viernes, 21 de marzo de 2014

Guillermo Tell –Wilhelm Tell- y Tommaso Aniello –Masaniello-.


Si verdaderamente hubo alguna vez un Guillermo Tell, es difícil de probar a estas alturas, pero de lo que no hay ninguna duda, es de que en la lucha por la independencia suiza frente al poder Habsburgo, durante el siglo XIV hubo muchos Guillermo Tell.

Wilhelm Tell y su hijo. Altdorf

En cualquier caso, esta historia se refiere a un héroe –mitificado, quizá, pero no inventado–, que vivía en Bürglen, en el cantón suizo de Uri, nacido quizás a finales del siglo XIII y que era muy célebre por su destreza con el arco o la ballesta. En la época, los Habsburgo –a cuyo descendientes hemos conocido muy bien–, se habían anexionado algunos territorios suizos próximos a sus fronteras del Alto Rin y el Tirol. 

El Castillo de Habsburgo, del que tomó el nombre la dinastía.

Hermann Gessler, gobernador de Schwiz y de Uri, en nombre Albert I de Habsburgo, tratando de imponer su autoridad en la zona, mandó erigir un poste coronado con un sombrero, ante el cual la gente debía hacer una reverencia, bajo pena de muerte, como si se tratara de la propia majestad; algo que Tell prefirió ignorar, y que pondría en marcha la refinada maldad del gobernador. El castigo por no saludar al sombrero, consistió en que Wilhelm Tell tendría que disparar su ballesta sobre un blanco muy pensado: una manzana, colocada, justamente, en la cabeza de su propio hijo.

Los detalles de la historia se consideran hoy legendarios; no así los hechos en general, cuyo relato podría proceder de la llamada Gesta Danorum, del siglo XII, cuyo autor Saxo Grammaticus –Gramático Sajón–, describía un episodio similar al supuestamente sucedido a Tell, y en la cual aparecía también la historia más antigua de Hamlet, el personaje que pasó a la posteridad de la mano de Shakespeare.

Pues bien, como el domingo, 18 de noviembre de 1307, Wilhelm tuvo la mala fortuna de cruzarse con el poste del sombrero y la audacia de no inclinarse ante él, fufe acusado ante el gobernador, que añadió a la terrible prueba de puntería, la posibilidad de que, si el ballestero fallaba el tiro, sería ejecutado al instante. Por suerte, Tell, dio fe de su reconocida fama de buen tirador, lo cual no le había impedido pensar en lo que pasaría si, fallando el tiro, acababa con la vida de su hijo.

Una ballesta podía disparar dos proyectiles en un minuto; era un arma tan fácil de usar y tan demoledores sus efectos, que un Decreto del Concilio II de Letrán, en 1139, había prohibido el empleo de este arte mortal, tan odioso a Dios, contra cristianos y católicos, bajo pena de excomunión.

Una vez superada la prueba, el gobernador, observó que Tell ocultaba una flecha y le preguntó por qué lo hacía; ante su insistencia, Wilhelm respondió que estaba destinada al propio gobernador, en el caso de que hubiera matado a su hijo con la primera. Fue inmediatamente detenido y, una vez encadenado, conducido hasta la barca en la que junto con el gobernador y sus hombres, debía atravesar el Lago de los Cuatro Cantones para dirigirse al castillo de Gessler en Küssnacht.

Durante la travesía se levantó una tormenta que hizo necesaria la colaboración de todos los hombres a bordo para salvar la embarcación, a cuyo efecto, se le retiraron las cadenas a Tell, quien, cuando ya se encontraba cerca de la orilla, saltó a tierra y empujó de nuevo la barca hacia el lago, mientras corría por el bosque buscando un lugar donde ocultarse.

Los Cuatro Cantones y el Lago

Después se emboscó y esperó el paso de la comitiva del gobernador, al que finalmente, hirió de muerte con aquella segunda flecha. La muerte de Gessler constituiría el punto de partida de la sublevación en los Cantones de Uri, Schwyz y Unterwalden contra los Habsburgo, transformándose el héroe en el mito de la lucha de los suizos por su independencia.

