domingo, 3 de febrero de 2013

EL MONTE OLIMPO Όλυμπος (4) Apolo Ἀπόλλων y Artemisa Ἄρτεμις



Conócete a ti mismo -Γνῶθι Σεαυτόν-; uno de los puntos de partida para alcanzar la sabiduría.

Pausanias Παυσανίας (II d.C), dijo haberlo visto grabado en el pronaos del templo de Apolo en Delfos.

Otros aforismos igualmente atribuídos al Oráculo de Febo Apolo y transmitidos a los Siete Sabios de Grecia, mantienen su vigencia, como también recuerda el Viajero Pausanias:

Las palabras escritas en el pórtico de Delfos son de gran utilidad para los hombres.
Εν δέ τώ προνάω τά έν Δελφοίς γεγραμμένα, έστιν ώφελήματα άνθρώποις

Nada en exceso Μηδὲν ἄγαν.
Aprende a aprender Γνῶθι μαθών. 
Ama la sabiduría Φιλόσοφος γίνου. 
No envidies a nadie Φθόνει μηδενί.
Odia la discordia Έριν μίσει. 
Habla de lo que sabes Λέγε ειδώς.
No confíes en la suerte Τύχῃ μη πίστευε.
Muere sin pena Τελεύτα άλυπος.

La historia de Apolo empieza cuando, una vez más, Zeus se enamora, en este caso, de Asteria Αστερια, quien desesperada ante la persecución a que el dios la somete, se convierte en pájaro y se lanza al mar, donde se transforma en una pequeña isla flotante que, desde entonces, se llamó Ortigia Ὀρτυγία. Terriblemente contrariado, Zeus se fija entonces en una hermana de la isla-pájaro llamada Leto Λητώ, quien, en este caso, al no hallar una manera de huir, queda embarazada.

Cuando Hera conoció la nueva infidelidad de su esposo, y supo que Leto estaba a punto de dar a luz, le prohibió que se atreviera a hacerlo en tierra firme, ya fuera una isla o cualquiera de los tres continentes. La afligida madre, que no podía volar ni bucear, encontró aquella isla sobre el mar, sin saber que era su pobre hermana; allí podría eludir la venganza de la diosa y, allí también, al cabo de nueve días de parto nació una niña, Artemisa Ἄρτεμις, que creció al instante y, de inmediato, ayudó a nacer a su hermano gemelo, precisamente, Apolo Ἀπόλλων

Nacimiento de Apolo y Artemisa, de Marcantonio Franceschini. 
Liechtenstein Palace, Vienna

Apolo aprendió el don de la profecía de Pan y se fue a Delfos Δελφοί, donde Thémis Θέμις emitía oráculos. La serpiente Pitón Πύθων, que, como un manantial descendía por la ladera del Monte Parnaso, serpenteando entre las rocas, celosa guardiana del lugar por orden de Hera, no dejaba que Apolo se acercarse a las hendiduras por donde se oían las profecías. 

Como sabemos, contrariar a algún divino, aunque sea por orden de otro, tiene un precio; en este caso, la obediencia costó la vida a Pitón; Apolo le disparó más o menos unas mil flechas, y se hizo dueño del oráculo. La isla de Ortigia quedó fijada al fondo del mar por cuatro columnas y pasó a llamarse Delos Δήλος; estable y visible

Si lo juzga conveniente –¿quién comprende las razones de los dioses?-, Apolo se vuelve muy violento, pero en otras ocasiones, procura la curación en las enfermedades, se ocupa de la música y la armonía y representa al Sol, complementando a Artemisa, que está unida a la Luna.

En La fragua de Vulcano, (Museo del Prado) Velázquez ve a Apolo en su faceta solar.

Como Febo Φοίβος, personifica la belleza y un equilibrio físico imperecedero. Tiene el pelo muy oscuro, con bucles de reflejos metálicos y, no suele llevar túnica.

Sus atributos son: el arco y las flechas, la lira, el trípode de la actividad sagrada, el ónfalos ὀμφαλός , es decir, el ombligo del mundo –que se encuentra, precisamente en Delfos- y varios animales, entre ellos, el delfín, el cisne, el lobo y la víbora. 

Varias plantas, árboles y flores también se asocian directamente con su persona, casi siempre por haber formado parte de su historia como objetos de su amor o de su ira, así, el Laurel, el Jacinto, la Palmera o el Mirto.

Apolo casi siempre va acompañado por las Musas a las que dirige como un coro; con ellas diviniza las Bellas Artes y la Música.

