martes, 10 de abril de 2012

TRES TRISTES MATRIMONIOS Y DOS TRÁGICAS TENTATIVAS: MARÍA ESTUARDO -I-

TRES TRISTES MATRIMONIOS Y DOS TRÁGICAS TENTATIVAS -I-
PRIMER MATRIMONIO: MARÍA ESTUARDO Y FRANCISCO II DE FRANCIA

Por decisión de su protagonista, esta historia empieza cuando termina; exactamente el ocho de febrero de 1587. Ese día Mary Stuart o María Estuardo, reina de Escocia, o de los Escoceses, acusada y condenada por conspiración y traición contra la vida de la reina Isabel I de Inglaterra, fue ejecutada en el castillo de Fotheringhay, en Northamptonshire.
Poco antes de su muerte, Mary había elegido una divisa personal que ella misma bordó cuidadosamente y que acabó haciendo fortuna entre la historia y la leyenda:
En mi fin está mi principio.

Mary Stuart se dirige al patíbulo
en una interpretación de Jone Johnson Lewis

La eventualidad de que Mary Stuart participara de forma activa en los delitos que se le imputaron, es, en principio, tan verosímil como la de que su vida fuera manipulada y utilizada sin su voluntad por otros, porque ninguna de las dos posibilidades fue probada en el juicio al que fue sometida y del que resultó su condena a muerte tras una llamativa serie de irregularidades. ¿Por qué los jueces se empeñaron en condenarla, aun a pesar de la repulsa de la reina inglesa a firmar la sentencia definitiva?

En la vida de Mary Stuart hubo muchas sombras, enormes dudas y crueles decepciones para ella, pero sobre todo, gravísimas sospechas sobre su persona. Todo esto, dentro de la profunda soledad que envolvió toda su existencia.

Mary era católica y no tenía la menor duda de que la eternidad esperaba tras su ejecución. Tal es la razón por la que esta historia empieza –como ella creía-, aquel adverso día 8 de febrero de 1587.

Las contrariedades de Mary Stuart empezaron ya el día de su nacimiento; mientras ella llegaba al mundo en el castillo de Linlithgow, el ocho de diciembre de 1542, su padre, Jacobo V de Escocia –James V of Scotland-, agonizaba en el de Falkland, en Fife, donde murió una semana después con sólo treinta años de edad; se dice que de una enfermedad agravada por la terrible humillación sufrida por su derrota ante los ingleses en la batalla de Solway Moss.

Jacobo V de Escocia y Marie de Guise, padres de Mary.

Parece ser que cuando James supo que su heredera era una niña, maldijo su mala fortuna y predijo que los Stuart perderían Escocia del mismo modo que habían alcanzado el trono, a causa de una mujer. La frase resulta tan tópica y se supone pronunciada en tantas ocasiones por tan distintos personajes, con más o menos variantes, que nos concedemos el derecho a dudar de que realmente se pronunciara. Además dicen que, en realidad, el rey simplificó su reacción exclamando con mucha sencillez: ¡Otra muchacha!. En todo caso, Mary fue proclamada reina de Escocia a los seis días de edad, bajo la regencia del Earl of Arran, quien además ocupaba un puesto importante en la línea de sucesión al mismo trono.

El castillo de Linlithgow


Para no defraudar la tradición escocesa que registra docenas de espectros en sus viejos castillos, hay que decir que el de Linlithgow también tiene el suyo; la llamada Dama Azul, que acostumbra dar un paseo hacia las nueve de la mañana, desde la puerta del palacio hasta la cercana iglesia de Saint Michael, algo que normalmente ocurre en abril, pero a veces también en septiembre, y muy excepcionalmente aparece sobre la torre. Aunque hay dudas sobre su identidad, generalmente se le atribuye la de Marie de Guise, la madre de Mary.


Las primeras dificultades surgieron cuando el Parlamento Escocés recusó el Tratado de Cambridge firmado por el regente Arran con Enrique VIII, el 25 de agosto de 1543. El objetivo de Enrique VIII, era, sobre todo, la unión de los reinos de Inglaterra y Escocia, la cual se llevaría a cabo fundamentalmente, a través del matrimonio de Mary Stuart con su hijo, el futuro Edward VI de Inglaterra. En su virtud, Mary debía vivir con alguna familia de nobles ingleses hasta que cumpliera diez años, y a partir de entonces sería llevada a Inglaterra para ser formada y educada hasta la fecha de la boda. El Tratado, que prometía respetar las leyes escocesas, fue, no obstante, rechazado por el Parlamento Escocés cuatro meses después de su ratificación. De hecho, contenía algunos supuestos muy contrarios a los que convenían a la madre de Mary: el primero, que Enrique VIII se había separado de la Iglesia de Roma, mientras que el apellido francés de ella –Guise-, era garantía absoluta de catolicismo romano. El segundo, que, si su hija no era coronada y jurada de inmediato, presumiblemente, Enrique lo sería en su lugar y Escocia caería definitivamente en manos de Inglaterra.

