viernes, 1 de abril de 2016

Las Cruces de Leonor de Castilla Reina de Inglaterra • Eleanor Crosses





Leonor de Castilla, hija de Fernando III el Santo, fue la primera esposa de Eduardo - Edward, hijo de Enrique III de Inglaterra. Aunque su matrimonio fue acordado como prenda de un tratado de paz, resultó ser una de las parejas más enamoradas que recuerda la historia. Después de traer al mundo quince hijos –de los que sólo seis alcanzaron la madurez-, Leonor falleció en 1290 en Harby, Nottinghamshire, y un desconsolado Eduardo, ordenó levantar una cruz monumental en cada uno de los lugares en los que el cortejo hizo noche, durante el traslado del féretro de Leonor a Londres, hasta un total de doce.

Parece recomendable recordar la historia de Edward, para comprender el influjo que Leonor de Castilla pudo tener sobre él, ya no sólo como esposo, sino en cuanto monarca, en un período muy inquieto de la historia de Inglaterra. Es la historia de un guerrero que prácticamente no abandonó el campo de batalla; Leonor, no sólo le apoyó en todo, sino que incluso se embarcó con él para acompañarlo durante la novena Cruzada.

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Edward I of England 

Eduardo I de Inglaterra, sucedió a su padre en el trono. Conquistó gran parte de Gales e intentó apoderarse de Escocia, lo que le ganó el sobrenombre de Hammer of the Scots – Martillo de los Escoceses, aunque es más conocido como Piernas Largas – Longshanks

Nació en el Palacio de Westminster, el 17 de junio de 1239, siendo el primogénito del rey Enrique y su esposa Leonor de Provenza, quien, ya viuda, se ocuparía del cuidado y la educación de sus numerosos nietos, hijos de Eduardo. 

Henry III y Aliénor de Provence

Eduardo ascendió al trono el 16 de noviembre de 1272 y reinó hasta el final de su vida, el 7 de julio de 1307, a punto de cumplir 66 años; una existencia que puede considerarse bastante larga, más aún sabiendo que hubo de superar diversas enfermedades importantes en la infancia. 

Entre los territorios que la Corona Inglesa poseía en Francia, estaba Gascuña, que Alfonso X de Castilla, El Sabio, reclamó en 1254, basándose en el hecho de que Gascuña había sido el territorio que Leonor de Inglaterra aportó en dote al casarse con Alfonso VIII, sus ascendientes. Enrique III, deseando eludir la confrontación, envió una delegación a las Cortes de Toledo, encabezada por Eduardo –entonces, quince años–, al frente de una delegación que debía parlamentar con los representantes del rey castellano. 

El resultado fue un acuerdo que englobaba el matrimonio entre Leonor, hermana de padre de Alfonso X –es decir, hija de Fernando III el Santo-, con Eduardo, y la renuncia del rey de Castilla a sus pretensiones sobre el territorio en cuestión, ya que lo cedía a su vez, como dote a su hermana. Acto seguido la delegación inglesa se desplazó a Burgos, entonces capital del reino de Castilla, donde Alfonso X armó Caballero a Eduardo.

Monasterio de las Huelgas. Burgos

El matrimonio se celebró el 18 de octubre de aquel mismo año, en el monasterio de las Huelgas, en Burgos y con el tiempo, mostró ser uno de los pocos casos en que un acuerdo político desemboca en un matrimonio venturoso. En este sentido, Leonor y Eduardo constituyen un ejemplo.

Eduardo y Leonor. Manuscrito de principios del siglo XIV.

Los asuntos que históricamente ocuparon la biografía de Eduardo, fueron, fundamentalmente, las luchas por el dominio inglés sobre Gales y Escocia

En 1263, mandó una campaña en Gales, sin apenas trascendencia, contra el príncipe Llywelyn ap Gruffudd –el último rey galés de Gales–. Por entonces, Simón de Montfort, al que Eduardo había protegido anteriormente -estaba casado con Leonor de Inglaterra, hermana de Enrique III-, y que vivía exiliado en Francia desde 1261, volvió a Inglaterra con el propósito de reanimar la insurrección de los Barones. Eduardo se enfrentó a ellos, recuperando el castillo de Windsor. Poco después, con la mediación de Luis IX de Francia, ingleses y galeses – Enrique III y Simón de Monfort–, llegaron al pacto conocido como la Mise de Amiens, aunque sólo sirvió para detener la lucha durante algún tiempo, ya que, lejos de ser ecuánime, el acuerdo favorecía, claramente al partido inglés. 

En 1265 Eduardo se lanzaba al ataque –en la llamada Segunda Guerra de los Barones–, que desembocó en la Batalla de Evesham –una suerte de masacre en la que el ejército inglés doblaba en número al galés–. El 4 de agosto, Montfort fue derrotado, asesinado y destrozado su cadáver, en las proximidades de la ciudad de Evesham, en Worcestershire, donde también perdió la vida su hijo Henry. 

