viernes, 31 de marzo de 2017

El Greco · San Mauricio y la Legión Tebana


Juan Fernández de Navarrete. Autorretrato

Logroño, 1526 - Toledo, 28 de marzo de 1579
Conocido como Navarrete el Mudo.

De él escribió Antonio Palomino:

Nació mudo y sordo, mas a esto le acompañaba una gran viveza e ingenio. Pasó a Roma, Florencia, Venecia, Milán y Nápoles. Estuvo en la Escuela del Ticiano mucho tiempo, y en la de otros eminentes hombres de aquella Era. hizo ocho Quadros grandes, que están ahora en el Claustro alto del Escorial, entre los quales hay uno, de la Degollación de Santiago, donde retrató á Santoyo, en la figura del Verdugo, con el cual estaba mal el Mudo: y como Santoyo era Secretario del Rey, quejóse, suplicandole mandase á el Mudo, que le borrasse; de lo qual se escusó el Rey; y asi se quedó. 


Visitábale su Magestad, en su Oficina en el Escorial frequentemente ; y dixo que los que venían de pintar de Italia, á el Escorial, no igualaban con las obras que dexó de su mano el Mudo. lo ultimo y lo mejor que hizo el Mudo, fué un Quadro, del Recibimiento de Abraham á los tres Angeles; que está en dicho Monasterio, en el primer Recibo de la Porteria, al salir al Claustro.


Lope de Vega Carpio, le hizo el siguiente Epigrama 

El Mudo insigne, muerto conocido, 
(Deschida [sic] que las Artes han tenido,) 
Y que oponer España á Italia pudo. 
Ningún rostro pintó, que fuesse mudo. 
Hasta la Embidia habló: mas era cierto,
Que también él habló, después de Muerto. 

Murió en el Escoria!, por los años 1572. de poco mas de 40 de su edad.

En realidad no era mudo de nacimiento y murió en 1579, a los 53 años.

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Como queda dicho, Felipe II admiraba el arte de Navarrete, pero el artista murió demasiado pronto, dejando su obra inacabada y un gran vacío en las expectativas pictóricas del monarca, que tenía previsto encargarle, para El Escorial, una pintura que representara a Mauricio, el santo legionario de Tebas, que era además, el patrón de la Orden del Toisón de Oro, y de su propia familia por la rama Habsburgo. Durante la Edad Media, San Mauricio fue hecho patrono del Sacro Imperio Romano-Germánico, de la Casa de Borgoña y de la Casa de Austria, de donde llegaba por varias vías su protección a Felipe II de España.

Sobre San Mauricio y la Legión Tebana existe documentación desde el siglo V hasta el siglo XIX, pero destacan las versiones: Passio Acaunensium martyrum del obispo Euquerio de Lyon de 440 y, por supuesto, de Jacobo de la Vorágine, en la Leyenda Aurea, del siglo XIII.

Según la leyenda cristiana, San Mauricio era uno de los oficiales que mandaban la Legión Tebana, del Alto Egipto, cuyos componentes serían todos cristianos. La Legión Tebana fue enviada a la Galia para combatir en apoyo del emperador Maximiano Hercúleo (285-305). 

Tras cruzar los Alpes, presumiblemente por el paso del Gran San Bernardo, acamparían en Acaunum o Agaune, hoy Saint-Maurice, en el cantón suizo de Valais. El emperador ordenaría la ejecución de todos sus componentes –entre 6600 y 6666-, después de diezmarlos dos veces; bien por negarse a ofrecer sacrificios a las divinidades romanas antes de la batalla, o bien, como relata Euquerio, por negarse a atacar a otros cristianos.

Era el año 303 y los oficiales al mando eran, Mauricio, Exuperio y Cándido.

La Columna de Trajano, en Roma, explica detalladamente la actividad de una Legión Romana, en este caso, destacada en Dacia, actual Rumanía.