Y hasta aquí la historia o el mito de Guillermo Tell; un relato que se ha transmitido con distintas variantes, que podrían, o no, referirse a este héroe o a cualquier otro de los que, sin duda, se enfrentaron al expansionismo de los Habsburgo. Es el caso, que hablamos de un personaje del que –como dice el historiador Jean–François Bergier–, ni yo, ni nadie puede afirmar con toda certeza, ni que haya existido verdaderamente, ni que sea una figura de leyenda.

La Capilla de Tell –erigida por primera vez en 1388–, en el camino abierto en el bosque próximo a Kussnacht

En todo caso, la Liga Perpetua, creada en 1291, contra el poder Habsburgo, se había transformado para entonces, en impulsora de una rebelión que culminó con la victoria de los Cantones de habla alemana, sobre el duque Leopoldo de Habsburgo en la batalla de Morgarten, en 1315. Aquella victoria constituyó el origen de la Confederación Helvética.

Literariamente, el mito se transmitió a través del Libro Blanco de Sarmen, de la Balada de Tell y de La Crónica de Etterlin, todos ellos de fines del siglo XV y principios del XVI y que parecen proceder de los alrededores del Lago de los Cuatro Cantones. Su finalidad, elevar la moral de la región en un momento de decadencia.

Y la función del espíritu de Guillermo Tell en aquel momento, era la de recuperar una alianza ya muy amenazada por idiosincrasias políticas, intereses económicos y diferencias confesionales, legitimando así, moral y políticamente a la Confederación, frente al Imperio del que aún formaba parte. El mito Tell, llegaba, pues, a la literatura en apoyo de un proyecto de independencia de mayores dimensiones.

Había pues, posteriormente, dos concepciones diferentes del héroe: por un lado, el pueblo pensaba en el arquero que antaño había liberado al país del opresor, y, por el contrario, una visión más política, veía en él al unificador cantonal, cuyo recuerdo contribuía a poner en duda la legitimidad política de la Confederación. Destaca en este aspecto, la neutralidad religiosa de Guillermo Tell, cuando el país atravesaba un período de luchas confesionales, y esta cualidad hizo evolucionar positivamente el mito, como espíritu unificador de la identidad nacional, recreando una imagen que se mantuvo hasta el siglo XX y se internacionalizó a través del drama de Friedrich Schiller, quien enriqueció la imagen del héroe, confiriéndole un valor más universal.

En el siglo XVIII, los racionalistas volterianos plantearon fundamentadas dudas sobre la realidad del héroe, que incluso fue tachado de fábula danesa; aunque siguió siendo el símbolo de la lucha por la libertad.

A principios del siglo XIX, el mito fue reivindicado por diferentes tendencias políticas, exceptuando a los conservadores católicos que recuperaron el poder con la Restauración, y veían en él más bien a un característico héroe revolucionario, los mismo que, aunque por otras razones, los investigadores positivistas, que al defender una historia basada solo en archivos, no podían admitir nada que no estuviera documentado: sin papeles, no hay personaje –aunque hablemos de una época en que aún no había registros.

En cualquier caso, Guillermo Tell, nunca dejó de ser una referencia espiritual implícita, presente en la memoria común de los suizos, que se saben generalmente comprendidos gracias al reconocimiento del héroe del que se sienten tan orgullosos más allá de sus fronteras, prácticamente en todo el mundo occidental.

De acuerdo con el historiador Louis Vuillemin: La leyenda, asumida por la nación, se ha convertido en parte de su existencia; posee más valor moral y ha adquirido más importancia que muchos otros hechos, materialmente constatados.

A pesar de todo, y como parte de su propia evolución, el mito ha sufrido el frío análisis de la autocrítica de la conciencia nacional a partir de los años 60 de siglo XX que, finalmente, terminó por convertirlo en una especie de anti-mito cuyo ejemplo más expresivo fue, sin duda, Guillermo Tell para la Escuela, de Max Frisch.

Después de Schiller y, sobre un libreto basado en su historia, Rossini contribuyó a su vez a la mitificación del rebelde suizo, a través de su ópera Guillermo Tell, estrenada en 1829.