Muerte y mutilación de Simón de Monfort en la Batalla de Evesham. Sobre sus restos, el cuerpo de su hijo Henry.

Otra de las acciones que marcan la actividad histórica de Eduardo se produjo a mediados de 1268  -24 de junio-, cuando él, su hermano Edmond y su primo Henry de Almein, a la cabeza de  otros nobles ingleses se propuso poner en marcha la Novena Cruzada, con el objetivo de recuperar la fortaleza de Acre, a cuyo efecto, además de contar con una notable aportación financiera del rey de Francia, Luis IX, Eduardo instituyó un nuevo impuesto, aprobado por el Parlamento en mayo de 1270, consistente en la aportación del 20% de todos los bienes muebles. Como contrapartida, Eduardo se comprometía a confirmar la Carta Magna y restringir los derechos de los prestamistas.

Finalmente, el 20 de agosto de 1270, Eduardo –acompañado por su esposa, Leonor–, zarpaba del puerto de Dover al frente de un ejército de 1000 hombres, de los cuales casi la cuarta parte, eran caballeros. 

A pesar de que su destino era Acre, Luis IX y su hermano Charles d’Anjou, entonces rey de Sicilia, se dirigieron a Túnez, donde el ejército francés fue víctima de una epidemia que acabó con sus planes y que, finalmente, causó la muerte del propio monarca francés, Luis IX. 

Cuando Eduardo desembarcó en el norte de África, Charles había firmado una tregua con Túnez y se disponía a abandonar aquel territorio, así como sus proyectos de Cruzada, lo que no detuvo a Eduardo, quien, al llegar a Acre en mayo de 1271, halló un panorama desolador, a pesar de lo cual se propuso continuar, hasta que sufrió un intento de asesinato que le decidió a volver a Inglaterra a finales de septiembre de 1272.

Durante una escala en Sicilia, recibió la noticia de que su padre, Enrique III había fallecido el 16 de noviembre de 1272, a pesar de lo cual, sabiendo que sus dominios se hallaban entonces en paz, tras la derrota de los Barones, decidió visitar al Papa en Roma. 

El 2 de agosto de 1274 ponía de nuevo el pie en Inglaterra, siendo coronado el 19 de agosto.

Edward

Tras su acceso al trono, Eduardo proveyó medidas dirigidas a restablecer la maltrecha economía del reino. Por medio de una inspección, mandó elaborar los llamados Hundred Rolls – Rollos de los Cientos, mediante los cuales se proponía recuperar las propiedades enajenadas por la Corona; de modo que, todo aquel que no pudiera presentar un título de propiedad de las mismas, debía devolverlas al erario. La medida causó enorme descontento entre la aristocracia, que –a falta de documentos–, afirmaba que el ejercicio del poder sobre aquellas tierras desde años atrás, era ya un título más que suficiente. No se recuperó gran cosa por este medio, pero quedaba bien determinado el hecho de que se trataba de donaciones o encomiendas que procedían de la Corona y no suponían un derecho innato de sus actuales poseedores.

Con respecto a Gales, tras la Segunda Guerra de los Barones, Llywelyn ap Gruffudd había conseguido, por el Tratado de Montgomery de 1267, que se le reconociera la propiedad de las tierras que había conquistado en Four Cantrefs of Perfeddwladd, así como su calidad de Príncipe de Gales. Sin embargo, en 1274, su hermano menor, Dafydd ap Gruffyd y el rey de Powys, Gruffydd ap Gwenwynwyn, se pasaron al servicio de Inglaterra. Llewelyn no sólo se negó a convertirse en vasallo de Eduardo I, sino que se prometió con Eleanor de Montfort, nada menos que hija de Simon de Montfort, el hombre despedazado en la batalla de Evesham.

En noviembre de 1276, Inglaterra declaró oficialmente la guerra a Gales y en julio del año siguiente, Eduardo, al frente de 15.500 hombres -9.000 de ellos, galeses- inició la invasión. Llywelyn no tuvo más remedio que rendirse, gracias a lo cual y, mediante el Tratado de Aberconwy –noviembre de 1277–, pudo conservar el territorio de Gwynedd, además del título de Príncipe

Sin embargo, cinco años después, en 1282, la situación experimentó un cambio radical, ya que, por su propio impulso, una disputa entre señores, pasó a convertirse en la lucha por la afirmación de la identidad de Gales como nación, idea que unió al pueblo contra las imposiciones legales de Inglaterra. Ahora se trataba de una rebelión en regla, ya no entre un soberano y unos súbditos inquietos, sino entre dos naciones.

Enfrentados en armas, al principio pareció que la fortuna se ponía de parte de los galeses, pero a mediados de diciembre de 1282, moría en combate Llywelyn ap Gruffydd, The Last – El Último Rey.