Καλλιόπη Poesía épica, Κλειώ Historia, Ερατώ Poesía lírica, Μελπομένη Canción, Τερψιχόρη Danza, Πολύμνια Himnos, Ευτέρπη Música, Θάλεια Comedia, Ουρανία Astronomía.

Las Musas danzan con Apolo. Baldassarre Peruzzi, S. XVI

A pesar de que nunca quiso casarse, Apolo tuvo grandes amores, algunos, terriblemente trágicos. También fue autor de espantosas venganzas, a pesar de lo cual, se le rendía culto en todo el mundo griego, en especial, allí, donde estaba el Ónfalos, en el mismísimo centro del mundo: Delfos, donde ricos y pobres hallaban respuesta a sus inquietudes. Fue aquel Oráculo quien emitió la opinión incontrovertible, de que Sócrates era el hombre más sabio, dictamen que él mismo descifró confirmando que, efectivamente lo era, porque reconocía lúcidamente, que no sabía nada, al contrario de otros que, contraviniendo el sacro consejo, solían hablar de lo que no sabían.

Después de matar a la serpiente Pitón que, como un torrente, arrasaba todo a su paso, Apolo, el Sol, secó las tierras y asumió el don de la profecía. Pero, al fin y al cabo, Pitón era hija de Gea y Apolo fue castigado a nueve años de destierro del Olimpo. Fue entonces cuando entró al servicio de Admeto Ἄδμητος, en Tesalia, que le encargó el cuidado de sus reses, parte de las cuales le arrebataría el pequeño Hermes. Pues bien, Apolo quedó encantado con el afectuoso trato que le brindó el tesalio, así que le concedió que cuando le llegase la hora de cruzar la Laguna Estigia Στύξ -a través de la que los difuntos llegaban al Hades ᾍδης, es decir, a la mansión de los muertos-, tendría la posibilidad de enviar a otra persona en su lugar. Cuando llegó el difícil momento, Admeto pidió a sus padres que se sacrificaran en su lugar, pero ellos se negaron rotundamente, siendo Alcestes Ἄλκηστις, su esposa, la que ofreció su vida por él. 

Admeto llora amargamente al aceptar la decisión de su esposa de morir en su lugar.
 Johann Heinrich Tischbein, c. 1780.

Herakles consideró la actitud de Alcestes tan loable que la devolvió al mundo de los vivos, permitiendo que Admeto también conservara la vida.

 Herakles devuelve a Alcestes al mundo de los vivos. 
Johann Heinrich Tischbein, c. 1780.

Pasados los nueve años de destierro, Apolo se presentó en Delfos donde fundó su culto y preparó a las sacerdotisas –Sibilas Σίβυλλες- que habían de servirle atendiendo las peticiones de los fieles.

Sibila. Miguel ángel. C. Sixtina

Sibila con tábula rasa. Velázquez.  Meadows Museum, Dallas, Texas.

Sacerdotisa de Delfos. John Collier. Art Gallery of South Australia

Se ha dicho que es la más acorde con la tradición délfica; representada sobre el trípode sagrado, con el laurel en la mano y en medio de los gases inspiradores que emanan de las profundidades a través de una grieta. Sin embargo, esta descripción procede de la leyenda cristiana -siglos III a IV-, encaminada a desacreditar las antiguas creencias. Los más recientes estudios geológicos descartan la existencia, tanto de la grieta, como de la emanación de gases.

Encantado Apolo con los excelentes servicios de la Sibila de Cumas, le dijo que pidiera un deseo. Sibila tomó un gran puñado de tierra y lo lanzó al aire: -Quiero vivir tantos años como el número de partículas de polvo que acabo de esparcir-. Concedido el deseo religiosamente, Sibila vivió nueve vidas de ciento diez años. Sólo había olvidado un detalle: pedir la eterna juventud. Al parecer, terminó tan consumida que tuvieron que guardarla en una cajita para que no se volara.

Apolo se enamoró de Casandra Κασσάνδρα, a la que una serpiente había lamido los párpados al poco tiempo de nacer, dotándola del don de la profecía. Gravemente contrariado por la negativa de ella a aceptarlo, la condenó a predecir sólo desgracias y que además, nadie la creyera. Profetizó así la caída de Troya, la muerte violenta de Agamenón y la suya propia, sin que sirviera de nada.