Bürglen

En Bürglen, la ciudad de Wilhelm Tell, hay un interesante Museo, en el que, curiosamente se expone un libro que reúne la historia del suizo Guillermo Tell, con la del napolitano Tommaso Aniello, más conocido como Masaniello, cuyo paso a la posteridad, ya en el siglo XVII, también está marcado por la rebeldía contra el gobierno de los Habsburgo; en este caso, contra el Virrey o representante de un familiar de la rama española de la misma dinastía, a la que conocemos como los Austria; Felipe IV.


Tommaso Aniello d'Amalfi, Masaniello fue un pescador napolitano nacido en 1620, sobre cuya existencia real, no hay ninguna duda. El 7 de julio de 1647, el pueblo de Nápoles, no pudiendo soportar el permanente aumento de tasas impuestas por el Virrey Rodrigo Ponce de León, salió a la Plaza del mercado reclamando contra el aumento del precio de la fruta, gritando: Viva il re di Spagna, mora il malgoverno!

Onofrio Palumbo (attribuito)-Ritratto presunto di Masaniello. 
Napoli, Museo di San Martino.

Masaniello solía recogerse el pelo en cola de caballo, con una gorra roja y nunca llevaba zapatos.-


Rodrigo Ponce de León y Álvarez de Toledo (1602-1658) más conocido como Duque de Arcos, Grande de España con otros títulos de la más rancia aristocracia, fue enviado a Nápoles en 1646 como Virrey. Durante su representación se produjo la revuelta de Masaniello y la instauración de la República. 

Los rebeldes, que en principio, como hemos dicho, nunca se refirieron al rey de España, Felipe IV, sino solo al Virrey, duque de Arcos, llegaron a ofrecer una recompensa por la cabeza de este último, que finalmente se vio obligado a abandonar Nápoles en enero de 1648.

Edicto de doce de Noviembre de 1647.
Del Pueblo de Nápoles, ofreciendo diferentes premios, y entre ellos cinquenta mil ducados de contado a qualquiera que entregue la cabeza del Duque de Arcos, Virrey, y Capitán General de aquel Rey, o haga constar de su muerte. Fecha en el Torreón del Carmen.
La Plaza del Mercado de Nápoles el día 7 de julio de 1647, cuando estalló la revuelta encabezada por Masaniello, obra de Michelangelo Cerquozzi.

Sept. 18
Perdón General, concedido por el Duque de Arcos, Virrey de Nápoles y Sicilia , en nombre del Señor Rey Catholico, a los […] que desde el día veinte de Mayo pasado, hasta la fecha de este, hayan delinquido de qualquier modo en las precedentes revoluciones, y tumultos.

Octubre 1647
Representación hecha por el Pueblo de Nápoles a la Santidad de Innocencio X, en que le expresa la firme resolución que tiene de echar de este Reyno a los Españoles por haber dado causa a violar fu fidelidad al Rey Católico.


Don Juan José de Austria –Calderón–, nació en 1629 en una casa de la madrileña calle de Leganitos, siendo hijo, como es sabido, de Felipe IV y de La Calderona. Muchos achacaron la paternidad al duque de Medina de las Torres, lo cual fundamentalmente sirvió, para ser utilizado política, o cortesanamente en contra de Juan de Austria, quizás el preferido de los muchos hijos del monarca, que, según se decía, en aquel menester tenía muy buena mano. 

Duque de Medina de las Torres (1600–1668). Colección Particular

Así en las facciones del cuerpo, como en las habilidades e inclinaciones del ánimo, salió este niño una vivísima imagen de Don Ramiro de Guzmán, semejanza que se ha ido recogiendo más claramente, al paso que ha ido adelantándose en la edad, el talle, el semblante, el pelo, la voz, la lascivia, la ambición, la venganza, el fausto, la fantasía, la ineficacia y las facciones se ven, tan correspondientes en uno y en otro, como la copia corresponde al original.

Todo podría ser, aunque, no significa absolutamente nada, porque, ni los títulos de uno ni la filiación del otro, ni los cargos de los envidiosos, contribuyeron a frenar la estrepitosa decadencia del Reino. 

