viernes, 25 de noviembre de 2016

La Infancia Descubierta II• Pintores Románticos • Museo del Prado • Vicente López Portaña

                LA INFANCIA DESCUBIERTA I
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EL descubrimiento de la infancia durante la Ilustración, encontró en España una vía de expresión a través del Romanticismo, y fue asumida por varios pintores, que crearon, de forma casi simultánea, retratos de niños, partiendo de su aproximación a la nueva Pedagogía. Nos centramos aquí en la trayectoria vital de estos artistas, así como en su ubicación personal dentro de una época histórica, en exceso cambiante e inquieta, -entre 1842 y 1855-; sobre el ruidoso fondo de la inestable paz entre dos de las Guerras Carlistas.

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Se trata de las siguientes obras, tal como aparecen colocadas en la sala.


1 Retrato de niña en un paisaje. Carlos Luis de Ribera y Fieve. 1847 (1815-1891) (Enlace)

2 Luisa de Prat y Gandiola, luego marquesa de Barbançon. Vicente López Portaña. 1845 (1772 -1850)

3 Niña sentada en un paisaje. Rafael Tegeo Díaz. 1842 (1798-1856)
4 Isabel Aragón de Escolar. Luis Ferrant y Llausás. 1854 (1806-1868)
5 Manuel y Matilde Álvarez Amorós. Joaquín Espalter y Rull. 1853 (1809-1880)
6 Federico Flórez y Márquez. Federico de Madrazo y Kuntz. 1842 (1815-1894)
7 Retrato de niña. Valeriano Domínguez Bécquer. 1852 (1833-1870)
8 Raimundo Roberto y Fernando José, hijos de S.A.R. la infanta Josefa Fernanda de Borbón, Antonio María Esquivel y Suárez de Urbina. 1855 (1806-1857)
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Luisa de Prat y Gandiola, luego marquesa de Barbançon, c. 1845
Vicente López Portaña (1772-1850), Óleo sobre lienzo, 104 x 84 cm.
Legado de Daniel Carballo Prat, conde de la Pradère, 1933

Esta pintura, además de ser excepcional en el terreno artístico, constituye también una excepción en el conjunto de la obra de Vicente López. Leemos en la página del Museo del Prado que se trata de una obra singular, tanto en su composición como en la actitud de la niña retratada, y que el autor, se muestra evidentemente más influido por el retrato romántico inglés, que por las nuevas tendencias con respecto a los niños, procedente de Francia. Nuestro modelo, Luisa de Prat, se sitúa en un espacio de bucólica sencillez, que contrasta con la elegancia refinada de su postura, algo afectada, con apariencia de adulta prematura, y Vicente López emplea recursos que, evidentemente, toma prestados de la retratística inglesa.

Se trata de Luisa de Prat y Gandiola (1837-1888), hija de Pedro Juan M. Plácido de Prat y de Zea Bermúdez, conde de Pradère y barón de Rieux, (1806-1868) casado en primeras nupcias, en 1836, con Pilar Gandiola y Cavero, madre de Luisa, quien también se encuentra en el Museo.

Pilar Gandiola y Cavero, la madre de Luisa. 
A.M. Esquivel hizo este retrato en 1838, cuando Luisa, nuestra protagonista, tenía apenas un año. Museo de Prado.
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Vicente López Portaña Valencia, 19.9.1772 - Madrid, 22.7.1850

Autorretrato, 1840. Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (RABASF)

Vicente López Portaña es el Decano del grupo de artistas de La Infancia Descubierta, siendo Bécquer el Benjamín. Nacidos en 1772 y 1833 respectivamente, entre ellos se sitúan, Tegeo Díaz, nacido en 1798, Ferrant y Esquivel, del año 1806; Espalter, de 1809, y, por último, Ribera y Madrazo, nacidos ambos en 1815. 

