLES FUNERALES... 2ª Parte

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