De Ramiro Núñez de Guzmán, como su nombre indica, pertenecía a la Casa de Guzmán, tenía tantos títulos, que conviene resumir la lista para no aburrir: además de Duque de Medina de las Torres, tenía un título de Príncipe; otros tres Ducados; tres Marquesados; siete Condados y cuatro Señoríos. Además era Sumiller de Corps; Gran Canciller de Indias; Tesorero General de la Corona de Aragón; Capitán de los Continos el Rey; Castellano y Virrey en Nápoles y Lugarteniente, Capitán General y Ministro de Felipe IV. Todo esto, sin contar que era yerno de Olivares y Favorito del monarca.

Su proyecto consistió en encontrar una tercera esposa rica y napolitana – Anna Caraffa, princesa de Stigliano– cuya familia exigió que el pretendiente fuera, al menos, Virrey. Felipe IV, que todo lo daba y, que anteriormente había hecho Duque a don Ramiro sólo para que se casara con la hija de Olivares, ya fallecida, le nombró Virrey de Nápoles, apeando del puesto al Conde de Monterrey.

Aunque las revueltas a las que nos referimos se produjeron en 1647, la etapa de gobierno del Guzmán, viene al caso, porque demuestra claramente, que aquellos sucesos no emergieron de la nada, ni fueron inesperados.

Domenico Gargiulo-Rivolta di Masaniello (Napoli, Museo di San Martino)

Nápoles constituía una fuente de ingresos absolutamente indispensable para la Corona, por lo que el rey, ordenó a su favorito, que cargara la mano en los impuestos cuanto fuera posible e imposible; algo que el Virrey cumplió adecuadamente, empobreciendo progresivamente a aquel reino, sin la menor compensación, hasta crear un profundo malestar tanto entre el pueblo como entre la nobleza.

Parece que Medina de las Torres tomó conciencia del creciente disgusto y que informó a Olivares de que las cosas se encontraban en un estado que podía derivar en sublevación si no se reducía la presión fiscal, pero las guerras en curso, no permitían hacer rebajas en aquel momento.

Para colmo, en 1638, Nápoles había tenido que afrontar las consecuencias de una erupción del Vesubio, y de varios terremotos, a los que, naturalmente, sucedieron el hambre y las epidemias. Medina de las Torres, redujo algunos impuestos y emprendió diversas obras públicas –aún existe la Vía Medina, en el Quartieri Spagnoli, próxima al Castel Nuovo–, y se mantuvo en el Virreinato, incluso después de la caída de Olivares.

Habéis sido mi hechura por mano del conde –le escribió Felipe IV después de ordenar a Olivares que se fuera a descansar a sus tierras y abandonara la Corte–, y que aunque él se aparte mientras durare la cura, quedo yo aquí para favoreceros y honraros como siempre, y haceros espaldas en cuanto hubiéredes menester, pues el peso del gobierno y la dirección de los gobiernos ha de ser más inmediatamente por mi persona, que faltándome el conde no me atrevo a fiar de nadie lo que de él.

El multititulado Guzmán permaneció en Nápoles hasta 1644, tres años antes de la sublevación. Pero la muerte de Felipe IV, en 1665, supuso para él una verdadera catástrofe, ya que, a pesar de sus promesas de apoyo, el Virrey fue ruidosamente olvidado en el real testamento. Murió tres años después, tras haberse casado tres veces productivamente, y haberse relacionado con nuestra famosa actriz, la madre de don Juan de Austria.

Juan José de Austria, 1629–1679. Hijo de Felipe IV y de la actriz madrileña María Inés Calderón.

Fuera quien fuera su verdadero padre, Juan José de Austria fue bautizado como hijo de la tierra, pasó después a residir en la localidad toledana de Ocaña, donde empezó sus estudios bajo el cuidado de un jesuita matemático y un inquisidor teólogo. Parece que fue buen estudiante y que mostró dotes especiales para la escritura y el manejo de las armas, tras lo cual se produjo su reconocimiento y recibió el título y tratamiento de Alteza.