Bécquer, pues, nació 61 años después que Vicente López; un amplio lapso de tiempo entre dos siglos, que por sí mismo explicaría las grandes diferencias observables entre las principales obras de cada uno de ellos.

Se define a Vicente López, como un pintor Neoclásico, con algún matiz de romántico. Empezó su formación artística como discípulo del franciscano Antonio de Villanueva en la Academia de San Carlos de Valencia. Allí obtuvo, en 1789, los 17 años, el premio de primera clase con el lienzo El rey Ezequías haciendo ostentación de sus riquezas, dotado con cuarenta pesos y una pensión para estudiar en Madrid.

Ezequías haciendo ostentación de sus riquezas, BBAA Valencia

Ya en Madrid, en 1790 Vicente López obtiene el primer puesto en el concurso de la Academia de San Fernando con el cuadro Los Reyes Católicos recibiendo una embajada del Rey de Fez, y pronto asimila las enseñanzas de Mengs, a través de sus maestros Bayeu y Maella.

Los Reyes Católicos recibiendo una embajada del Rey de Fez

En 1792 vuelve a Valencia ya precedido por un notable prestigio que le hace obtener gran número de encargos, especialmente sobre temas religiosos para iglesias; retratos, grabados y proyectos para monumentos.


En Valencia permaneció hasta que estalló la Guerra de la Independencia y realizó el retrato de Fernando VII con el hábito de la Orden de Carlos III. También tuvo como modelos a algunos militares franceses, entre ellos, el mariscal Suchet.

La fama de su pintura hizo que Fernando VII le nombrara Primer Pintor de Cámara el 1º de marzo de 1815. Para entonces, su estilo ya está bien definido, es muy objetivo con los modelos que retrata y muestra una extraordinaria maestría en la reproducción de las calidades de los tejidos, así como de las joyas y oropeles.

Aquel nombramiento lo convertiría en el pintor más solicitado de la aristocracia y burguesía adinerada madrileñas, alternando su trabajo en Palacio con su actividad docente, los puestos oficiales y sus encargos particulares.


En 1818 pinta la grandiosa Alegoría de la donación del Casino a la reina Isabel de Braganza por el Ayuntamiento de Madrid.

La Alegoría fue concebida como decoración para el techo del salón principal del llamado Casino de la Reina, y encargado a Vicente López, como regalo para la segunda esposa de Fernando VII, Isabel de Braganza, casada con él, aquel mismo año. López se inspiró en los frescos de Corrado Giaquinto en el Palacio Real de Madrid, a cuyo efecto elaboró un minucioso estudio preparatorio, y un gran boceto sobre lienzo, para ensayar el trabajo definitivo.

Durante el mismo período contribuyó al proyecto del Real Museo de Pinturas, seleccionando y restaurando, en su caso, las pinturas que pasarían a ser allí conservadas. Finalmente, sería nombrado director artístico del mismo, en 1823.

Cabeza de Mujer. Pastel/papel. c. 1826. MNAC

En 1826 y en plena Década Ominosa, López realizó el Retrato del pintor Francisco de Goya, sin la menor duda, su obra más emblemática y la que legaría su nombre a la posteridad.


Goya había abandonado el reino sólo dos años antes, para establecerse en Burdeos huyendo de la represión llevada a cabo por Fernando VII sobre los constitucionalistas, recién restaurado en el trono, y sirviéndose de la ayuda de los Cien mil hijos de San Luis. Al parecer, aquel año, Goya hizo un viaje a Madrid, donde permaneció poco tiempo, con el fin de solucionar ciertos problemas relativos al cobro de su pensión. Su visita permitió a Vicente López realizar este espléndido retrato, del que nos ocuparemos con más detalle, y que, por cierto, nunca estuvo en poder del pintor de Fuendetodos, a pesar de la dedicatoria que aparece en el lienzo.