Llywelyn the Last en Cardiff, City Hall

Su hermano y sucesor, Dafydd, continuó la lucha, hasta que en junio de 1283 fue capturado junto con su familia y llevado ante Eduardo I. El Parlamento inglés celebró una sesión en Shrewsbury, en la que Dayfydd no sólo fue condenado a muerte, sino también, arrastrado por las calles, colgado, partido por la mitad y finalmente, despedazado por completo.

El reino de Gwynedd fue entonces despojado de todo símbolos de realeza y Eduardo tomó posesión de la Casa Real de la dinastía de Gwynedd, cuya reliquia más valiosa, un fragmento de la Vera Cruz conocido como La Cruz de Neith fue exhibido como cosa propia en una solemne procesión en Londres en mayo de 1285, encabezada por el rey, la reina, el Arzobispo de Canterbury, catorce obispos, y varios nobles y principales del reino. Un cronista de la época escribió: y entonces todo Gales fue puesto de rodillas.

La mayoría de los parientes de Llywelyn terminaron sus vidas en prisión, excepto su hija Gwenllian de Gales, que, tras ser capturada por las tropas de Eduardo I en 1283, fue enclaustrada en el Priorato de Sempringham, en Lincolnshire, hasta su muerte, en 1337.

Por el Estatuto de Rhuddlan de 1284, el Principado de Gales se incorporaba a Inglaterra, que creó una línea de defensa formada por numerosos castillos, entre los que destaca el de Caernarfon, donde nacería, aquel mismo año, el futuro Eduardo II de Inglaterra.




Caernarfon Castle, Gales.

Aunque en 1287 Eduardo quiso unirse nuevamente a la Cruzada, no llegó a hacerlo debido al grave conflicto entre la Casa de Anjou-Sicilia y la Corona de Aragón por el dominio de Sicilia. En 1282; los ciudadanos de Palermo se habían levantado contra Carlos I de Anjou, en la jornada conocida como las Vísperas Sicilianas, que, posteriormente, pidieron y obtuvieron la colaboración de Pedro III de Aragón

Eduardo I consiguió que Francia y Sicilia alcanzaran un acuerdo de paz en 1286, pero la pérdida de Acre, en 1291 terminó con los planes de Cruzada del monarca inglés, que optó por atender a las cuestiones suscitadas en el Ducado de Gascuña. 

En 1286, Eduardo había jurado homenaje al rey de Francia, como vasallo, por sus propiedades en territorio francés, pero más tarde, en 1294, cuando el francés reclamó su presencia para intentar resolver ciertas cuestiones relativas a las flotas inglesa, francesa y gascona, Eduardo se negó a presentarse ante él y Felipe IV confiscó sus posesiones. El intento de Eduardo de recuperarlas por las armas, asociándose a otros reinos –Países Bajos, Alemania, Borgoña–, resultó fallido en 1297, lo que le obligó a tratar la paz con el rey de Francia, ya que en aquellos momentos debía atender a nuevas rebeliones en Gales y Escocia. Al final, recuperó Gascuña, a través de su compromiso con Margarita, hija del rey de Francia, con la que se casó en 1299  –Leonor de Castilla había fallecido en 1290–.

La gran causa –The Great Cause. Escocia – Scotland – Alba

La relación entre Inglaterra y Escocia durante la década de 1280 fue bastante tranquila; en 1278 Alejandro III de Escocia había jurado homenaje a Eduardo por sus propiedades en territorio inglés. Pero Alejandro murió en 1286, dejando como heredera a su nieta Margarita, de 3 años, nacida del matrimonio de su hija Margarita con el rey Erico –Eirik– II de Noruega. Por el Tratado de Birgham se concertó el matrimonio de la pequeña Margarita con el hijo de Eduardo, el futuro Eduardo II de Inglaterra. Escocia se mantendría independiente del poder inglés.

Así, todo parecía ir por un buen camino, hasta que en el otoño de 1290, la niña Margaret salió de Noruega hacia Escocia, enfermó durante el trayecto y murió en las Orcadas, teniendo sólo siete años. Su muerte dejaba a Escocia sin sucesión, dando lugar al episodio que pasó a la historia como La Gran Causa- The Great Cause.

Surgieron muchos candidatos al trono escocés, aunque sólo dos de ellos -Juan de Balliol y Robert Bruce-, pudieron demostrar suficiente derecho. Los nobles escoceses pidieron a Eduardo que se erigiera en árbitro y valorara las pretensiones de ambos. Eduardo exigió que, previamente se le reconociera como señor feudal sobre Escocia, lo que aquellos rechazaron en principio, si bien finalmente optaron por confiarle el gobierno hasta que un sucesor fuera coronado. Por fin, el 17 de noviembre de 1292, fue elegido  Juan de Balliol.