En ocasiones, el divino Febo, llevaba el furor, la violencia y la venganza hasta extremos incomprensibles, tal como le ocurrió con Marsias Μαρσύας. Tenía Atenea una flauta doble que sonaba como correspondía a tal divina, pero un día que se vio reflejada en el agua mientras tocaba, observó que se le hinchaban los mofletes afeando mucho su inmortal rostro, así que la tiró sin más. Pero he aquí que Marsias pasó por allí y la encontró. Un día cometió la imprudencia de decir que su música era mejor que la de Apolo. Este le retó a un concurso ante jueces y ganó haciendo trampa; tocó la lira al revés, algo factible para la lira, pero que obligaba a su oponente a hacer lo mismo, algo que no era factible para la flauta, lo que le convirtió en perdedor. No contento con su victoria, Apolo tuvo que vengar su ofensa con la más terrible e injustificada crueldad: ató a Marsias a un árbol, por los pies y, manteniéndolo vivo, le arrancó la piel.

Sin embargo, nada tan trágico como sus dos más famosas historias de amor; Dafne Δάφνη  y Jacinto Ὑάκινθος.

Pasaba un día Apolo por el campo, cuando Hermes jugaba con su arco y sus flechas matando bueyes para escoger de entre ellos los mejores cuernos para hacer una lira.
-¿Qué haces tú, pequeñajo, manejando esas armas? Las flechas son para que los hombres matemos fieras o enemigos ¿Por qué no te contentas con agitar tu antorcha provocando pasiones amorosas?
-Aunque tu arco lo atraviese todo, el mío te atravesará a ti. –Dijo el niño- Porque es mayor mi gloria que la tuya-. Y, echando a volar, se fue al Parnaso donde preparó dos flechas. Una de ellas, con la punta revestida de oro, destinada a Apolo y otra, revestida de plomo, para la Ninfa Dafne. La de oro provocaba que el herido se enamorara de todo lo que se moviera, mientras que la de plomo, provocaba una repulsión insuperable hacia los deseos amorosos. Heridos Apolo y Daphne, la casualidad quiso que se encontraran y que Apolo concibiera un deseo irreprimible hacia la Ninfa y ella una repulsión insuperable hacia el Divino.

La huida aumenta su belleza y el joven dios obedeciendo al impulso de su amor, sigue sus huellas en carrera desenfrenada. Corren veloces el dios y la muchacha, él por la esperanza, ella por el temor. Sin embargo el perseguidor, ayudado por las alas del amor, es más rápido, acosa la espalda de la fugitiva y echa su aliento sobre los cabellos de ella que le ondean sobre el cuello. Agotadas sus fuerzas, palideció y vencida por la  fatiga de tan acelerada huida, mira a las aguas del Peneo y dice: 
-Socórreme, padre; si los ríos tenéis un poder divino, destruye esta figura por la que he gustado en demasía. 
Apenas acabó su plegaria cuando un pesado entorpecimiento se apoderó de sus miembros. Sus suaves formas iban siendo envueltas por una delgada corteza. Sus cabellos crecían transformándose en hojas, en ramas sus brazos; sus pies un momento antes tan veloces se inmovilizaban en raíces y una arbórea copa ocupó el lugar de su cabeza. 
Aun así siguió Febo amándola, y apoyando su mano en el tronco percibió cómo aún temblaba su pecho por debajo de la corteza reciente; y estrechando en sus brazos las ramas, como si aun fueran miembros, besó la madera; y aun la madera huía de aquellos besos. 

J. B. Waterhouse

-Puesto que ya no puedes ser mi esposa, al menos serás mi árbol –dijo Apolo-. Tus hojas siempre estarán en mi cabeza, mi cítara y mi aljaba y acompañarás a los caudillos en el Triunfo. Y del mismo modo que mi cabeza permanece siempre juvenil con su cabellera intacta, llevarás tú también perpetuamente el adorno de las hojas.
Cuando Apolo terminó de hablar, el laurel asintió con sus ramas recién formadas, y parecía que, como cabeza, agitaba su copa.

Apolo y Dafne. Jakob Auer, 1688.

Hasta entonces, Apolo solía ceñirse la frente con hojas de cualquier arbol, pero desde ese día sólo quiso las del laurel sagrado.

Daphnéphoria. (Fiesta en honor de Apolo laureado). 
F. Leighton. Art Gallery (Merseyside UK)

Apolo solía entrenarse en el lanzamiento de disco con su amigo Jacinto Ὑάκινθος, al que amaba muy especialmente. Un día, cuando llegó su turno, el divino lanzó el disco con gran energía, pero un viento celoso sopló en su contra, desviándolo a la cabeza de Jacinto que resultó herido mortalmente.

Muerte de Jacinto. Jean Broc

Apolo lloró su pérdida profundamente conmovido y, cuando cayeron a la tierra sus lágrimas, surgieron hermosas flores, en cuyos pétalos quedaron impresas para siempre.