Aunque la técnica del retrato de Goya, resulta bastante más moderna que la empleada por López habitualmente, no parece que se hubiera producido un cambio en su estilo, sino que la presente novedad, sería resultado del profundo dominio de la técnica que poseía el artista, ya que dos años después, habiendo sido encargado de dirigir el proyecto decorativo del Palacio Real de Madrid, pintó, para uno de sus techos la Alegoría de la Institución de la Orden de Carlos III, donde, bien porque fuera su decisión, o quizás obedeciendo al deseo del monarca, mantuvo en su plenitud, mejorándolo incluso, el viejo y ampuloso estilo neoclásico empleado en el Casino.


Durante esos años se multiplicaron los encargos de retratos, en los que podríamos decir que López alcanza la perfección, pero, sobre todo, en 1831 termina el de Fernando VII con el hábito de la Orden del Toisón de Oro para la Embajada de España ante la Santa Sede, en el que, dentro de su personalísimo estilo se va acomodando al lenguaje formal, que no al espíritu, del pujante romanticismo de la época isabelina.


Tras realizar un nuevo trabajo de carácter histórico, en la monumental obra Ciro el Grande ante los cadáveres de Abradato y Pantea, que quedó inacabado y que además se ha perdido, pocos días antes de su muerte, terminó el retrato del General Narváez

El General Narváez. Museu de Belles Arts de València

Fechado y firmado por Vicente López en 1849, fue el último retrato realizado por él, y es copia del que se conserva en el Palacio Real de Madrid.

Vicente López Portaña falleció en Madrid el 22 de julio de 1850. Para entonces, ya era Pintor de Cámara de la reina Isabel II, habiendo sobrevivido diecisiete años a Fernando VII. El año anterior había terminado la II Guerra Carlista e Isabel II, a la edad de veinte años, llevaba siete en el trono.


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Cuando nace Fernando VII, Vicente López tiene 12 años, y 61 cuando este fallece, lo que quiere decir que su vida corre parejas con la del monarca, a cuyas cuatro esposas retrató para la posteridad.

María Antonia de Borbón, primera esposa de Fernando VII. (1784–1806) 
h. 1815-1816. Museo del Prado.

El hieratismo del modelo, especialmente visible en su mirada, parece denunciar el carácter póstumo del retrato. Casada con Fernando VII en 1802, había sido incluida entonces por López en el lienzo–homenaje a la familia de Carlos IV, pero había fallecido en 1806, a los 21 años.

El retrato es copia de una efigie de la Princesa grabada por Brunetti sobre un dibujo de Antonio Carnicero.

María Antonia de Borbón. Antonio Carnicero Mancio, (1748 - 1814)
Grabado de Juan Bautista Brunetti, (fallecido en Madrid, en 1807). 
Edición de la Real Calcografía en 1802

El retrato de perfil, al estilo romano, estuvo muy de moda durante el Neoclasicismo. Vicente López ya lo había utilizada años antes, cuando incluyó la imagen de María Antonia en el retrato colectivo de Carlos IV y su familia homenajeados por la Universidad de Valencia.

Mª. Antonia. Detalle Del Retrato Homenaje a Carlos IV

No tardaron algunos de culpar de su muerte a Godoy, acérrimo enemigo de la madre de María Antonia, empeñada en imponer sus criterio en la Corte de Madrid, valiéndose de la hija. Ello hizo necesaria la publicación de una autopsia, según la cual, la joven princesa habría muerto de tuberculosis.
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María Isabel de Braganza, reina de España, (1797–1818) h. 1816
Museo del Prado. Madrid. Vicente López Portaña

Fue la segunda esposa de Fernando VII, con quien se casó en el otoño de 1816. Tuvo una hija, María Isabel Luisa, nacida el 21 de agosto de 1817, que murió el 9 de enero de 1818. Fue por este embarazo por el que el Ayuntamiento de Madrid le regaló el edificio conocido desde entonces como Casino de la Reina, y para el que López pintó la alegoría de la que ya hemos hablado.