Pese a la proclamación de Balliol, Eduardo siguió intentando imponer su autoridad en Escocia, pero obtuvo un rechazo claro y definitivo, cuando pidió a los escoceses ayuda militar para luchar contra Francia. Escocia se alió con Francia y Eduardo atacó a Escocia en 1296, intentando llevar a cabo una rápida invasión. Ocupó Berwick, tras un ataque que resultó muy sangriento y ambos contendientes volvieron a enfrentarse en Dunbar, donde los escoceses sufrieron otra terrible derrota que agotó su resistencia.

Eduardo depuso a Balliol y lo encerró en la Torre de Londres, adjudicándose el dominio sobre aquel reino, aunque su gloria iba a ser muy efímera. Inmediatamente, se apoderó de la Stone of Scone, la legendaria Piedra escocesa del Destino o de la Coronación, y mandó colocarla en la Abadía de Westminster, encajada en un sillón de madera, conocido desde entonces como la Silla de Eduardo, sobre la cual se coronarían varios monarcas ingleses.


Grabado del siglo XIX de la Piedra del Destino o de la Coronación - Stone of Scone. Permaneció en Westminster, hasta 1996, año en que fue devuelta y colocada en el Castillo de Edimburgo. A la derecha su ubicación en Westminster

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El principal problema que persiguió a Eduardo a lo largo de su reinado, fue, sobre todo, la falta de fondos provocada por sus continuas guerras. Buena parte de sus ingresos procedían de las exacciones impuestas a la población de religión judía, cuyo estatus, de hecho, venía a ser el de propiedad del monarca, que disponía de sus fondos a voluntad, con el achaque de la disidencia religiosa y política. En 1290 ordenó su expulsión de Inglaterra, quedándose con sus préstamos y propiedades, además de provocar un sentimiento de simpatía en el Parlamento, que le sirvió para obtener la aprobación de un nuevo subsidio.

Otro medio que Eduardo inventó para recaudar, fue la Reforma del Parlamento de 1295, por la que convocaba y daba voz y a los Comunes, lo que le permitió recaudar también de ellos, puesto que hasta el momento, sólo tenían voz en la cámara los señores. De este modo, el Parlamento se transformaba en una auténtica fuente de ingresos muy reforzada por el aumento de súbditos sujetos a recaudación.
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Como habíamos apuntado, el sentimiento de victoria de 1296 sobre Escocia fue bastante breve, ya que pronto resurgió la lucha, organizada por William Wallace, notable militar y persona muy querida, que en septiembre de 1297, junto con Andrew de Moray, y a pesar de su inferioridad numérica, derrotó al ejército inglés mandado por John de Warenne, conde de Surrey y Hugh de Cressingham, en la batalla de Stirling Bridge.

En 22 de julio de 1298, escoceses e ingleses volvían a enfrentarse en la batalla de Falkirk, con el resultado en este caso, de un total triunfo inglés, a pesar del cual, un año después, Escocia recuperaba el castillo de Stirling. En 1300 y 1301, Eduardo volvió a intentarlo, pero se vio superado por el sistema defensivo de guerrillas contra el cual sus tropas resultaron impotentes. 

Se imponía, pues, el intento de emplear otras armas de carácter más político; Eduardo logró enfrentar a los escoceses entre sí, favoreciendo a una de las partes y el resultado no pudo ser mejor para Inglaterra. 

En 1303, Francia e Inglaterra firmaban un acuerdo de paz que terminaba con la colaboración entre aquel reino con Escocia. Robert Bruce, el que había sido candidato en 1291, se puso bajo protección inglesa en el invierno de 1303 y, en 1304, la mayoría de nobles escoceses ya eran leales a Eduardo. Wallace fue arrestado por los suyos y entregado a los ingleses, quienes lo enviaron a Londres, donde fue ejecutado públicamente. 

Pero su muerte no zanjó la cuestión, ni mucho menos, ya que en 1306, Bruce dio muerte a su rival, John Comyn, tras lo cual se proclamó rey de Escocia, iniciando, acto seguido, una nueva campaña para recuperar la independencia, en un momento en que los ingleses no estaban prevenidos y Eduardo se encontraba enfermo. Aun así las tropas inglesas obligaron a Bruce a huir y ocultarse. Eduardo empleó tal brutalidad contra los vencidos, que logró concitar contra su persona el odio de toda la población, reanimando las simpatías hacia Bruce, que así reforzado, derrotó a las tropas inglesas en London Hill

Esto obligó a Eduardo, ya recuperado, a tomar las armas de nuevo, y ponerse en camino al campo de batalla, pero la fortuna le traicionó en esta circunstancia, ya que en el transcurso de la marcha contrajo una disentería que acabó con su vida en Burgh by Sands, ya muy cerca de la frontera de Escocia.

Sus restos fueron sepultados en la Abadía de Westminster, el 27 de octubre de 1307.
Eduardo de Inglaterra y Leonor de Castilla en la Catedral de Lincoln, England

17 años antes, el 28 de noviembre de 1290, cuando Eduardo se hallaba profundamente implicado en la Gran Causa, había fallecido su esposa, Leonor de Castilla. Eduardo, como sabemos, volvió a casarse; como parte de los acuerdos de paz de 1294 entre Inglaterra y Francia, se concertó su matrimonio con la princesa francesa Margarita, hija de Felipe III el Atrevido. El matrimonio se celebró en 1299.