Su padre no le escamoteó beneficios desde la adolescencia, haciéndole Prior de la orden de San Juan, Gobernador General de los Países Bajos y Príncipe del Mar, en 17 de abril de 1647; 

...considerando que don Juan de Austria, mi hijo, Prior de la religión de San Juan en mis Reinos de Castilla y León, se halla con edad que puede comenzar a ejercitar el valor y demás virtudes de que debe adornarse quien tiene tantas y tan grandes obligaciones como las que residen en su persona...he resuelto elegir y nombrar...al dicho don Juan de Austria, mi hijo,...para que representando mi persona y veces, tenga en las presentes ocasiones, el Gobierno General de todas las fuerzas marítimas de Galeras, Navíos, de Alto bordo otras cualesquier embarcaciones así ordinarias como extraordinarias que en cualquier parte se juntaren sin excepción alguna. 


Tras una terrible sequía, a la que, como de costumbre, siguieron el hambre y las epidemias, fue cuando el Duque de Arcos, decidió imponer la nueva tasa sobre la fruta. Ante las reclamaciones populares, prometió anularla, pero nunca lo hizo. En 1647, fue quemada la casa donde se pagaba el tributo; la noticia de la sublevación llegó a Palermo al mismo tiempo. 

Todo empezó en el mercado. El tumulto se expandió rápidamente, llegando al palacio del Virrey, que fue objeto de grandes destrozos. El 7 de julio de aquel año, el pescador, Tommaso Aniello –Masaniello- a la cabeza de un numeroso grupo de jóvenes reunidos en torno a su persona, se dirigió al palacio del virrey exigiendo la abolición de las tasas. El Duque de Arcos se vio obligado a huir y en Nápoles se multiplicaron los incendios.

Andrea De Lione-Ritratto di Masaniello. Napoli, Museo di San Martino.

1647, Julio 8 –día siguiente de los tumultos: el Duque de Arcos, Virrey de Nápoles, exime, en nombre de S.M. Catolica al pueblo de esta Ciudad de todas las gabelas, e imposiciones establecidas desde el tiempo del Emperador Carlos V y concede indulto general de todo lo ocurrido con motivo de ellas en este día, y el antecedente.

Julio 13: Capítulos y Privilegios concedidos por el Duque de, Arcos, … en nombre de S.M. Catholica, al Pueblo de este Reyno, para apaciguar el Tumulto, que se había levantado en él con motivo de algunas imposiciones. –Nuevas Concesiones, Restituciones y Privilegios, se concederían, por orden de Felipe IV a finales de agosto.

Ante el terrible cariz que adoptaban los acontecimientos, y por orden real, Arcos se había visto obligado a suspender las gabelas. Después recibió a Masaniello, quien pidió tranquilidad a la gente. 

Para celebrar los acuerdos entre ambos, se organizó una ceremonia a la que asistieron, el propio Virrey, Masaniello, los ministros del Consejo Colateral y el cardenal Ascanio Filomarino, arzobispo de Nápoles.

De forma muy evidente, Arcos hizo llamativos regalos a Masaniello, que al mismo tiempo se adjudicó una autoridad inesperada sobre aquellos que le habían seguido. 

Cuando pronunciaba una arenga en el mercado, el día 16 de julio de 1647, fue inesperadamente asesinado, aunque sus seguidores apenas tardaron veinticuatro horas en arrepentirse.

Las condiciones parecían inmejorables para que se produjera la intervención francesa, cuyo objetivo –decían–, era liberar a los napolitanos del yugo del rey de España, empleando para ello el descontento del Duque de Módena, que se sentía mal recompensado por su anterior colaboración con la Corona de España.

Sept. 1647, días 1 y 2
Tratado de Alianza entre Luis XIV Rey de Francia, y Francisco I. Duque de Módena, en virtud del qual se obliga S. M. Christianissima a tomar bajo fu protección a Su Alteza y Estados.
El Duque de Módena. Velázquez. Galería Estense de Módena.

Sept.13. 1647
Manifiesto publicado por parte del Duque de Módena, en que se pormenorizan los motivos que tuvo para adherir al partido de la Francia, e invadir los Estados de S. M. Catholica en Italia. Fechado en Módena. 

Tanto la rebelión como la muerte de Masaniello supusieron una extraordinaria baza para los intereses de la Francia de Mazarino, que se erigía en potencia liberadora aprovechando el descrédito español y la desaparición del rebelde napolitano. Ante la aproximación de una flota francesa, los napolitanos se manifestaron, por primera vez, abiertamente, contra el rey de España. Parecía llegada la hora del Duque de Guisa, Enrique de Lorena.