Falleció en Madrid el 26 de diciembre de 1818 sin haber inaugurado el Real Museo de Pinturas, cuya creación se le atribuye y que Bernardo López, el hijo de Vicente, inmortalizó en ficción, en 1829, copiando el retrato de María Isabel realizado por su padre y maestro.

María Josefa Amalia de Sajonia, reina de España –tercera esposa de Fernando VII, h. 1828. Museo del Prado. Madrid. Vicente López Portaña

A título de curiosidad, reproduzco aquí su nombre completo: María Josepha Amalia Beatrix Xaveria Vincentia Aloysia Franziska de Paula Franziska de Chantal Anna Apollonia Johanna Nepomucena Walburga Theresia Ambrosia.

Su infantilismo, unido quizás a ciertas carencias formativas al respecto -ya que fue educada en un convento-, frente a la temprana madurez sexual de Fernando VII, convirtieron su noche de bodas en una pesadilla, de la que solo pudo sacarla una misiva del Papa Pío VII, en la que le habló de sus obligaciones conyugales. 

El Museo del Prado conserva otro retrato suyo, realizado ocho años antes que el de Vicente López.

Francisco Lacoma y Fontanet: Mª. Josefa Amalia de Sajonia h. 1820. 
Museo del Prado

Mª. Cristina de Borbón Dos Sicilias, cuarta y última esposa de Fernando VII y madre de la disputada heredera, Isabel II. 1830, Vicente López. Museo del Prado. 

Este retrato fue encargado como regalo de bodas para su tío y esposo Fernando VII, a quien parece que le gustó mucho, ya que hizo que lo colocaran en su despacho. Las suntuosas telas, encajes y joyas son de factura exquisita y precisa, y dan artificio al retrato, quizás en contraste con la perfecta naturalidad el rostro.


María Cristina con Isabel II y la infanta María Luisa Fernanda
Fuente: Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes

Siguiendo con las correspondencias cronológicas, resulta que Vicente López tenía 61 años cuando nació Isabel, hija mayor de Cristina, la que heredaría el trono finalmente, y cuyos principales retratos en un futuro próximo, ya serían obra de los Madrazo.

Isabel II recién nacida. Vicente López, 1831. Colección particular. Madrid.

Isabel II niña, estudiando Geografía. 1842. 
Patrimonio Nacional / Reales Alcázares. Sevilla

Isabel II estudiando Geografía. V. López, 1843 Museo Romanticismo

Sobre un espacio exento del lujo palaciego, y dedicado al estudio, Isabel II niña, ofrece un aspecto más familiar que el habitual, en este retrato, que sería una copia con algunas variantes, de otro, que el mismo pintor había hecho por encargo de doña María Cristina, cuando vivía exiliada en París, si bien, sorprendentemente –siempre que se trate de los retratos aquí presentados-, parece haber una enorme distancia entre los dos rostros, pareciendo el segundo, más bien una mujer pequeña, mientras que el primero conserva un gesto infantil. Este retrato, además, haría pareja con otro de su hermana Luisa Fernanda estudiando música, también hecho por encargo de la reina madre.


Las dos obras se conservan en los Reales Alcázares de Sevilla. Al parecer, la reina Cristina los recibió con gran alegría, por lo que regaló al pintor una sortija de brillantes en la que gastó 9.600 reales. Asimismo, se cree que la iconografía que define ambos retratos –mapa y partitura–, fue propuesta por el ayo y maestro de las niñas, Manuel José Quintana, de quien el Museo del Romanticismo también conserva un retrato atribuido al taller de Vicente López.

Manuel José Quintana. Vicente López, 1806. Museo del Romanticismo de Madrid 

Cuando Isabel II cumplió quince años, el Ayuntamiento de Sevilla encargó a López un nuevo retrato de ella para su Sala Capitular, que el aartista, ya en edad avanzada, pintó bajo la supervisión de Joaquín Francisco Pacheco. Fue su último retrato oficial de la soberana.