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Eduardo y Leonor habían tenido quince hijos, quizá dieciséis, de los que solo seis llegaron a la edad adulta. Sobrevivieron otros dos, de los tres habidos con Margarita, quien siendo 40 años más joven que su esposo, le sobrevivió once años.
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Leonor de Castilla. Pudo nacer en Burgos, quizá en 1202 y falleció en Nottingham, posiblemente, en la actual Harby, en Nottinghamshire, en 1241 o 42. Fue la segunda de los tres hijos nacidos del segundo matrimonio de Fernando III de Castilla con Juana de Danmartín, condesa de Ponthieu. Infanta, pues, de Castilla y reina de Inglaterra por su matrimonio con Eduardo I. Su padre, Fernando III, era hijo de Alfonso IX de León y de su segunda esposa, la reina Berenguela de Castilla, y nieto, por su padre, de Fernando II de León y de la reina Urraca de Portugal y, por su madre, de Alfonso VIII de Castilla y Leonor Plantagenet, a su vez, hija de Enrique II de Inglaterra y de Leonor de Aquitania.

Fernando III se había casado en noviembre de 1219 en el Monasterio de San Zoilo, de Carrión de los Condes, en Palencia, con Beatriz de Suabia, hija de Felipe de Suabia, rey de Romanos y duque de Suabia, y de Irene Ángelo, hija de Isaac II Ángelo, emperador del Imperio romano de Oriente, con la que tuvo diez hijos, casi todos ellos con enorme resonancia histórica: Alfonso X, su heredero; Fadrique de Castilla, ejecutado en 1277 por orden de su hermano, el citado Alfonso; Fernando, muerto durante la conquista de Sevilla en 1248; Enrique el Senador; Senador de Roma; Felipe, arzobispo de Sevilla; Sancho, arzobispo de Toledo y Sevilla y Manuel de Castilla, que fue titular de varios señoríos. 

Tras quedar viudo, Fernando contrajo matrimonio en la ciudad de Burgos en 1237 con Juana de Ponthieu, nieta de Luis VII de Francia y de Constanza de Castilla, elegida para él, por su madre, la reina Berenguela, con el consejo de su hermana Blanca, reina de Francia, que al efecto consiguieron una dispensa, ya que Fernando y Juana, eran primos segundos, descendientes ambos del rey Alfonso VII de León. Fernando falleció en 1253 y Juana, en Abbeville, el 16 de marzo de 1279. Tuvieron 5 hijos, siendo Leonor la segunda.

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Leonor. Como ya dijimos, se casaba con el príncipe Eduardo de Inglaterra, el 18 de octubre de 1254, en el Monasterio de Las Huelgas, en Burgos; una boda que tenía por objeto garantizar la paz entre Enrique III de Inglaterra —padre de Eduardo— y Alfonso X —medio hermano de Leonor, hijo del primer matrimonio de su padre, Fernando III. 

En 1270 Leonor acompañó a su marido en la Novena Cruzada, en cuyo transcurso recibieron la noticia del fallecimiento del padre de Eduardo, por lo que, a su vuelta, fueron coronados como reyes de Inglaterra.

Leonor fue una mujer entregada y leal, que no sólo acompañó a su esposo en la Cruzada, sino también en la conquista de Gales, durante la cual nació Eduardo -futuro Eduardo II- el menor de sus hijos, heredero de la Corona, en el castillo de Caernarfon, en el centro de Gales. Eduardo moriría asesinado en 1327 con el conocimiento de su esposa, Isabel de Francia -La Loba de Francia-Louve de France- y el amante de esta, Roger Mortimer.

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La devoción entre ambos esposos debió ser grande y acaparadora, ya que encomendaron el cuidado de sus hijos a sus abuelas; paterna, Leonor de Provenza y materna, Juana de Danmartín. 

Leonor murió en 1290 en Herdeby, Lincolnshire, a los 49 años de edad y fue sepultada en la Abadía de Westminster. 

En su camino de Harby a Westminster, el monarca ordenó que en cada parada nocturna del cortejo fúnebre –fueron 12-, se levantara una cruz conmemorativa. Son conocidas como Eleanor crosses - Cruces de Leonor. 

La historia recuerda a Leonor como la reina cuyo amor inspiró al rey la construcción de las Eleanor Crosses, pero es un hecho que también fue conocida por otras actividades, como la de mujer de negocios

El poeta contemporáneo Walter de Guisborough escribió: El rey desea tomar nuestro oro / la reina, nuestros señoríos, lo que corrobora otro cronista, afirmando que Leonor: adquirió muchos señoríos.