Kypariso Κυπάρισσος, también era un querido amigo de Apolo, que no iba a ninguna parte si no era en compañía de su ciervo. Estando de caza con Apolo, disparó por error contra su querido animal, matándolo al instante. Su pena no tenía consuelo y no dejaba de llorar sobre el ciervo muerto, del que no quiso separarse.

Jacopo Vignali

Conmovidos por su dolor, los dioses lo convirtieron en ciprés, el árbol de la tristeza causada por la pérdida.

 Camino, Ciprés y Estrella. V. Van Gogh. 1800. Rijksmuseum Kröller-Müller, Otterlo.

***

ARTEMISA

Artemisa con perro, Museo del Vaticano y Artemisa de Versalles. 

Siendo aún una niña, a pesar de la apariencia de mujer, Artemisa consiguió que su padre le concediera varios deseos: permanecer siempre virgen; tener tantas advocaciones como su hermano Apolo; un arco y flechas; iluminar la noche; una túnica corta; un coro de sesenta Oceánides –hijas de Océano-, y veinte ninfas de los ríos que cuidaran de sus perros. De propina, todas las montañas y la ciudad que Zeus eligiera para ella, aunque se proponía vivir al aire libre. Todo le fue concedido, pero además, habiendo vivido la penosa experiencia de su madre, Artemisa se propuso ayudar a las mujeres que tuvieran dificultades para traer a sus hijos al mundo. Así pues, el arco, las flechas, el perro y el ciervo se convirtieron en sus símbolos, además de la Luna Creciente, que solía llevar como diadema y que la asociaba al culto lunar junto con Selene Σελήνη, la Luna Llena y Hécate Ἑκάτη, la Luna Nueva. En cuanto a las advocaciones, consiguió más de una docena: entre otras cosas fue patrona de los cazadores, del santuario de Amarindo en la isla de Eubea, de los caminos, del Monte Cinto, de la isla de Delos, de los Cantos, de la juventud, de los Nacimientos, de la Luz y de los Animales salvajes.

Por orden de Zeus, Hefesto la invitó para que junto con sus Ninfas fuera a visitar a los Cíclopes en la isla de Lípari. Las Ninfas se asustaron al ver el aspecto temible de aquellos hombres entre el fuego de sus forjas, pero Artemisa se dirigió a Brontés y le pidió que le fabricara un arco de plata y un carcaj lleno de flechas. Cuando vio cumplidos sus deseos, prometió a los Cíclopes que ellos se comerían el primer venado que matara con aquellas flechas. Después se fue a Arcadia, donde Pan le regaló seis perros capaces de dominar a los leones y siete velocísimos lebreles.

Artemisa se estaba dando un baño, cuando el cazador tebano Acteón Άκταίων, osó poner los ojos en su cuerpo desnudo.

Artemisa y Acteon, Marcantonio Franceschini (1648-1729). 
Liechtenstein Museum Vienna

Con enorme crueldad -que como sabemos es una destacada faceta de algunos de los hijos de Zeus-, la olímpica echó agua al rostro del osado tebano, que inmediatamente se transformó en ciervo. Acto seguido, confundió a los cincuenta perros de su víctima y los impulsó a devorar a su amo. Cuando los perros salieron del encantamiento, vagaron desesperados por el bosque, aullando en busca de Acteón.


De acuerdo con algunas versiones Artemisa también mató a Adonis Ἄδωνις por haber presumido de ser mejor cazador que ella; esta presunción costó la vida a más de uno.

Orión Ὠρίων era su amigo y compañero de caza, pero Artemisa decidió castigarlo, bien por creerse el mejor cazador, bien porque se enamoró de ella, o bien porque así se lo pareció a su hermano Apolo, el hecho es que, uno u otro le enviaron un escorpión que lo mató. Al final, el bicho y su víctima fueron convertidos en estrellas. Escorpio Σκορπιός aparece cuando Orión se oculta.
Orión, con la estrella Beltegeuse

Escorpio, con la estrella Antares (Bitácora de Galileo)

La joven arcadia llamada Calisto Καλλιστώ también terminó en las profundidades celestes. Al parecer, cazaba con Artemisa cuando Zeus se fijó en ella; el incansable olímpico se transformó en esta ocasión haciéndose pasar por Apolo y, Calisto, voluntariamente, o no,  quedó embarazada a pesar de su voto de castidad, teniendo a su tiempo, un niño al que llamó Arcas Αρκάς. Artemisa, furibunda por lo que para ella era una imperdonable deslealtad, convirtió a la madre en una osa a la que el propio Arcas estuvo a punto de matar, si Zeus no le hubiera detenido justo a tiempo. Aún así, sabiendo el dios que su hija no pararía hasta vengarse, convirtió a Calisto en la Osa Mayor, y le proporcionó un lugar seguro en la bóveda celeste. Algunos autores antiguos aseguran que su hijo le acompañó más tarde como la Osa Menor.
Calisto. La Osa Mayor (Coompu.net) y Arcas, La Osa Menor (Astroyciencia.com)