Isabel II de V. López c. 1850 –con un extraño cetro-. Ayto. de Sevilla

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Luisa Carlota de Borbón Dos Sicilias. Hermana de la Reina Mª. Cristina. Casada con el Infante Francisco de Paula, –hermano de Fernando VII–. Fue la protagonista de la inverosímil bofetada al Ministro Calomarde el 22 de Septiembre de 1832. 

Luisa Carlota de Borbón Dos Sicilias c.1819. Museo Lázaro Galdiano

Calomarde pretendía mantener la Ley implantada por Felipe V de Borbón –que alejaba completamente a las mujeres del trono–, en lugar de la, hasta entonces imperante, de Alfonso X el Sabio. Luisa Carlota apoyaba así la “causa” de su sobrina, la que sería Isabel II.


Esta Luisa Carlota, será la abuela de los que aquí llamamos, los Niños de Esquivel.

Calomarde. Vicente López. Museo del Prado / Real Academia de la Historia

Y este caballero es Francisco Tadeo Calomarde –de Retascón y Arriá–, (1773-1842), que fue ministro de Gracia y Justicia entre 1823 y 1833, es decir, durante la restauración absolutista de Fernando VII, que terminó con la muerte del monarca, a la edad de 49 años, con el subsiguiente estallido de la Primera Guerra Carlista.

-Manos blancas, no ofenden-, aseguran que dijo Calomarde al recibir la famosa bofetada de Luisa Carlota, cuando él pugnaba, junto al rey moribundo, por anular la Pragmática que, a su vez, anulaba la Ley quasi Sálica, de Felipe V, el primer Borbón, y que impedía el acceso de las mujeres al trono.

El retrato de Goya


Probablemente nunca imaginó Vicente López que este retrato sería el que pusiera su nombre en la orla de la posteridad, de manera tan brillante.

Vicente López se mantenía en su viejo estilo, mientras que Goya había adquirido estilo y técnica absolutamente innovadores, hasta tal punto que parece, en cierto modo, imposible, que ambos maestros fueran contemporáneos, tanto o más que el hecho de que realmente fueran amigos, dadas unas circunstancias durante las cuales, ambos se hallaban en terrenos radicalmente opuestos. 

Tan innovador en el arte como en la vida, Goya era ya sobradamente conocido por sus simpatías francesas y, por tanto, no gozaba de las de Fernando VII, quien, feliz por la voluntaria ausencia del aragonés, designó a Vicente López para ocupar su puesto como Pintor Real. 

Los retratos de la Familia de Carlos IV, ejecutados por Goya y Vicente López; tienen muchas similitudes y diferencias a observar, sobre unos rostros que ambos habían observado atentamente.

Goya. Familia de Carlos IV. 1800. Museo del Prado

Vicente López Carlos IV y su familia homenajeados por la Universidad de Valencia. 1802. Museo del Prado.

La Universidad presenta las Facultades a la familia real; Atenea, con casco floreado y lanza, señala al cielo, donde se encuentran la Paz, la Victoria y la Abundancia, que se suponen traídas por el monarca. En el plano inferior, Derecho, Filosofía, etc. A la izquierda, la familia propiamente dicha, con el heredero, Fernando VII, en primer plano.

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Félix Antonio Máximo López, primer organista de la real capilla, 1820. V. López, Museo del Prado

Además del retrato de Goya, pintó Vicente López por entonces, este, tan asombroso y emotivo del organista, que constituye un verdadero prodigio pictórico, por el que el anciano músico aparece vivo ante la mirada del espectador. Es quizás su mejor retrato después del de Goya.


La partitura, claramente legible, contiene los primeros compases de la pieza:
Obra de los locos, que fue comprada a Pablo Bosch para el Museo del Prado, por Real Orden de 20 de junio de 1879.

Retrato de Vicente López realizado por su hijo Bernardo López Piquer. 
Museo del Prado, c. 1847


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