Como sabemos, la hacienda de la Corona se empleaba fundamentalmente, en la guerra, por lo que Leonor, ideó una fórmula, por medio de la cual, podía atender al mantenimiento de su gran familia, sin necesidad de recurrir al erario. Su actividad económica constituyó un método poco común en una mujer noble de la época; mucho más, si se trataba de una reina, pero en el caso de Leonor alcanzó un nivel excepcional entre los años 1274 y 1290.

Uno de los métodos empleados por ella, consistía en cancelar las deudas de los propietarios pagando a los prestamistas. Ella se convertía entonces en dueña de las propiedades que habían constituido el aval de aquellos préstamos. En ocasiones, sus dueños mantenían el usufructo de las tierras a cambio de una especie de renta, convirtiéndose en inquilinos; otras lograban terminar de pagar su deuda, y otros se convertían en servidores de la casa real.

Algunos investigadores han creído discernir que aquellos negocios eran muy impopulares. John Peckham, el arzobispo de Canterbury advirtió a Leonor que sus actividades en el mercado de las tierras y su asociación con los prestamistas no eran bien consideradas, causando protestas, rumores y escándalo en todo el reino. Pero no todos los cronistas comparten esta opinión, considerando que no fue la reina, sino sus funcionarios, quienes asumieron actitudes reprochables en su trato con los deudores. Se cita en este sentido, una carta firmada por Hugh Despenser El Viejo, en la que exige garantías de que su casa le sería devuelta cuando la reina hubiera recuperado el importe de la deuda.

En su lecho de muerte, Leonor pidió a los jueces que examinaran las actividades de sus encargados y que, en su caso, se procediera a las necesarias reparaciones. Los procedimientos que han sobrevivido, revelan que, frecuentemente, aunque no siempre, aquellos eran implacables en sus exigencias, sin el conocimiento de la reina. Hay registros de indemnizaciones ordenadas por ella, respondiendo a reclamaciones antiguas, cuando tuvo conocimiento de las mismas.

En cuanto a su influencia sobre Eduardo y el gobierno del reino, existen cartas según las cuales, parece ser que, en ocasiones, instaba a Eduardo a actuar con dureza. Se dice, asimismo, que Leonor era muy severa con aquellos que se cruzaban en su camino. En una ocasión, apoyó y financió los deseos de una joven de entrar en un convento, lo que, a pesar de la protección de la reina le fue negado. Leonor no dudó en amenazar veladamente al convento asegurando por escrito a las religiosas que debían aceptar su voluntad si sabían lo que era bueno para ellas.

No hay demasiadas evidencias conemporáneas de afecto popular hacia ella, hasta la Crónica de Saint Albans, de 1307 o 1308 y, aun así se cree que el autor deseaba halagar a su hijo, el nuevo rey Eduardo II, que acababa de subir al trono.

Parece claro que su influencia política, no obstante, fue prácticamente nula, lo mismo que en el terreno diplomático, excepto en el asunto de los matrimonios de sus hijas. A pesar de que Eduardo siempre honró a Alfonso X el Sabio –el hermano de Leonor–, fue remiso a prestarle ayuda militar cuando este la necesitó. Sí creen los historiadores que la reina pudo influir en la cuestión del llamado Estatuto de los Judíos, ya que muestra similitudes con el enfoque que se daba en Castilla al mismo asunto.

Hay acuerdo en el hecho de que fue una mujer muy inteligente y culta, que patrocinó la literatura de forma muy activa, ocupándose del mantenimiento del único scriptorium de su tiempo en el norte de Europa, manteniendo a varios escribas y, al menos un iluminador, que copiaban libros para ella. Algunas de las obras producidas fueron romances y vidas de santos, aunque se sabe que los gustos literarios de la reina castellana iban mucho más lejos y que sus temas de interés, eran amplios y complejos.

Hay una carta de 1286 en la que Laonor da las gracias al abad de Cerne por haberle prestado un libro que contenía un tratado de ajedrez, del mismo modo que existen pruebas evidentes de que intercambiaba libros con su hermano, Alfonso X el Sabio. También patrocinó a la Orden de Santo Domingo y apoyó su trabajo en las universidades de Oxford y Cambridge.

Pero donde se hizo más evidente su influencia, fue en el ámbito doméstico. Leonor popularizó el uso de tapices y alfombras; algo que al principio se consideró como una excentricidad de la castellana, pero que terminó imponiéndose en las mansiones importantes. Del mismo modo, implantó el empleo de vajillas finas, cuchillos artísticamente decorados y, sobre todo, tenedores.

Por otra parte, se le debe también el impulso y desarrollo en el diseño de jardines, documentados por la necesidad de ejecutar obras para proveer el agua del riego, medio por el que también introdujo la creación y organización de huertos, para producir frutas y hortalizas.

Si bien Leonor no se ocupaba personalmente de las obras de caridad, se sabe que sus donaciones para limosnas alcanzaron cantidades considerables. 