Posteriormente –entre 381 y 393, el obispo de Octodurus de Martigny, Suiza, tuvo la revelación de que en Acaunum, yacían los restos de unos soldados cristianos de Tebas, ejecutados por el emperador Maximiano. Mandó excavar en el lugar y los encontró. Más tarde hizo construir una basílica en su honor.

Basílica de Agaune. Valais, Suiza

A España llegaron reliquias de san Mauricio en dos ocasiones. Felipe II tenía una parte, que depositó en el Monasterio de San Lorenzo, y Felipe III, otra, enviada por su hermana Isabel Clara Eugenia, cuando él residía en Valladolid, ya a principios del siglo XVII y para cuya grandiosa recepción se hizo confeccionar un enorme estandarte que fue restaurado en 2014, con ocasión del aniversario de la muerte de El Greco.

Estandarte de Valladolid. Anverso, San Mauricio
reverso: San Víctor y San Ursus

Aunque existen numerosas dudas acerca de la historicidad de estos hechos, no afectaron nunca a la celebridad del santo. Otto de Freissing, por ejemplo, un monje del siglo XI, escribió que la mayor parte de los legionarios pudieron escapar cuando empezaron las ejecuciones, y sorprende asimismo, la posibilidad de que toda una legión estuviera formada por cristianos, sin contar con el hecho de que no existe referencia histórica sobre una legión llamada “Tebana”, surgiendo, además, la pregunta de quienes fueron los encargados de ejecutar por decapitación a 6666 hombres, dado que todos los componentes de aquella legión serían cristianos y, por tanto, víctimas. 

En todo caso, la espada y las espuelas de Saint-Maurice formaban parte del ritual de la coronación de los emperadores austrohúngaros hasta 1916. 

Otón I estaba construyendo la catedral de Magdeburgo, donde tenía la intención de ubicar su propia tumba, a cuyo efecto: En el año 961 de la Encarnación y en el año 25 de su reinado, en presencia de toda la nobleza, en la vigilia de Navidad, el cuerpo de San Mauricio fue llevado a Ratisbona, junto con los cuerpos de algunos de sus compañeros. Estas reliquias fueron recibidas con gran honor por toda la población. 

Se crearon, bajo su protección, varias órdenes de caballería, como la citada, del Toisón de Oro.

San Mauricio es también patrón del Ducado de Saboya y en 1591 Carlos Manuel I de Saboya organizó el envío de una parte de las reliquias de Saint-Maurice desde el monasterio de Agaune.

Un problema importante surge ante el hecho de que, debido a su origen, Mauricio fue representado como un hombre de raza negra desde el siglo XII y, sin embargo, aparece como blanco a principios del siglo XVI. 

Es bien probable que, en pleno auge el tráfico de esclavos negros en la época, habiéndose reconocido su inferioridad con respecto a los indios americanos, por ejemplo, no pareciera lógico que un santo célebre fuera de aquella raza. Semejante tráfico no fue abolido hasta 1837.

Saint-Maurice de Lucas Cranach el Viejo (1472-1553).
 Museo Metropolitano de Nueva York.

Saint Erasme et Saint Maurice. Matthias Grünewald. Alte Pinakothek München

Jean Hey. Retrato de Francisco de Chateaubriand Presentado por San Mauricio. C. 1500. Museos y Galerías de Arte de Glasgow, Reino Unido.

Por ser patrón del Toisón y del Imperio –a pesar de que en España no era, ni mucho menos, tan popular como en Suiza, Francia y en general, en el centro de Europa, Felipe II se sentía especialmente atraído por San Mauricio, de modo que, a raíz de una visita a Toledo, con motivo de la celebración del Corpus Christi, conoció el Expolio de El Greco y decidió que el pintor cretense podría realizar, en el mismo estilo, el San Mauricio, que preveía colocar en el Monasterio de El Escorial cuando aún vivía Navarrete. 