Enrique II de Lorena. Anthony Van Dyck, 1634

Enrique de Lorena, que tenía pretensiones hereditarias en Nápoles, colaboró con Masaniello en 1647, siendo posteriormente nombrado Dux de la nueva República bajo la protección de Francia, si bien nunca logró el afecto de los napolitanos, sino todo lo contrario. Capturado por los españoles en 1648, fue su prisionero durante cuatro años.

Juan José de Austria recibió entonces la orden de pasar a Italia con la Armada, sin recibir explicaciones sobre su cometido, excepto que debía atacar, si la avistaba, la flota francesa. El 1º de octubre de 1647, don Juan llegó a Nápoles y procedió a entrevistarse con el duque de Arcos. Pocos días después, tras reunirse con los caballeros que ejercían el gobierno en nombre del pueblo, concluyeron que era posible la negociación, si bien los representantes exigieron que fuera el propio don Juan su interlocutor, y en ningún caso el duque de Arcos, en el que ya no confiaban a causa del continuo incumplimiento de sus promesas.

Retrato de don Juan José de Austria con Nápoles al fondo (1648). José de Ribera. Palacio Real de Madrid.

Oct. 7, 1647
Memorial presentado por el Pueblo de Nápoles al Señor D. Juan de Austria, en que pide a Su Alteza que haga observar todas las Gracias, Privilegios, y Capítulos concedidos por el Virrey Duque de Arcos, en nombre de S.M. Católica: la deposición del referido Duque del Virreinato, y la del Visitador General del dicho Reyno y con otras diferentes Gracias, e Indultos.

Manifiesto 17 de Octubre de 1647 
Del Pueblo de Nápoles, en que expone ampliamente los motivos que ha tenido para tomar nuevamente las armas en fu defensa, contra los Ministros de S. M. Católica, e implora la protección, y asistencia de todos los Príncipes de Europa. Publicado en Nápoles.

BANDO de 26 de octubre de 1647. 
Publicado de orden de Genaro Anease, General del Pueblo de Nápoles, por el cual (en consecuencia de haberle ofrecido S. M. Cristianísima su protección, y otros auxilios) manda a todos los Habitantes de esta Ciudad, y Reyno, que no obedezcan al Rey Católico, ni a su hijo, o Ministros.

MANIFIESTO de diez, y siete de Diciembre de 1647
De Henrique De Lorena, Duque de Guisa, &c. en que después de expresar, que ha admitido el cargo de General de las Armas del Reyno de Nápoles, y las reiteradas instancias que se le hicieron para pasar a este Reyno en fu defensa contra los Españoles, participa su arribo a él, y el juramento hecho el día veinte de Noviembre, de servir fielmente en todas ocasiones al referido Pueblo. 

Don Juan aceptó, no sin antes hacer desembarcar a 3.000 hombres, que debían situarse en los centros estratégicos de la ciudad. De las conversaciones surgieron cuatro exigencias, entre las cuales, la dimisión del Duque de Arcos, era la primera. Seguía una amnistía general; la confirmación de las concesiones juradas e incumplidas por el Virrey y la entrega del castillo de Santelmo.

Don Juan lo aprobó todo, siempre y cuando se depusieran las armas y volviera la paz, pero para entonces el pueblo ya no estaba dispuesto a cumplir las condiciones propuestas por sus representantes; las promesas hechas por Francia, habían cumplido ya su objetivo.

Fue entonces cuando Felipe IV destituyó finalmente al duque de Arcos, confiando a don Juan José el gobierno de Nápoles:

Tengo por bien que vos, el dicho don Juan de Austria, mi hijo, hayáis admitido el ejercicio del cargo de mi Virrey y Capitán General en el dicho mi Reino de Nápoles, en lugar del dicho duque de Arcos, en el ínterin que yo proveo y envío Virrey propietario, que será con toda brevedad.

MANIFIESTO de ocho de Febrero de 1648. 
Del Señor D. Juan De Austria, Gran Prior de Castilla y León, Gobernador General de las Armas Marítimas de S. M. Católica, y su Virrey, y Capitán General en el Reino de Nápoles, en que después de ponderar los notables perjuicios que se habían seguido a muchos Vasallos de Su Majestad en aquel Reyno, con motivo de los tumultos, los exhorta a que se reduzcan a la Paz, y quietud, ofreciéndoles un Indulto general de cualesquiera delitos, y otras diferentes gracias compatibles con la razón: dado en el Real Palacio de Nápoles.