Tras el nacimiento de su último hijo, Eduardo, quien sucedería a su padre, y a pesar de que Leonor siempre tuvo una excelente salud, empiezan a aparecer registros de pagos de medicamentos para su uso personal, aunque no hay datos sobre las causas de su enfermedad, hasta que en 1287, encontrándose en Gascuña con Eduardo, un miembro de la comitiva real, escribió que Leonor padecía fiebre doble cuartana, lo que ha hecho pensar en la malaria

De hecho, desde que volvió de Gascuña, hay indicios de que Leonor pensaba que su muerte estaba próxima; aceleró los preparativos para los matrimonios de sus hijas Margarita y Joanna, así como la boda de su hijo Eduardo con la joven Margarita, heredera de Escocia.

Sus jornadas de viaje se fueron haciendo gradualmente más cortas y lentas. En el verano de 1290 inició una gira por sus propiedades en el norte, y el Parlamento de Otoño tuvo que ser convocado en Clipstone, para evitar su viaje de vuelta a Londres, habiendo sido advertida de que podía ser peligroso para su salud. Terminadas las sesiones. Edward y Leonor, decidieron trasladarse a Lincoln. 

Su última parada  fue en la localidad de Harby en Nottinghamshire, a unos diez kilómetros de Lincoln. La comitiva real tuvo que detenerse dado el estado de la reina, que se alojó en la casa de Richard de Weston, cerca de la Iglesia cuyos clérigos le administraron los ritos propios de aquellos momentos.

Murió, pues, en Harby, la tarde del día 28 de noviembre de 1290, a los 48 años, de los cuales, había compartido 36 con Edward, que en aquel momento se encontraba a su lado.

Su cuerpo se llevó a Lincoln donde fue embalsamado, y sus vísceras, excepto el corazón quedaron depositadas en el Coro del Ángel de la Catedral de Lincoln, donde permanecen. 

Catedral de Lincoln

Los restos mortales, como sabemos emprendieron un viaje de doce jornadas hasta ser depositados en Londres, en la Abadía de Westminster, donde recibieron sepultura a los pies del cenotafio de su suegro, Henry III, mientras que el corazón fue depositado en la iglesia abacial del priorato dominico de Blackfriars, junto con el de su hijo Alfonso.
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Las Cruces

Las cruces fueron levantadas en los doce lugares –todos ellos propiedad de la reina fallecida-, en los que el cortejo se detuvo: Lincoln, Grantham, Stamford, Geddington, Hardingstone, cerca de Northampton, Stony Stratford, Woburn, Dunstable, St. Albans, Waltham, Westcheap, y Charing. Sólo tres de las cruces están hoy casi intactas; las de Geddington, Hardingstone, cerca de Northampton, y Waltham Cross, pero se conservan restos de las demás.

1. Lincoln
Base de la cruz de St. Catherine, Lincoln

El fragmento que queda, está en el Castillo de Lincoln. Originalmente se encontraba en Saint Catherine, una zona al final de la calle principal de Lincoln.

2. Grantham
No quedan restos.

3. Stamford
Hay un pequeño fragmento de mármol que se conserva actualmente en el Museo Stamford.

4. Geddington


La cruz de Geddington es la mejor conservada en su estado original.


Sobre un plano triangular, tiene un perfil más alto y más fino que las demás. Tiene estatuas con dosel coronadas por un pináculo hexagonal.

5. Hardingstone, Northampton


La Cruz Northampton

Se encuentra junto a la carretera por la que se sale de Northampton. Durante aquella parada, el rey se quedó muy cerca, en el castillo de Northampton. Esta cruz fue empezada en 1291, está construida en tres niveles y originalmente debió estar coronada por una cruz, de la que se ignora la fecha de desaparición, aunque se documenta que ya se había perdido en 1460. En el nivel inferior hay libros abiertos y sus inscripciones probablemente incluían datos biográficos de Leonor y oraciones.

6. Stony Stratford
En el extremo inferior de la ciudad, hacia el río Ouse, en la calle de Watling (ahora calle principal), aunque su ubicación exacta aún se discute. Se dice que era de un diseño elegante de alto (quizá similar a la del Geddington); destruida durante la Guerra Civil por los parlamentarios. La base sobrevivió durante algún tiempo, pero no queda ningún resto. Hay una placa conmemorativa en la pared de 157 High Street.

7. Woburn
La construcción empezó en 1292, siendo de las últimas, pero no queda nada de ella y tampoco se conoce su ubicación exacta.

8. Dunstable
El ataúd de Eleanor fue custodiado por los canónigos del Priorato de Dunstable. 

9. St. Albans
La cruz fue erigida en la plaza del mercado y tardó muchos años en ser construida frente a la Torre del Reloj del siglo XV. Fue demolida a principios del siglo XVIII y se puso una fuente en su lugar en 1874, que después fue trasladada a Victoria Place.