El asunto elegido estaba destinado a formar parte de un grupo de lienzos del mismo estilo, es decir, igualmente dependientes, en gran parte de la leyenda, tales como El martirio de Santa Úrsula y las once mil vírgenes, y San Miguel luchando contra Lucifer, que, en principio realizaría Luca Cambiaso, y que después fueron sustituidos por obras de Pellegrino Tibaldi.
De la interpretación que el Greco dio al tema en su pintura, vamos a ocuparnos acto seguido.
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El Greco realizó una obra maestra, en la que introdujo una visión innovadora, que, sin llegar a ofender la ortodoxia, al parecer, defraudó las expectativas del monarca, que por alguna razón que desconocemos, no aprobó el resultado, al menos en apariencia, podríamos decir, ya que, no obstante, remunerar muy bien al artista, encargó la misma obra a Rómulo Cincinato

El Padre Sigüenza, cronista del Monasterio de San Lorenzo, sin presentar abiertamente una crítica escribió que aquella interpretación, No le contentó a Su Majestad… añadiendo que: contenta a pocos, aunque dicen que es de mucho arte y que su autor sabe mucho. 

En realidad, partiendo de la idea de que se trataba de una historia llena de detalles ficticios, o, cuando menos, no muy seguros, parecía complicado dogmatizar sobre lo que estaba bien y lo que estaba mal interpretado en el lienzo. No obstante, resulta claro que El Greco era hombre controvertido.

De acuerdo con Palomino, lo que le pasaba al Greco, era que siendo Discípulo de Ticiano, á quien imitó, de suerte que sus Pinturas las equivocaban con las de su maestro. pero él viendo, que sus Pinturas se equivocaban con las de Ticiano, trató de mudar de manera, con tal extravagancia, que llegó á hazer despreciable y ridicula su Pintura, assí en lo descoyuntado del dibujo, como en lo desabrido del color

Palomino, de Juan Bautista Simó

En opinión de Palomino, tanto El Expolio, como El Entierro del Conde de Orgaz, pecaban del mismo defecto, es decir, que parecían ser obras de Tiziano.

Claro está, que si es cierto lo que dicen algunos críticos contemporáneos, nadie estaba muy predispuesto por entonces a encarecer la obra del Greco; ¿tal vez porque parecía algo soberbio, o simplemente, seguro de sí mismo y de su arte?

Pacheco? Velázquez, Museo del Prado

Por donde me maravillo mucho –escribió Pacheco–, [y perdóneseme este cuento traido, no por emulacion] que preguntando yo al Dominico Greco el año de 1611, cual era mas dificil, el Dibujo, o el colorido? me respondiese que el colorido. I no es esto tanto de maravillar, como oirle hablar con tan poco aprecio de Micael Angel (siendo el Padre de la pintura) diziendo que era un buen hombre, i que no supo pintar.

Pero añade, no obstante: Aunque escrivimos en algunas partes contra algunas opiniones; paradoxas suyas, no lo podemos excluir del número de los grandes Pintores, viendo algunas cosas de su mano tan elevadas, tan vivas (en aquella su manera) que igualan a las de los mayores ombres.

O quizá El Greco tenía una formación que le permitía discutir las opiniones de Vasari?

BDH–BNE

La realidad es que, como en su día se lamentó M. B. Cossío; no sabemos nada de Doméniko Theotokopoulos, y en lo que afecta a su obra, hemos de referirnos siempre  a lo que nos gusta o disgusta en ella, puesto que, pasando de largo sobre las reglas –si es que el arte ha de estar sometido a ellas–, de los maestros, el Greco fue un innovador, que ha despertado más admiradores en el futuro presente, que muchos de los artistas de su época; claro está, siempre con excepciones.

El Greco, 1580-82, 4,45 × 2,94 cm.
Monasterio de San Lorenzo, El Escorial


En primer lugar –que no en primer plano–, el Santo en cuestión, Mauricio.


A su izquierda, San Exuperio porta el estandarte rojo.





Santiago el Menor? (De frente). Se cree que convirtió a la legión Tebana al Cristianismo.

El hombre con armadura y pelo gris, es el Duque Emmanuel Filiberto de Saboya, comandante de las tropas españolas en San Quintín y Gran Maestre de la Orden Militar de San Mauricio. 