Agamenón Ἀγαμέμνων, que como otros tantos héroes, en ocasiones parecía no conocer bien el carácter de sus divinidades, había matado a un ciervo sagrado en un bosque que estaba bajo la protección de Artemisa y además presumió, como otros, de ser el mejor cazador. Más tarde, cuando intentaba dirigirse a Troya con su flota, Artemisa paralizó los vientos y por medio del adivino Jalkas Κάλχας, hizo saber al presumido, que la ira de la divina solo se calmaría con la muerte de Ifigenia Ίφιγένεια, su hija. El héroe, no tenía alternativa porque la Guerra de Troya estaba en juego. Sin embargo, cuando la niña iba a ser sacrificada, Artemisa se la llevó dejando en su lugar una corza. La historia dice que la condujo a Táuride y la inmortalizó o la convirtió en sacerdotisa encargada de matar extranjeros.

Ulises y Diomedes entregan a Ifigienia a Jalkas ante el llanto impotente de Agamenón. 
(Pompeya, siglo I dC.). Museo Arqueológico Nacional de Nápoles.

Níobe, Νιόβη, reina de Tebas casada con Anfión, tuvo la osadía de menospreciar a Leto, por tener sólo dos hijos, mientras que ella tenía catorce. Los divinales hijos de Leto sólo tuvieron que mirarse para saber lo que iban a hacer: Apolo mató a los siete hijos varones de Niobe, a la vez que Artemisa se ocupaba de las siete hijas, usando ambos flechas envenenadas. 

Los hijos de Niobe. Jacques-Louis David (1748-1825)

Cuando Anfión lo supo, o bien se suicidó, o bien juró vengarse y Apolo también lo mató antes de que lo hiciera. Niobe, huyó al monte Sípilo, en Asia Menor y allí lloró de desesperación por la pérdida de sus hijos, hasta convertirse en piedra, el mismo destino que sufrieron sus súbditos tebanos por mano de Zeus
Roca del Llanto de Niobe. Aglayan Kaya. Monte Sipylus, Manisa. Turquía

El templo de Artemisa en Éfeso, es una de las siete maravillas del mundo antiguo. Siete veces fue destruido y otras tantas reedificado. Parece que, en todo caso, era el edificio más grande del mundo conocido en la época con su perímetro de 120 por 60 metros y 30 de alto, todo en mármol.

Una recreación del templo de Artemisa, en el Parque de las Miniaturas de Estambul.

Una columna, testigo de aquella tercera de las Siete Maravillas del Mundo Antiguo.

La biografía de Artemisa no tiene un final, porque como todos los Olímpicos, no envejece ni muere. Su único punto débil es el mismo de todos sus parientes divinos: en realidad, dependen más de la memoria de los mortales, que los mortales de su existencia.

Una dama llamada Cleopatra, permanece entre las ruinas de su Casa, en Delos, paciente, o quizás reflexiva ante el paso de los siglos.
_______________________________________________
Inicio del tema:



4 comentarios:

  1. Leer un aspecto interesante sobre los el Delphic ¨ E ¨ y "conócete a ti mismo":

    https://skydrive.live.com/?cid=E39B50D7D9EA3235&id=E39B50D7D9EA3235!120#!/view.aspx?cid=E39B50D7D9EA3235&resid=E39B50D7D9EA3235!121&app=WordPdf

    ResponderEliminar

  2. Evharistó K. ΜΠΟΥΖΑΝΗ:
    Mprepei na diabazo: ΠΕΡΙ ΤΟΥ ΕΙ ΤΟΥ ΕΝ ΔΕΛΦΟΙΣ sigá sigá.
    Alla katalabaino avtó: Τοῦτο γὰρ εἰκὸς οὐ κατὰ τύχην οὐδ´ οἷον ἀπὸκλήρου τῶν γραμμάτων μόνον ἐν προεδρίᾳ.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. El texto en SkyDrive están en griego y en Inglés (rodar el mouse). Más por:

      http://users.sch.gr/kim1954

      Un libro en griego y en Inglés, que se publica, por razones técnicas, de forma gradual.
      gracias

      Eliminar