En cualquier caso, sabiendo que el monarca inglés no admitiría jamás su renuncia, María huyó con su hija y se refugió en el castillo de Stirling, donde a toda prisa, teniendo Mary apenas nueves meses, se llevó a cabo su coronación en una ceremonia que se tomaron muy en serio todos los dignatarios que se hallaron en ella.

La confección del traje apropiado para tan alta ocasión ya supuso un reto, dado el diminuto tamaño de la niña y el grosor y pesadez de los tejidos empleados, pero aún así, se superaron las dificultades. Del mismo modo, un buen orfebre y un buen armero también podrían haber creado un cetro, una espada y una corona en miniatura; podrían haberlo hecho, pero no debían, ya que tales objetos no pueden ser sustituidos porque tienen en sí mismos una virtud que representa los principales aspectos del poder real, lo que hace imprescindible usar los originales. Así pues, tres nobles los portaron en nombre de Mary, especialmente la corona, que alguien sostuvo a unos centímetros de su cabeza que, de otro modo, habría quedado dentro de la Corona.


Y ya que estamos en Stirling, diremos que este castillo no tiene un fantasma, sino varios. Uno de ellos, la Dama Rosa, ha sido identificada con la propia Mary Stuart; también suele dar paseos entre el castillo y la iglesia de Holyrood. El otro es la Dama Verde, quien salvó la vida de Mary, a punto de perecer, al declararse un incendio en la habitación donde esta dormía. Esta aparición ha sido vista recientemente. También se oyen pasos fantasmales en las estancias superiores, siendo este un fenómeno del que ya informaron los soldados de la guarnición hace años.

Pues bien, una vez coronada la niña, Enrique VIII inició una campaña de acoso contra Escocia, más exactamente, una verdadera guerra que duró siete años (1543-50) y que, posteriormente Walter Scott denominó certeramente el Rough Wooing -el Violento Cortejo-, en cuyo transcurso, el ejército inglés dejó tras de sí un terrible rastro de muerte y cenizas. Sin embargo, madre e hija, auxiliadas por tropas francesas, lograron dar esquinazo al monarca en diversas ocasiones, a pesar de que los soldados ingleses llegaron a ocupar incluso el castillo de Edimburgo.

Enrique VIII moría en enero de 1547, pasando la corona a Edward VI, que sólo tenía diez años, por lo que se encargó el gobierno a Hertford, el Duque de Somerset, quien el otoño siguiente derrotó a los escoceses en la terrible batalla de Pinkie Cleugh, en la que murieron diez mil escoceses, y otros mil quinientos fueron hechos prisioneros. Mary podría haber sido fácilmente secuestrada, si la previsión materna, viendo el mal cariz de aquella trágica jornada -conocida en la historia escocesa como el Sábado Negro-, no la hubiera enviado en el más absoluto secreto al Priorato de Inchmahome.

Priorato de Inchmahome

Para entonces, aconsejado por los poderosos Guise, el rey de Francia, Enrique II pensó que no sería mal negocio casar a Mary Stuart con su hijo el Delfín François, una idea que agradó mucho a Marie de Guise, quien al saber que los ingleses se aproximaban de nuevo, hizo llevar a la niña al castillo de Dumbarton en febrero de 1548.

Castillo de Dumbarton

Cuando los ingleses tomaban la ciudad de Haddington, en un convento muy próximo, se firmaba, el 7 de julio, un tratado entre Escocia y Francia, también denominado de Haddington por el cual, Mary viajaría a Francia donde sería protegida, educada y preparada para casarse con el Delfín.

Finalmente, el siete de agosto de 1548, una flota enviada por el rey de Francia, se hacía a la mar en Dumbarton, llevando a bordo a una Mary, ya de cinco años y a su pequeña corte escocesa formada por los Lores Erskine y Livingston; el aya, Jean Sinclair; la gobernanta Lady Fleming y otros tres de los hijos ilegítimos del padre de Mary. Todos ellos desembarcaron en Roscoff, Bretaña, donde empezaba una nueva vida que se presumía llena de felicidad y grandes esperanzas.

En Francia vivió Mary trece años durante los cuales recibió, efectivamente, una educación exquisita y una formación muy completa que compartió con cuatro damitas, todas llamadas igual que ella; Mary: Beaton, Seaton, Fleming y Livingston, y algunos otros niños, hijos de nobles escoceses. Aprendió latín, griego, francés y castellano, además de cetrería, música, equitación y bordado -arte, este último que, con el tiempo, se convirtió en su principal afición, acaso una especie de lenitivo para las múltiples ocasiones en que se vio superada por un destino que parecía diseñado para destruirla; bordando recibía embajadores y bordando llenó los interminables días y horas que precedieron a su muerte.