A su derecha, y más cerca del santo, se sitúa Alejandro Farnesio, duque de Parma, que estaba en aquellos momentos en los Países Bajos.


Entre los dos nobles y el santo, una cara asoma, pero claramente definida, que Cossío atribuyó al propio Greco.


En el plano del fondo, a la izquierda, donde se suceden las ejecuciones, aparece un rostro –bastante oscuro–, que ha sido identificado con don Juan de Austria.


Plano de fondo, parte superior: los legionarios que esperan su ejecución.


Fondo, parte media: El verdugo se dispone a ejecutar a un hombre, al que Mauricio parece ofrecer apoyo y consuelo.


Un cuarteto formado por ángeles, en el plano celestial.


Dos ángeles portan palmas de martirio y coronas de santidad


Junto al estandarte y bajo un cielo delirante, muy greco –luminoso y gris a la vez–, el brillo acerado de picas y lanzas


Flores silvestres bajo los pies del santo.


La firma inconfundible del Griego, sobre la piedra, y entre las fauces de una serpiente


¿Qué encontró Felipe II, o sus asesores, en esta pintura, que no le convenció? No lo sabemos en realidad, pero el monarca encomendó la tarea a otro pintor, aunque conservó la obra del Greco, que al parecer pagó muy bien, y sin pedir cuentas al artista. No obstante, como decimos, encargó otro San Mauricio, más clásico. Tal vez, esta definición ayuda a comprender el rechazo al San Mauricio de El Greco; era demasiado innovador –como, en realidad, lo sigue siendo–.

El martirio de San Mauricio, Rómulo Cincinato. Oleo sobre lienzo 540 x 288 cm.
1583-84. Monasterio de San Lorenzo de El Escorial.
Harto alegre y bien tratada. P. Sigüenza

Cincinnato colocó la ejecución en primer plano y en el cielo, al propio Jesucristo, en lugar de unos ángeles interpretando música. Cincinato había llegado a España en 1557, con Patricio Cajés, ambos con el patrocinio de Luis de Requeséns, embajador ante la Santa Sede, para trabajar en la obra cumbre de Felipe II.

Dice Palomino, que, cuando alguien le elogió su obra del Escorial, Cincinato respondió: Que valía más un Zancajo, que había pintado en los Jesuitas de Cuenca, que todo cuanto había hecho en El Escorial. ¿Habría que entender que en el Monasterio se había visto obligado a ejecutar pinturas con las que no estaba de acuerdo? ¿Se referiría a toda su obra?

En todo caso, hay quien cree que el único motivo para rechazar la pintura de El Greco y preferir la de Cincinato, fue la mejor adaptación del lienzo de este último, al altar al que estaba destinado, por tamaño y por formato; el lienzo de Cincinato es un metro más alto y remata en medio punto.

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El Greco empleó casi tres años en completar su obra en Toledo, y acudió a entregarla personalmente a finales de 1582, aunque el rey no la vio hasta que volvió de Portugal en 1583, y como sabemos, le hizo pagar 800 ducados; una cifra muy elevada, que contradice su supuesto disgusto ante el resultado obtenido. En todo caso, el San Mauricio acabó colgado en otra estancia  menos representativa del monasterio y El Greco no fue contratado para continuar la obra de Felipe II.

Ante la evidente falta de información al respecto, es posible que al rey sí le gustara la obra, o es posible que le disgustaran ciertos aspectos, no relacionados con la pintura, sino con los personajes representados, de los que ya hemos hablado.


También podría haber influido el característico alargamiento de las figuras o esos grupos de piernas desnudas, tan del Greco, que nadie más pintaba igual.


Pero quizás le sorprendieron sus extraordinarios y expresivos juegos de manos; unas manos que podemos escuchar; quizás con demasiada vida.


Recordemos que el cronista Sigüenza, cuando escribió que la pintura no gustó al rey –sin explicar, como decimos, las razones de su disgusto–, añadió: aunque dicen es de mucho arte y que su autor sabe mucho y se ven cosas excelentes de su mano. 
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