PLENIPOTENCIA de  nueve de Febrero de 1648
Concedida por el Señor Don Juan De Austria a Don Antonio Capoblanco, para asegurar, bajo de cualesquiera condiciones, a las personas, con quienes asentare y ajustare la reducción a la obediencia de Su Majestad: dada en Nápoles.

Posteriormente, en carta de 11 de enero de 1648, el rey daba facultad a su hijo para tratar, ajustar, disponer y concluir con el fidelísimo pueblo de Nápoles y otros del Reino, todo lo que pareciese conveniente al intento referido, sin exceptuar cosa por extraordinaria que sea. 

Quince días después, el duque de Arcos abandonó definitivamente Nápoles, pero, sorprendentemente, no había pasado un mes, cuando el rey escribió nuevamente a su hijo, para comunicarle que había nombrado un nuevo Virrey: He resuelto que el conde de Oñate, mi embajador en Roma, pase luego a servir por ínterin el cargo de mi Virrey y Capitán General en el dicho Reino. Oñate ya estaba en Nápoles el 18 de Marzo.

Ante la inminente llegada de una flota francesa, Oñate decidió adelantarse y, con el concurso de don Juan, invadió Nápoles con 2000 hombres, cien caballos y unos 500 nobles, napolitanos casi todos. El pueblo empezó a dar de nuevo vivas al rey de España, por lo que pudo librarse de represalias. Efectivamente, Oñate concedió un indulto del que exceptuó a los franceses, por lo que el duque de Guisa, viendo su causa perdida intentó refugiarse en los Estados Pontificios, pero fue hecho prisionero y conducido posteriormente al Alcázar de Segovia. La ciudad fue rápidamente pacificada.

ÚLTIMO BANDO de 11 de Abril de 1648
Contiene el Indulto general concedido al Reino de Nápoles por el Señor Don Juan De Austria, habiéndose dado fin a aquellas alteraciones con la prisión del Duque de Guisa, en el cual, además del perdón, que se concede en general, y en particular, se franquean diferentes gracias. Dado en Nápoles.

PLENIPOTENCIA de veinte y seis de Agosto de 1648. Dada por S. M. Católica al Señor D. Juan De Austria, Gobernador General de todas sus Armas Marítimas, para que en su Real nombre pueda tratar, concluir, y firmar cualquiera Confederación, Liga, o Ligas defensivas, y ofensivas con cualquier Príncipe, o República de Italia, para establecer en Italia y en todos los demás Reinos de Europa, una Paz firme, y durable: firmada en Madrid.

Resa di Napoli a Don Giovanni d'Austria nel 1648
La rendición de Nápoles a don Juan de Austria en 1648. Carlo Coppola. 
Museo di San Martino, Nápoles.

Don Juan participó en casi todas las numerosas guerras a las que la Corona se enfrentó en la época, dentro y fuera de sus fronteras; desde los Países Bajos hasta Portugal, pasando por Cataluña; tuvo éxitos y fracasos y sirvió al rey de forma incondicional, pero, cosas del destino, sería Mariana de Austria, la última esposa de Felipe IV y madre del penoso heredero, Carlos II, la que acabara con su carrera, mostrando ante su esposo el profundo desagrado que le causaba su presencia en la Corte. Felipe IV, como hemos dicho, siempre lo daba todo, de modo que don Juan José de Austria fue retirado del mando y prácticamente desterrado a sus tierras de Consuegra. Se convirtió en representante de la oposición a la reina tras la muerte de Felipe IV y alcanzó el poder, debido a los abusos de doña Mariana, pero no supo corresponder a las expectativas que había creado.

Don Juan José de Austria, el hijo más célebre de los treinta que, como mínimo, se le achacan a Felipe IV, moría el 17 de septiembre de 1679 con sospechas de envenenamiento.

Juan José de Austria. Juan Carreño de Miranda, c. 1678. Staatliche Museen. Berlín.



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