<Bordados realizados por Mary Stuart.>
 Una vez que Mary quedó fuera del alcance del Rough Wooing, ya firmado su compromiso con el Delfín, Marie de Guise, en previsión de la más que segura reacción por parte de Inglaterra, ordenó fortificar el puerto de Leith, en las cercanías de Edimburgo.

Francia envio a Escocia a André de Montalambert, sieur d’Essé, al mando de 6000 hombres, con el objetivo de apoyar al regente Arran. Al otro lado de la frontera, el ejército inglés contaba con un contingente similar compuesto en su mayor parte por ingleses y alemanes, además de medio millar de mercenarios italianos y españoles.

A primeros de julio de 1548 D’Essé se dirigió al Parlamento escocés en Haddington, ante el cual propuso fundamentalmente la boda de Mary con el Delfín y la aceptación de D’Oysel como Embajador francés en Escocia. Ambas propuestas fueron aceptadas por unanimidad.

Haddington fue tomada por los ingleses y sometida posteriormente a un asedio por el ejército francés que terminó con la victoria de Paul de la Barthe, sieur de Thermes, el sucesor de D’Essé. El 19 de septiembre de 1549 los ingleses abandonaban la ciudad. El Sangriento Cortejo tocaba a su fin.

En marzo de 1550 se firmó el Tratado de Boulogne entre Francia e Inglaterra, al que se unió Escocia en junio del año siguiente. Entre las condiciones del acuerdo figuraba la entrega mutua de rehenes y un intercambio de prisioneros, seis por cada parte, entre los que figuraban algunos de los principales caballeros de ambos bandos, como el Marqués de Mayenne, hermano de Marie de Guise o el Conde de Hertford, Edward Seymour.

Enrique II de Francia organizó una entrada triunfal en Rouen en la que Marie de Guise, siendo la principal invitada, aprovechó los buenos vientos para pedir al monarca francés que le ayudara a arrebatar la regencia a James Hamilton, Conde –Earl- de Arran, cuyo poder temía ver aumentado con el éxito, habida cuenta de que aquel se encontraba bien situado en la línea de sucesión escocesa. Las celebraciones por la paz, también ofrecieron a Marie la oportunidad de pasar varios días con aquella hija por cuyo futuro tanto había luchado. Nunca más volverían a verse.

En octubre de 1551, tras la firma del Tratado de Norham, que terminaba específicamente con las hostilidades entre Inglaterra y Escocia, Marie de Guise ya era bienvenida en Inglaterra, por lo que desde Porthsmouth se dirigió a Londres para entrevistarse con Eduardo VI.

En Julio 1553 moría Eduardo VI y le sucedía la católica María Tudor, con el breve, brevísimo interregno de Jane Grey –del 10 al 19 de julio de 1553-; nueve días que condujeron a la la ejecución de la jovencísima reina, seguramente elevada al trono sin otra voluntad que la de los lores anglicanos, a pesar de que ocupaba el cuarto puesto en la línea de sucesión. Se trató de un intento por evitar el acceso al trono de la católica María Tudor quien, presumiblemente echaría por tierra las reformas llevadas a cabo, tanto por Enrique VIII, como por Eduardo VI. 

Todos los instigadores de la coronación de Jane fueron ejecutados o desterrados y María Tudor, finalmente  coronada en la Abadía de Westminster el 1 de octubre de aquel mismo año.

María Tudor, que ya se había hecho a la idea de pemanecer soltera –tenía 37 años-, tuvo que pensar entonces en el matrimonio y aceptó la propuesta táctica de Carlos V, su primo, –recordemos que la madre de María Tudor, Catalina, y la de Carlos, Juana, eran hermanas-, de casarse con su hijo Felipe, del que, al parecer, María se enamoró al contemplar su retrato hecho por Tiziano, que hoy se muestra en el Museo del Prado. A pesar de que tal boda no fue bien acogida, ni en España ni en Inglaterra, se celebró, finalmente, el 25 de julio de 1544 en la catedral e Winchester, exactamente dos días después de que Felipe y María se vieran las caras por primera vez.


Fue un matrimonio breve y desgraciado, sobre todo para María, que evidentemente estaba muy enamorada, pero también para Felipe, a causa de las múltiples restricciones a las que hubo de someterse por exigencia del parlamento; por obediencia a su padre, primero y, por la falta de descendencia, después. Felipe se encontraba en Bruselas cuando María falleció el 17 de noviembre de 1558, a los 42 años: Tal como había sido acordado, Felipe II hubo de abandonar el trono y la Isla, sobre los que nunca tuvo el menor derecho.