10. Waltham. Hoy Waltham Cross.


Sigue en pie, aunque ha sido restaurada en varias ocasiones. Las estatuas originales de Leonor fueron sustituidos por réplicas durante la última restauración importante en la década de 1950. Las originales se trasladaron, en la década de 1980, al Museo Victoria & Albert

11. Westcheap, hoy, Cheapside
Quedan fragmentos en el Museo de Londres, pero por una serie de dibujos conservada, se sabe que fueron muy restauradas, o incluso reconstruidas, bajo Enrique VI. Es probable que fueran muy parecidas a las cruces de Waltham y Hardingstone pero más vistosas, con paramentos de mármol.

La Cruz fue demolida en Cheapside en mayo de 1643 en virtud de una ordenanza parlamentaria del Comité para la demolición de los monumentos de la superstición y la idolatría, encabezado por Sir Robert Harley.

Las cosas llegaron a un punto crítico durante los años previos a la Guerra Civil Inglesa, cuando la cruz centraba los debates doctrinales de la época. Cuando Charles Stuart huyó de Londres para levantar un ejército, al principio de la guerra civil, la destrucción de la cruz fue casi la primera orden del día de la comisión de Harley. Hay fragmentos originales de esta cruz en el Museo de Londres.

12. Charing. Hoy, Charing Cross

La réplica victoriana de la Cruz de Eleanor, en Charing Cross

La Cruz de Charing, en lo que era entonces el Royal Mews, fue la más rica; construida en mármol. Según la romántica etimología popular, Charing derivaría del francés chére reine– querida reina, pero el nombre probablemente procede de la palabra anglosajona ċerring, curva; de hecho se encuentra en el borde exterior de una curva de 90 grados en el Támesis. La cruz original se situó en la parte superior de Whitehall en el lado sur de Trafalgar Square, pero fue destruida por orden de Parlamento en 1647 durante la Guerra Civil, y fue reemplazado por una estatua ecuestre de Carlos I en 1675 tras la restauración. 

Este punto en Trafalgar Square es considerado como el centro oficial de Londres en la legislación y en la medición de distancias de Londres; como su kilómetro cero. 

Fue reemplazada en 1865 frente a la estación de tren de Charing Cross. No es una réplica fiel, siendo más recargado que el original. Mide 21 metros y tiene una planta octogonal sobre la que se levantan tres niveles; en el inferior hay un basamento y entre los arcos apuntados y geminados se ubican los escudos de Inglaterra, de Castilla y León y del condado de Ponthieu.

En las enjutas de dichos arcos se decoran con paneles repetidos con el castillo y el león, símbolo de la ascendencia de Leonor, coronados en el nivel siguiente, por la rosa de Inglaterra.

Detalle de los símbolos de Castilla y León

En el segundo nivel se ubican ocho arcos con imágenes de Leonor mostrando distintos símbolos representativos. Están rodeadas de ángeles que rezan. El conjunto se remata con una aguja de tipo gótico y la cruz.

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Una vez llegado el cortejo a Londres, veinte días después de su fallecimiento, el funeral por Leonor se celebró en Westminster Abbey el 17 de diciembre de 1290. Los restos fueron depositados en el altar en el que originariamente estuvieron los de Eduardo el Confesor y después, los de Henry III, hasta que se terminó la tumba de Leonor, de mármol esculpido y policromado, con los símbolos de Inglaterra, Castilla y Ponthieu.

Detalle de la tumba Eleonor de Castilla en Westminster, realizada en 1291

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7 comentarios:

  1. Para cualquier amante de la Historia su documentado artículo es un verdadero regalo. Los entresijos de la época medieval son tan fascinantes como poco conocidos, por lo que adentrarse en ellos resulta una auténtica aventura. Gracias por haberlo escrito.

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    1. Gracias por el ánimo, como siempre. Tengo más asuntos medievales en cartera, especialmente los relacionados con los reinos peninsulares, pero no sólo...
      Un saludo muy cordial. Clara.

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  2. Me ha fascinado. Muchas gracias. Qué pena que conozcamos tampoco de nuestra historia, porque esta reina inglesa era infanta castellana

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  3. Me alegra que te guste y te agradezco que me lo comentes. Clara

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  4. ¿Sabe Vd. la relación que tuvo Leonor con su hermano Enrique el Senador, si es que la hubo? Muchas gracias.

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    1. Sólo me consta que Enrique (hijo de Fernando III y Beatriz de Suabia) vivió en la Corte de Inglaterra, (Enrique III y Leonor de Provenza) alrededor de cuatro años (1255-59) donde ya residía su medio hermana Leonor, nacida en 1237 (hija de Fernando III y Juana de Ponthieu) y casada, en 1254, con el hijo y sucesor de Enrique III, que después sería Eduardo I “Piernas Largas”. (Coronados en 1274).

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    2. Gracias, Clara, por tu aportación, pero lo que busco es si Enrique de Castilla dejó documentación de sus cuatro años de estancia en Inglaterra y qué círculos nobles frecuentó. Un cordial saludo.

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