Cuando se llevó a cabo el entierro de María en Westminster, Elizabeth I, la hija de Ana Bolena, ya había sido coronada reina de Inglaterra. Felipe II inició conversaciones por medio de su embajador, con el objetivo de un posible matrimonio con ella, hacia la que siempre había mostrado claras simpatías, pero Elizabeth rechazó diplomáticamente la oferta, alegando la insalvable divergencia entre su credo y el de su pretendiente, algo que –sorprendentemente- en aquellos momentos no parecía importar demasiado a Felipe II; quien, de hecho, profesó siempre un extraño afecto hacía aquella mujer, hasta que treinta años después, se planteó invadir su territorio por medio de una Gran Armada.


Más o menos durante el período que duró el reinado y el matrimonio de Felipe y María, en Escocia cambiaron las cosas. En abril de 1554, Arran dejaba por fin la regencia en manos de Marie de Guise, a cambio de una cuantiosa pensión y la promesa de que se respetaría su turno en la línea sucesoria escocesa. Tres años después, Escocia declaraba oficialmente su ruptura con la Iglesia Católica.


El 24 de abril de 1558, Mary Stuart y el Delfín François se casaron en la iglesia de Nôtre Dame, en París. Una cláusula secreta del acuerdo matrimonial, especificaba que Escocia pasaría al poder de Francia a la muerte de Mary, lo que provocó que unos meses después, Arran, considerándose traicionado por Marie de Guise, abandonara el catolicismo para unirse a los llamados Lores de la Congregación.     



<François II & Mary Stuart>

Una nueva alternativa de fuerzas se produjo entre tanto, por la firma de un Tratado que presumiblemente devolvería la paz a Europa, el de Câteau Cambrésis, entre Inglaterra, Francia y España. En su cumplimiento, Felipe II se casaba de nuevo, ahora con Isabel de Valois, la hija mayor de Catalina de Médicis, hermana del Delfín François; a la vez, cuñada y compañera de estudios y juegos de Mary Stuart.

Sin embargo, aquella especie de nueva era, pareció tomar un mal cariz, cuando en uno de los torneos que se llevaron a cabo para celebrar el Tratado, Enrique II de Francia resultó herido de muerte por la lanza de un caballero escocés.

Aquella muerte inesperada supuso la coronación anticipada de François y Mary y el envío inmediato de tropas francesas a Escocia, en apoyo de Marie de Guise, quien, en aquel momento, peleaba contra Arran y los lores protestantes a los que este se había unido. Aquel apoyo francés provocó la reacción de Elizabeth I, quien se apresuró a firmar el Tratado de Berwick en febrero de 1560, por el cual se comprometía a sostener la rebelión de los escoceses contra la regente Guise y sus tropas francesas. En Marzo empezó el asedio de Leith, residencia habitual de la Regente, que se vio obligada a refugiarse en el castillo de Edimburgo, donde falleció finalmente, el once de junio, poco antes de que Inglaterra y Francia se comprometieran finalmente a retirar sus tropas de Escocia, en cumplimiento del Tratado de Edimburgo, firmado el seis de julio siguiente.


Si hay una constante en la vida de Mary Stuart, es sin duda, el infortunio que la acompañó desde su triste nacimiento, a la hora en que su padre agonizaba, y que nunca volvió a apartarse de su lado; apenas habían transcurrido seis meses desde la desaparición de su madre, cuando la muerte le arrebató también a su jovencísimo esposo, dando un giro radical a una vida que se se había esperado larga y feliz en el reino y trono de Francia.


François y Mary, reyes de Francia>


Viuda a los diecisiete años y no muy apreciada por su suegra, Catalina de Médicis, Mary se vió forzada a abandonar la corte de París para embarcarse en Calais, en compañía de unos pocos amigos y, por supuesto, de las Cuatro Marías

En su calidad de reina de Escocia, el 19 de agosto de 1561 llegaba al Puerto de Leith donde esperaba ser recibida con muestras de alegría, algo que no ocurrió; de hecho, se vio obligada a esperar más de una hora a la escolta que debía conducirla al Palacio de Holyrood, donde comenzaría su nuevo reinado.
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4 comentarios:

  1. Interesantísimo blog que me está sirviendo de mucho para aprender. Permíteme, citando de una manera correcta, que lo utilice para un libro que estoy escribiendo, por supuesto, amateur y solamente como una forma de relajarme, ya que escribo y mi cabeza descansa y vuela. Sin duda, seguiré leyendo tus posts. Bravo!

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    1. Por supuesto, amigo "Anónimo", puedes utilizar toda la información que encuentres aquí. Gracias por los ánimos, y espero poder leer el resultado de ese trabajo que te (nos) permite descansar y volar. ¡Buena suerte! Clara D.P.

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  2. Me han encantado tus posts sobre Mary Queen of Scots. Es un personaje que me fascina. Un fuerte abrazo!!!

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  3. Un placer, Rocío, eres muy amable.Gracias. Clara D.P.

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